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SeokJin tenía una conversación muy entusiasmada por teléfono con uno de sus distribuidores de libros.

—Sí, necesito más de Harry Potter, esos siempre se venden...

De pronto, NaYeon, sin tocar la puerta, ingresó silenciosamente e hizo una venia. Esperó a que el mayor terminara de hablar, y cuando él finalizó la llamada, ella recién se explayó.

—Perdón si lo he molestado, jefe —se disculpó.

—¿Ocurrió algo, pequeña? —vio su rostro preocupado así que supo que algo andaba mal.

—Es este chico, el cliente… Sigue reclamando porque no tenemos los libros que desea.

—Ya hablé recién con HoSeok. ¿Acaso no le dijo lo que ordené?

—Sí, pero el cliente sigue muy enojado y exige hablar con usted.

—¿Conmigo? —dijo SeokJin.

NaYeon asintió.

SeokJin no era muy de hablar con los clientes, salvo escasas excepciones. Sabía que sus trabajadores eran lo suficientemente capaces de calmar a un comprador especialmente molesto. Aunque claro, no siempre podían lograrlo.

Como ahora, por ejemplo.

—Vale, yo hablaré con él —accedió.

NaYeon, notoriamente aliviada, sonrió y cerró la puerta tras ella. SeokJin, mientras tanto, encendió la cafetera para poder preparar dos tazas de café y ofrecerle una a su quisquilloso cliente.

En general, en estas situaciones, SeokJin se dedicaba a calmar el ambiente tenso con sus chistes aburridos y posteriormente llegaba a un acuerdo que los beneficiara a ambos.  

NaYeon abrió la puerta, dejando ingresar al ofuscado cliente y se fue a la sala de ventas para seguir con su trabajo, quedando ellos solos.

Si ella de hecho, se hubiese quedado un par de segundos más, habría logrado ver el momento preciso en que ambos se miraron a los ojos.

Y que esas cuatro esferas oscuras instantáneamente empezaron a aclararse.

SeokJin sólo esperaba que la cafetera terminara para preparar los cafés, pero de pronto sus ojos ardieron y lagrimearon de forma extraña, apreciando a la vez como los del chico que había entrado cambiaban de color.

Él realmente no estaba exagerando cuando pensó que aquellos ojos eran los más hermosos que había visto nunca. De un azul claro, y penetrantes, parecían el cielo de una tarde de verano.

Sin embargo, estos reflejaron el mayor de lo miedos.

—¡Tú! —exclamó el muchacho con una voz grave y masculina, para después olvidar totalmente su propósito en el lugar, abrir la puerta y salir corriendo de la librería.

Kim SeokJin al fin, y de forma repentina, había encontrado a su Alma Gemela. Pero esta temerosa, escapó de él.

AZUL #taejinWhere stories live. Discover now