CAPÍTULO 38

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38.- La enfermería

Harry se despertó con una discusión. Frunciendo el ceño sin abrir los ojos, intentó determinar donde estaba.

- ¡Poppy, por el amor de Merlín, estamos bien! No necesitamos quedarnos aquí.- Harry sonrió un poco cuando escuchó a la matrona resoplar escéptica.

- Severus, acabas de luchar contra una horda de dementores, dudo que puedas estar bien incluso si hubieras comido todo el chocolate de Honydukes.- Una pequeña risita reveló la presencia de Minerva.

- Dudo que pudieras obligar a Severus a comer tanto chocolate.- Harry sonrió ligeramente con los ojos aún cerrados: podía imaginarse el ceño en la cara del hombre y no fue defraudado cuando se escuchó la voz enfadada.

- ¿De que lado estás, Minerva? ¿O quieres quedarte aquí hasta mañana?- Después de un pequeño silencio, la voz femenina volvió a hablar.

- Hombre... si lo planteas así...- La voz suave de Dumbledore paró la discusión.

- A ver niño, no os matará quedaros aquí durante unas cuantas horas; además, de esa forma, Poppy y yo podremos vigilaros a Alec y a vosotros.

Harry abrió sus ojos ligeramente y miró como Dumbledore y la enfermera, metieron a los dos enfadados profesores en las dos camas opuestas a la que él estaba ocupando. Después de mucho refunfuño por parte de Snape, la señora Pomfrey logró meterlos en la ama y les dio una taza de chocolate caliente a los maestros. El chocolate debía tener una poción durmiente suave porque ambos estaban dormidos en cuestión de minutos. Harry abrió sus ojos por completo cuando Dumbledore se acercó otra vez a su cama. El anciano se sobresaltó un poco al verlo despierto, pero le sonrió con ternura.

- ¿Esos dos te han despertado, niño?- Harry parpadeó y devolvió la sonrisa.

- Sí, pero ha sido bastante divertido. Nunca creí que tío Severus discutiría de forma tan infantil.- Dumbledore se rió suavemente, cogiendo la atención de la señora Pomfrey. La mujer se acercó y frunció el ceño cuando vio al muchacho despierto.

- Deberías estar aún dormido, joven.- El chico miró sus manos y asintió ligeramente.

- Sí señora.- Dumbledore sonrió suavemente.

- Poppy, creo no te has encontrado con mi nieto, Alexander.

La señora Pomfrey los miró por un largo rato antes de dirigir su mirada al niño. El muchacho la miró desconfiadamente: necesitaba mantener la charada después de todo, y se estaba preguntando que sería lo que pasaría.

La mujer ignoró la mirada inquisitiva y simplemente alzó una ceja. Entonces, cerró las cortinas alrededor de la cama y puso un encanto de silencio alrededor del pequeño cubículo. Dumbledore frunció el ceño ante sus acciones.

- Poppy... ¿Qué estás...?- La enfermera lo miró severa.

- Albus, no sé a que juego estáis jugando vosotros dos, pero me gustaría una explicación sobre por qué medio mundo mágico está buscando a un muchacho que simplemente se encuentra en tu custodia.- Alec gimió suavemente y puso un brazo encima de los ojos, mientras que los de Dumbledore se endurecieron.

- Supongo que el decirte que no tengo ni idea de lo que hablas no sirve de nada ¿verdad?- Poppy resopló.

- He sido una enfermera en esta escuela durante décadas, Albus. Y el señor Potter, aquí presente, ha sido uno de mis visitantes más frecuentes. Mientras que admito que su disfraz es muy bueno, apenas esconde los datos médicos.

Albus asintió ligeramente, debería haber pensado en eso, pero había estado demasiado preocupado por Alec como para pensar en las consecuencias. Aún así, no estaba tan seguro de si era una cosa mala, después de todo, Poppy era una de sus personas de más confianza y se encontraba obligada a guardar el secreto debido a los juramentos médicos. Suspirando miró a su supuesto nieto.

- ¿Estás seguro que estás bien, Alec?

El muchacho se estaba estremeciendo bajo las mantas. Poppy estuvo a su lado inmediatamente, tomando su temperatura. Una vez tranquilizada de que no tenía fiebre, salió del pequeño cubículo y sacó un poco del chocolate caliente que le había dado a Severus y a Minerva.

Cuando volvió, Alec ya no se encontraba en la cama, sino envuelto en sus mantas y en el regazo de Dumbledore. Silenciosamente, el hombre cogió la taza en sus manos y la apretó contra sus labios de Harry. El niño bebió obedientemente y estuvo dormido en segundos. Los dos volvieron a colocar al niño en la cama y entonces, fueron a la oficina de la señora Pomfrey. Ella quería respuestas y las conseguiría.

A Dumbledore le tomó casi una hora el explicar lo que había pasado y por qué había escogido el esconder a Harry. Al final, la enfermera había acordado que Harry estaba mucho más seguro como Alec, pero no le gustaba el no decírselo al resto de maestros. Había esperado que al menos se lo hubiera dicho a Minerva y a Severus, ya que era una de las personas de más confianza, pero el anciano se negó a decírselo a nadie más. En su opinión, ya había demasiadas personas que sabían sobre esta situación y no quería arriesgarse a que lo supieran más personas. La señora Pomfrey se quedó callada, no estando de acuerdo con el hombre, pero no pudiendo hacer nada sobre ello; sus juramentos le obligaba a mantener los secretos de sus pacientes intactos, y Dumbledore había apelado directamente a dichos juramentos, obligándola a mantener su boca cerrada sobre el tema.

El despertar fue desagradable, sintió como el conocimiento volvía despacio y sabía que había sido drogado. Era en esas ocasiones cuando odiaba el que Poppy tuviera acceso a sus pociones. El que te dejaran inconsciente por tu propio trabajo era humillante. Suspirando, abrió los ojos y notó que la habitación se encontraba profundamente iluminada, indicando que era bien entrada la mañana.

El hombre se sentó en la cama de mal humor y se encontró con la vista de Alec que leía una de sus libros. La escena, aunque no era rara, le hizo darse cuenta de lo solitario que era el muchacho. No sabía mucho de su vida anterior antes de que lo conociera, pero el muchacho parecía estar acostumbrado a la soledad. En todas las tardes que había estado en la casa de Albus, jugando al ajedrez con el chiquillo ni una vez había visto que llegara una lechuza para él, ni le había oído hablar de sus amigos. El niño parecía tomar la compañía que le ofrecían y nunca exigía más.

Severus negó con la cabeza. Bueno, aquello no era completamente verdad, había visto como el niño le fue pidiendo más atención por parte de Albus a medida que iban pasando los días. No podía evitar el preguntarse que era lo que le había pasado en su corta vida para hacer que aceptara lo que le rodeaba.

Fue sacado de sus pensamientos cuando el muchacho lo miró al sentir su oscura mirada fija sobre él.

- Buenos días, tío Severus. ¿Cómo te encuentras?- Alzando una ceja, el hombre salió de la cama y se sentó al lado del niño.

- Estoy perfectamente. Ayer me encontraba perfectamente, esa mujer siempre sobre reaccionó.

Harry se rió suavemente pero no dijo nada. Cerró el libro y se apoyó contra sus almohadas. Le habría gustado irse de la enfermería en cuanto se despertó, pero su abuelo le había prohibido tajantemente el que saliera del cuarto hasta que la señora Pomfrey diera su permiso. Por mucho que odiara ese lugar, no iba a desobedecer una orden directa del anciano director.

- ¿Dónde están Albus y Minerva?- Harry lo miró y frunció un poco el entrecejo.

- Han ido a la oficina del abuelo, o por lo menos, eso es lo que la señora Pomfrey dijo.- Severus estuvo a punto de contestar cuando la enfermera entró a toda prisa, y le miró preocupada.

- Severus, Dumbledore te necesita en la puerta principal.- El maestro de pociones intercambió una mirada con Alec y frunció el ceño.

- ¿Por qué? ¿Ocurre algo?- La mujer frunció el ceño.

- El Ministro está aquí, y Albus y él están discutiendo bastante fuerte. Minerva me pidió que trajera a todos los maestros.

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