CAPÍTULO 29

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29.- Cumpleaños II

Dumbledore, se acercó a la orilla del lago con una pequeña sonrisa. Sacando su varita, convocó una gran manta color de plata con un movimiento, la cual flotaba suavemente en el agua. Riéndose de las boqueadas sorprendidas de sus amigos, el anciano anduvo encima de la manta y se sentó en uno de los lados. Después de intercambiar una mirada, los otros tres también entraron en la extraña manta. Minerva y Alec se sentaron a los lados de Dumbledore, y Severus se sentó en la situación opuesta al anciano, realizando un pequeño círculo. Para acomodarse mejor, Severus convocó varias almohadas para que pudieran apoyarse. Una vez estaban cómodos, el director murmuró unas palabras, y la manta comenzó a moverse hasta que se hallara en medio del lago.

Alec se rió con deleite, mientras miraba alegremente a su alrededor. La vista que tenían desde ese lugar era increíble. Los grandes árboles, rodeaban todo el lago; el sol brillaba con fuerza, anunciando que iba a ser un día caluroso, y Alec esperó que pudiera convencer a sus maestros para ir a nadar con él. Desde la segunda prueba, había aprendido a nadar y aunque no se le daba demasiado bien, podía defenderse. Su mirada se dirigió del agua a su abuelo el cual había aclarado la garganta llamando su atención.

Cuando el anciano estaba seguro de que tenía su atención, murmuró algo muy bajo y un gran montón de regalos apareció en el círculo. Alec no pudo evitar el aturdirse ante la vista, debería haber unos treinta paquetes allí envueltos. ¿Qué demonios estaba pensando ese hombre? Mirándolo fijamente, frunció el ceño al director.

- ¡Yayo! ¿Qué has hecho? ¿Comprar la tienda entera?- Dumbledore se rió suavemente y le dio una mirada inocente.

- Era la forma más fácil de conseguir que aceptaras todo esto. Sé que te habrías quejado muchísimo si te hubiera llevado a la tienda y te lo hubiera comprado tal y como era mi intención.- Harry le miró molesto. Sabia que era verdad; podía recordar perfectamente la batalla que había presentado para la ropa. Pero la ropa había sido necesaria, esto no. El anciano lo estaba malcriando, y él no sabía aceptarlo. Cruzándose de brazos, lo fulminó con la mirada.

- Y aún así me quejo. No necesito tantas cosas.- Dumbledore alzó una ceja con total serenidad.

- Primero de todo, no sabes lo que hay en los paquetes, así que no sabes si lo necesitas o no. Y segundo, te habrías quejado igualmente, aunque te hubiera comprado un solo regalo. Por lo tanto, no voy a escucharte. Ahora vamos, abre tus regalos.- Harry negó con la cabeza y suspiró. Cuando alargó la mano para el primer paquete, vio la cara triste del director y frunció el ceño. Alejando su mano del paquete, abrazó al hombre con fuerza.

- Lo siento, yayo. Por favor, no pienses que no lo agradezco, es tan solo que jamás me han malcriado así, y no sé como reaccionar.- Dumbledore devolvió el abrazo y alboroto su pelo.

- No te preocupes Alec, lo comprendo. Ahora sigue y no te preocupes por nada, ¿vale?

Harry asintió y cogió el primer paquete, abriendolo para descubrir un juego muggle. Lo miró por un momento, antes de que los demás lo instaran a continuar. Le tomó casi una hora, mientras intentaba saborearlo y yendo tan despacio como sus acompañantes le permitieron. Una vez que acabó, gimió y se echó para atrás. El anciano le había comprado literalmente todo lo que podía necesitar: de un baúl escolar a una bolsa de caramelos de limón y de libros de quidditch a una escoba nueva ya que no podía usar su Saeta de Fuego. Le gustó cada regalo y aún cuando pensaba que no había sido necesario, abrazó al hombre. Una suave risita le hizo abrir los ojos. Severus estaba mirándolo con una mueca en su cara.

- No has acabado aún.

Harry parpadeó y se sentó. Inmediatamente notó que sus profesores habían colocado dos regalos delante de él. Sonriéndoles a los dos, abrió el primero. Abrió la boca sin habla ante lo que vio, era un juego de ajedrez muy bueno. Sabiendo de quien era el regalo, abrazó al maestro de pociones con fuerza.

- Gracias, tío Severus.- El hombre alborotó su pelo suavemente.

- De nada, niño.

De la profesora de transformaciones recibió una capa rojo oscuro. Agradeciéndole, miró de forma expectativa a su abuelo, mientras se preguntaba que era lo que harían ahora. El anciano sonrió y lo miró junto con Severus y sonrió.

- ¿Por qué no vais a nadar durante un rato? El agua estará bastante caliente ahora mismo.- Mientras que Harry parecía encantado ante la idea, Snape asesinó con la mirada al anciano. Notando su mirada asesina, el muchacho cogió su brazo suavemente.

- Por favor, ven a nadar conmigo.- Snape lo miró de tal forma que hizo que Harry dejara su brazo y arqueara la cabeza.- Lo siento, no quería obligarte.

El maestro de pociones asesinó con la mirada a Dumbledore y apretó su mano ligeramente contra su brazo, mientras esperaba que el anciano pillara la indirecta. No iba a ir a nadar con el niño mostrando la señal oscura. Acababa de ganarse la confianza del niño, no estaba preparado para perderla. Albus notó el gesto y frunció el ceño ligeramente. Se había olvidado de eso; no importaba mucho porque sabía que Harry conocía los otros deberes de Severus. Pero Alec no debía saberlo, y Dumbledore no podía decirle a Severus que su nieto ya lo sabía. Al hombre le daría un ataque. Suspirando se giró al muchacho.

- ¿Por qué no esperas hasta que Remus llegué? Estoy seguro que él no tendrá ningún problema en ir a nadar contigo.

Harry sonrió un poco, pero se quedó callado, mientras se reñía mentalmente. No debería haberse olvidado de quien era el hombre. No importaba lo bien que ahora se llevaran, el maestro de pociones aún era el mismo bastardo cruel que lo había atormentado en la escuela. Los tres adultos comenzaron a hablar y mientras él los escuchó por un tiempo, pronto se aburrió y se acercó al borde de la manta. Sentándose, miró al agua. El día había ido tan bien, pero ahora se sentía solo; debería haber sabido que perderían su interés por él, le habían dado regalos y seguramente después conseguiría un pastel. Debería sentirse feliz sobre eso, era más de lo que cualquiera había hecho nunca en su cumpleaños. Aún así, no pudo evitar el desear más. Acostándose en la manta, aún mirando el lago, el muchacho suspiró. Estaba comenzando a volverse muy exigente, y debía pararlo. ¿Qué iba a pasar una vez se acabara el verano? Tendría que acostumbrarse a vivir otra vez en Hogwarts, y después de eso, seguramente volvería con los Dursley. Suspirando, cerró los ojos. Se encontraba dividido, una parte quería disfrutar las cosas tal y como se estaban dando, y otra le estaba avisando que parara.

Severus alzó la vista de su conversación con el director y Minerva; Alec estaba muy callado. Se sobresaltó al notar que el muchacho ya no estaba sentado a su lado, sin que se encontraba a metro y medio de distancia. Frunciendo el ceño, el hombre se levantó, sobresaltando a sus dos compañeros que de repente notaron la ausencia del niño. Silenciosamente se acercó y se arrodilló a su lado.

- ¿Alec?

El muchacho se sobresaltó de tal forma por la voz que se giró para mirarlo, olvidándose que estaba al borde de la manta. Con gran salpicadura, la pequeña forma del niño cayó en el agua.

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