XXI.

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(Narra Adam)

"Joder, qué frío."

Me quité el abrigo y lo colgué en la percha, inspeccionando la casa en busca de mi madre.

—¿Mamá?

Nada. Todo estaba en silencio y solo podía oír el tenue tic-toc de aquel reloj que colgaba de la pared del salón.

"Seguramente esté con Matt."

Fui a paso rápido hasta mi habitación y me dejé caer contra la puerta. Me sentía pesado, arrepentido y con una sensación extraña en el pecho que no me dejaba respirar bien. 

—Joder tío, eres un puto capullo... —me susurraba a mi mismo.

Mi móvil sonó y, aunque no tenía ánimo para hablar con nadie y menos con ese gilipollas, descolgué sabiendo de quién se trataba.

—¿Que mierda quieres ahora, Jacob?

—Eh, relájate —rió al otro lado del teléfono con una risa burlona—. Llamaba para preguntarte si ya has conseguido llevarte a esa joya a la cama. Se te agota el tiempo, tío.

Oí su risa del otro lado del teléfono y volví a odiarme. Su voz irónica me provocó más ganas de pegarle un puñetazo a la pared o a su cara, mejor aún.

Colgué y apagué el móvil mientras me tiraba en la cama. Cerré los ojos.

La apuesta.

Todo el plan iba jodidamente bien hasta que ella estuvo allí aquella noche para consolarme y hacerme sentir tan... tan bien.

La noche de la pesadilla.

—Joder, joder, joder —me tapé la cara con las manos y me froté los ojos, que me picaban por la rabia.

Volví a remontar el tiempo, justo al día en que la apuesta se puso sobre mi mesa, y fui tan cabrón de aceptarla.

Adam, te apuesto mi moto a que no te llevas a Wells a la cama antes de Navidad me retó Jacob.

Recuerdo haber mirado a Brooke, tan pequeña e indefensa, y después haber mirado de nuevo al idiota de Jacob.

Todos nuestros amigos me miraban esperando una respuesta, sin poder creer que pudiera conseguir aquello.

—Acepto.

Todos allí quedaron como testigos. No pensaba perder, era algo fácil.

Volví a mirar a Brooke, con ese aspecto tan roto, y me dije que si de por sí ninguna se resistía a mis encantos, ella iba a ser tarea fácil.

El techo parecía lo único que merecería mi atención mientras en mi cabeza las cosas se amontonaban.

No pensaba que Brooke me ganara de aquel modo. Nunca pensé que alguien pudiera hacerlo.

Lo tenía todo controlado.

Palabras bonitas, acciones aún mejores.

Pero de pronto me descubrí no queriendo hacerle daño.

—Está bien, piensa —susurré—. Tú la quieres, Adam. La quieres. No tiene por qué enterarse de nada. Ganas la apuesta y sigues con ella como si nada hubiera pasado.

Pensé un momento en el tremendo problema en que me había metido y si aquello era buena idea. Asentí complacido por mi plan.

"Eres un capullo" gritaba algo dentro de mí.

Lo sé. Vaya que lo sé.

Lo sabía.

(Narra Brooke)

—Estoy aquí, mamá —grité cuando llegué a casa.

—Hola cielo —escuché en la cocina.

Me dirigí hacia allí y saludé a mi madre con un beso en la mejilla.

—¿Qué tal ha ido?

—Bien, la madre de Adam está esperando un bebé —sonreí risueña—. Me voy a la cama, estoy muy cansada.

Me miró mientras asentía.

—Me alegro mucho, cielo, se lo merecen —gritó mientras yo subía las escaleras—. Que descanses, cariño.

Estaba a punto de entrar a mi cuarto y su voz me paró de nuevo.

—Oye, hija.

Me giré y bajé un poco más escaleras, lo suficiente para verla en la puerta de la cocina.

—Puedes ir mañana a clase, creo que todo está bien —me dijo un poco dudosa.

Sonreí satisfecha y con agradecimiento en la mirada.

—Buenas noches, mamá.

—Buenas noches, Brooke.

Subí corriendo a mi cuarto.

Quizá os estáis preguntando algo tan sencillo como "¿Eres rara o simplemente te gusta ir a clase?"

Yo también pensé lo que los demás pensarían de mí, pero cuando he estado toda la vida encerrada en el dolor, una ya no quiere volver a hacerlo.

Solo quería salir a la vida y enfrentarme a ella con mis manos, sin guantes de boxeo.

Entré en mi habitación y, antes de hacer nada, preparé mis cosas para el día siguiente.

Una vez hecho, me puse el pijama y cogí mi mp3 junto con mis auriculares, como todas las noches.

Me tiré en mi cama con una sonrisa en la cara, pensando que el día no podría haber ido mejor.

Aunque si, podría. Solo que en vez de a mejor, a peor.

Lo descubrí cuando mi móvil sonó y un mensaje llegó a mi bandeja de entrada.

Con el ceño fruncido me quité los auriculares y aparté el aparato de música.

Lo leí.

Aunque preferí no haberlo hecho.

"Te crees que tu amado novio te quiere y solo intenta meterte en la cama para ganar una apuesta. Dulces sueños, perdedora."

Mi móvil acabó en el suelo, mis manos temblaban y mis ojos se llenaron de lágrimas en menos de un segundo.

—No, no puede ser. No puede ser —parpadeé luchando por no llorar.

Recuperé el móvil rápidamente y observé el número de teléfono del emisor.

No me sonaba nada, nunca lo había visto.

Sabía cuál iba a ser la respuesta pero aún así llamé a aquel número con la esperanza de que descolgaran y dijeran "es una broma" entre risas.

Pero nadie contestó.

Y supe que estaba pasando de verdad.

Me tumbé en mi cama abrazando mis piernas mientras me mecía, repitiendo en mi cabeza la misma serie de palabras una y otra y otra vez.

"No puede ser, es todo mentira".

Pero, mientras mis lágrimas mojaban la almohada, un rayo de luz se hizo paso en mi cabeza, entre todo aquel lío, para rondar otra pregunta:

¿Quién había enviado el mensaje?

Déjame hacerte feliz (ACABADA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora