VI.

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—No puedo creer que te hayas peleado con Miller —volvió a repetir Amy por décima vez mientras reía.

Ann, Amy y yo caminábamos de camino a casa una vez acabadas las clases.

¿Queréis saber qué pasó en el despacho del director? Pues lo que suele pasar en un caso como aquel. Me defendí como pude mientras la barbie lloraba. Acabé sin castigo (como ella), con una muy seria advertencia y con un "no me esperaba esto de usted, Wells".

Pero yo tampoco me lo esperaba.

—No es para tanto —contesté por décima vez también.

—Chicas, yo hoy me voy por aquí –indicó Ann, que se había encontrado muy callada y pensativa, señalando con el dedo una calle a la izquierda—. Voy a comer con mi abuela. Mañana nos vemos, chicas.

Ann empezó a alejarse, pero se paró y se dio la vuelta hacia nosotras sonriendo y con el dedo gordo hacia arriba.

—¡Brooke Wells, guarda esos puños de boxeadora un rato y no alteres la integridad física de nadie más hoy! —gritó mientras reíamos, y luego continuó su camino sacudiendo la mano hacia nosotras.

Negué con la cabeza aún sonriendo. Ann había estado muy rara después de lo ocurrido con Ashley.

Mi mejor amiga y yo continuamos andando.

—Amy, tengo que contarte algo —dije de repente, deteniéndome.

Lo había estado meditando y llegué a la conclusión de que merecía saber la verdad.

—¿Qué pasa? —preguntó con preocupación y un destello de curiosidad mientras se detenía junto a mí y fruncía los labios.

Titubeé.

—Mi madre... Está en el hospital. Mi padre se fue después de pegarle una paliza.

Amy abrió la boca sorprendida y aterrorizada, mientras sus ojos se cristalizaban un poco.

—¿Qu-qué...? —preguntó atónita mientras se acercaba más a mí y me abrazaba.

Sentía que, en vez de consolarme ella a mí, debía consolarla yo a ella.

Mi madre y Amy siempre se han llevado muy bien. Amy era como su segunda hija, como mi hermana.

—Se pondrá bien, Amy. Mi madre es así. Puede caer y y destrozarse, pero va a volver arriba sonriendo —susurré mientras acariciaba su espalda—. Lo sabemos.

Amy asintió sorbiendo por la nariz y enjuagándose las lágrimas. Luego nos quedamos allí en medio de la calle, abrazadas. Y sentí que contarle aquello a mi mejor amiga había sido lo mejor que podía haber hecho.

                                                                                                  ***

—Mamá, tengo que irme. He quedado con Johnson para hacer el trabajo de Ética... —interrumpí la lectura de mi madre para despedirme mientras cogía la chaqueta del perchero y me la colocaba.

Le había llevado su revista de marujas, como prometí, y el médico nos informó de que mi madre podría regresar a casa el día siguiente, así que ambas estábamos contentas.

Levantó sus ojos entretenidos para mirarme con una sonrisa.

—Ten cuidado. Y no te preocupes —miró su reloj—. Amy vendrá a verme dentro de una hora, como me dijiste. Estaré bien acompañada.

—De acuerdo, mamá. ¡Te quiero! —grité mientras salía corriendo de la habitación.

—¡Y YO A TI! —oí la voz de mi madre en respuesta.

Sonreí y salí del hospital hacia la parada del autobús. Pensé que me daba igual haber quedado con el imbécil de Johnson, porque nadie podría estropear lo contenta que estaba.

Nadie.

                                                                                                    ***

La calle de Adam era tranquila, bonita y aparentemente agradable.

Saqué el papelito con su dirección del bolsillo y busqué su casa.

Llamé al timbre. Una, dos, tres veces hasta que, por fin, una mujer apareció en la puerta con una cálida sonrisa.

—Hola, tú debes de ser Brooke. Pasa —saludó mientras se apartaba para dejarme pasar.

Asentí agradecida mientras entraba. Era una casa bastante grande, y muy bonita.

—Adam está arriba, querida. Primera puerta a la derecha.

—Gracias, señora.

—Diane. Llámame Diane —sonrió.

—Gracias, Diane.

Subí la escalera y me paré frente a la primera puerta de la derecha. Toqué suavemente dos veces y esperé.

—Pasa, niñata —escuché su voz.

Entré y volví a cerrar la puerta, encontrándome con una gran habitación. Cama de matrimonio, mesa para estudiar, mesita de noche... Y ya.

No parecía la habitación de un adolescente como Adam Johnson. 

Esperaba posters de chicas desnudas y un montón de desorden. Pero no.

—No me llames niñata —dije quejándome mientras posaba, por fin, mi vista en él.

Estaba sentado en una silla, frente al escritorio.

—Me gusta cuando te enfadas. Así que olvídate, niñata.

Rodé los ojos y me senté en una silla vacía a su lado.

—Si yo soy una niñata, tú eres un imbécil –ataqué infantil mientras sacaba la lengua.

Me miró divertido mientras sacaba mi estuche y mis materiales para comenzar.

—¿Qué te ha pasado...? —preguntó mientras acariciaba mi mejilla, donde se distinguía un arañazo que me había hecho la barbie.

Puse una mueca de dolor y él retiró la mano inmediatamente.

—Tu hermosa e increíble novia hueca —respondí burlona.

Me miró sorprendido y luego se echó a reír.

—No me... digas que os... habéis peleado... por... mí –decía entre carcajada y carcajada.

—Deja de reírte, imbécil. Nunca me pelearía por ti.

Dejó de reírse y se fijó de nuevo en mi mejilla.

—Menos mal que me he ido rápidamente después de cortar hoy con ella. No quiero saber lo que me hubiera hecho.

—No sé por qué habéis cortado. Sois tal para cual... —susurré esto último mientras abría el portátil de Adam a la par que mi libro.

—Estás contenta por dentro. Me amas. No soportabas verme con alguien más —dijo con un tono arrogante y egocéntrico mientras se inclinaba hacia atrás en el respaldo de la silla.

Le empujé, haciendo que se diera un susto.

—Vamos a trabajar, imbécil, y déjate el amor propio un rato —dije mientras reía.

—A tus ordenes, niñata —contestó divertido.

No sé si era que aquel día estaba demasiado contenta o él mismo, pero sentí que Adam Johnson no era tan malo como parecía.


Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Where stories live. Discover now