CAPÍTULO 2

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2.- La enfermedad

Cuando llegó a la habitación de Harry, ya que se apareció directamente allí, lo primero que vio fue la bandeja intacta de comida que estaba en el suelo. Examinó la puerta cuidadosamente e inmediatamente descubrió la portezuela flexible que se había construido para que se pudieran empujar las cosas a través de la puerta. Acercándose, intentó abrir la puerta pero se mantuvo firmemente cerrada con llave. Al inspeccionarla más de cerca, Dumbledore pudo determinar que estaba cerrada con llave desde fuera y que no había forma de abrirla desde dentro de la habitación. Frunciendo el ceño, miró otra vez la bandeja, notando como era de pequeña la cantidad de comida, solo algunas verduras y algunas tostadas quemadas.

Un pequeño gimoteo llamó su atención y el viejo director se movió hacía la cama. Allí, bajo una delgada sábana, pudo ver la forma de Harry que se estremecía. El muchacho estaba durmiendo de forma irregular, mientras gemía y se movía débilmente en la cama. Con cuidado, como para no perturbar al muchacho, apartó la sábana; quería ver bien al niño. Lo que vio, lo preocupó todavía más. Harry vestía el uniforme escolar, pero ni tan siquiera las túnicas podían esconder el hecho que había adelgazado de forma increíble en el pequeño tiempo que había pasado con sus parientes. Ya que el muchacho había comenzado a temblar todavía más, puso suavemente una mano sobre la frente del niño. Abrió la boca suavemente, ¡el niño estaba ardiendo! ¿Por qué sus parientes no hacían nada? Pero al mirar lentamente la habitación, la triste verdad sobre la vida de Harry durante el verano se reveló ante él. Sus únicos parientes vivos, no se preocupaban por él. El viejo mago se calmó, mientras intentaba luchar contra la culpa que había comenzado a aparecer en su mente. ¿Por qué Harry no le había explicado nunca lo que pasaba en esta casa? Suspirando, miró otra vez al pequeño y valiente muchacho y decidió que era hora de marcharse. No estaba seguro de lo que iba a hacer con Harry, pero sabía que en cualquier lugar sería mejor que aquí.

Silenciosamente, Dumbledore convocó a la habitación el baúl de Harry y con mucho cuidado, guardó los pergaminos que habían estado en la mesa. Entonces, con un pequeño movimiento de su mano, envió todo aquello a su casa, donde estaba planeando llevarse a Harry. Una vez más, se acercó a la cama, sólo que esta vez, envolvió las mantas alrededor del niño. Después de asegurarse que lo tenía todo, recogió el pequeño bulto, notando a la vez lo ligero que se había vuelto Harry y sin una mirada, se apareció lejos.

En cuanto aterrizó delante de su casa, volvió a colocar mentalmente los hechizos en Privet Drive; no había ningún sentido de preocupar al ministerio, y entonces comenzó a caminar hacía la casa. Una vez dentro, Dumbledore caminó rápidamente hacía la sala y puso a Harry en el sofá. Su primera prioridad era asegurarse que Harry estaría lo más cómodo posible.

Después de haber reestructurado la sábana alrededor del delgado muchacho, se acercó hacía el baúl que ahora estaba cerca del sofá. Al abrirlo, comenzó a mirar la ropa del muchacho, mientras intentaba encontrar algún pijama que le encajara mejor que sus túnicas escolares. Lo que vio lo hastió. ¿Cómo podía ponerse el chico esos trapos? Eran por lo menos dos veces su tamaño y parecían muy gastados. Suspirando, dejó caer la camisa que había estado mirando y cerró el baúl. Si el mundo mágico supiera que tipo de ropa su héroe llevaba, los muggles le habían hecho serio daño. Después de asegurarse que Harry seguía dormido, Dumbledore salió de la sala; estaba seguro que tenía un poco de ropa que le encajaría mejor al niño que esas cosas que sus parientes llamaban ropa. Cuando el muchacho mejorara, tendría que asegurarse que consiguiese un poco de ropa, no podía seguir llevando esos trapos.

Cuando regresó unos minutos después, se sobresaltó al ver que Harry estaba sentado en el sofá. El muchacho estaba temblando muchísimo. Tenía su cabeza en las rodillas y estaba intentando tranquilizarse cogiendo aire profundamente. Silenciosamente, Dumbledore dejó caer la ropa que había encontrado en una silla y se había acercado al muchacho.

Al sentarse en el sofá a su lado, pudo escuchar fácilmente que el niño estaba llorando y por primera vez en mucho tiempo, no supo que hacer. Conocía lo suficientemente bien a Harry como para saber que el muchacho odiaría el hecho que Dumbledore lo había visto tan vulnerable. Por otro lado, el director podría ver claramente que Harry necesitaba un poco de consuelo y ya que era el único que estaba allí, tendría que proporcionárselo. Todavía estaba mirando que debía hacer cuando Harry se puso de pie de repente. El muchacho no había dado ni dos pasos cuando sus rodillas se doblaron derribándolo. El director reaccionó con rapidez y cogió al niño antes que se hiciera daño. Poniéndolo de pie, Dumbledore miró hacía abajo en los ojos verdes embotados, que estaban mirándolo confusos. Era como si Harry no estuviera allí realmente, como si no comprendiera dónde estaba y quien estaba con él. Dumbledore frunció el ceño con cuidado cuando sintió que el muchacho comenzó a luchar contra su agarre y lo apretó con fuerza. Finalmente, después de unos momentos de intentar liberarse, Harry abrió su boca y dijo suavemente.

- Voy a vomitar.

El viejo director no se molestó en contestar. En cambió, movió su agarre en los brazos de Harry y lo llevó cuidadosamente al baño más cercano, todo el rato manteniéndolo de pie y permitiéndole que se apoyara contra él. En cuanto llegaron, Harry se dejó caer de rodillas y vomitó. Dumbledore, estuvo de pie a su lado, notando como era de pequeño el vomito del muchacho, otra muestra de que no había comido mucho en los últimos días.

Después de unos minutos, Harry estaba en el suelo flácidamente, sus ojos cerrados firmemente. Dumbledore se arrodilló a su lado y convocando un trapo húmedo, movió a Harry para que estuviese contra su hombro. Suavemente, comenzó a lavar la cara del niño. Harry se quedó inmóvil en sus brazos, pero Dumbledore podría decir que no estaba durmiendo.

Una vez más, convocó un vaso de agua y lo puso contra los labios de Harry.

- Vamos, mi niño, bebe esto.

El muchacho obedeció silenciosamente y bebió sobre la mitad del agua antes de cerrar de nuevo la boca. Dumbledore no le obligó a que bebiera más; en cambio, dejó el vaso y le ayudó a ponerse de pie sobre sus inseguras piernas. Despacio, hicieron el camino a la sala, con Dumbledore que apoyaba la mayoría del peso del chico. Después de hacer que se tumbara, el viejo director se sentó a su lado en el sofá.

- Harry, ¿puedes oírme?

El muchacho simplemente cabeceó ligeramente, no molestándose en abrir sus cansados ojos. Dumbledore se preguntó brevemente que estaría pasando en su cabeza, mientras retiraba un mechón de pelo de su cara.

- ¿Cómo te sientes, Harry?

- Mal.

Dumbledore se habría reído de la respuesta directa de no haber sido tan fuera del carácter del muchacho. Harry nunca admitía no sentirse bien, dejando a todos cuidadosamente ignorantes prácticamente sobre todo lo que consideraba su salud.

- ¿Cuándo comenzaste a sentirte enfermo?- Harry frunció el ceño ligeramente pero todavía manteniendo sus ojos cerrados.

- No sé, ¿quizá un par de días después de Hogwarts? No puedo recordarlo con seguridad.- Dumbledore cabeceó angustiadamente y acercó una mano fresca a la ardiente mejilla del niño.

- Está bien, niño. ¿Por qué no vuelves a dormirte?- Pero Harry negó vehementemente con la cabeza.

- No quiero. No quiero ver morir a Cedric otra vez.

Dumbledore se mantuvo en silencio. No debería sorprenderse, debería haber sabido que algo así era probable que pasara. Suspirando, el director colocó las mantas alrededor del pequeño chaval y se puso en pie.

- Te dejo solo un momento, quédate aquí. ¿De acuerdo, Harry?

El niño asintió ligeramente y el director fue rápidamente hasta su oficina donde guardaba todas sus pociones. Severus siempre se aseguraba que tenía un buen abastecimiento y de esa forma estuviese preparado para cualquier emergencia. Después de sacar la poción para dormir sin soñar, volvió hasta donde estaba Harry y le hizo beber un poco. Esperó unos minutos a su lado, hasta que estuviese seguro que estaba completamente dormido. Dumbledore se sentó en un sillón, sus ojos nunca se despegaban de la cara de Harry. ¿Qué debía hacer ahora?

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