18. Sombrilla

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Devolverle de aquella forma la sombrilla a Adrien no era ni remotamente parecido a lo que ella imaginaba. Tenía en su cabeza una escena romántica digna de un Oscar, pero contrario a lo que esperaba tenía al rubio con la cabeza descansando en su regazo mientras llovía a cantaros en la ciudad del amor.

Estaba muy triste, no porque su escena perfecta no se desarrollara como ella esperaba, sino por el muchacho que tenía sobre ella.

El aniversario número tres desde la desaparición de su madre se había cumplido y seguía sin tener un poco de consuelo por parte de su padre, seguía sin tener ni una sola palabra de aliento, algo que lo hiciera sentir en casa al llegar a aquella enorme mansión. Allí no había nada que lo hiciera sentir abrigado, así que en un arrebato de tristeza y desesperación, saltó de la ventana de su habitación y caminó bajo la lluvia torrencial de aquella tarde, dejando que las gotas de agua lavaran sus lágrimas.

Vagó sin saber a dónde iba hasta que de pronto se encontró con Marinette, vistiendo su bonito pijama, con la sombrilla que le había dado el día que se volvieron amigos.

-¿Marinette? ¿Qué haces aquí?-preguntó el muchacho, sin entender que hacía la chica en esas condiciones bajo la lluvia, siendo refugiada, únicamente, por el paraguas.

Estaba agotada por haber corrido, se puso los primeros zapatos que encontró y corrió a cubrir al joven de cabellos dorados al que vio pasar sin la sonrisa usual que portaba. Podía ver sus ojos apagados y se sintió terrible.- Vas a enfermar si sigues bajo la lluvia.

El chico sonrió con tristeza, no importaba eso. Si se enfermaba el que lidiaría con él sería Natalie y el doctor. Su padre no se aparecería por su habitación ni una sola vez, y no sabía si eso lo rompía de tristeza o de furia.- ¿Puedo abrazarte?

La petición la tomó por sorpresa pero no se negó, dejó caer la sombrilla y dejó que la lluvia y la ropa mojada del chico la empaparan. Sintió en su hombro derecho los sollozos desconsolados de su amigo. Quiso sostener su corazón hecho pedazos, pero no podía entrometerse, tan solo podía estar ahí para él.

Ambos terminaron descansando a la sombra de protección que les brindaba un árbol, con Adrien en el regazo de Marinette. Ella peinaba sus húmedos mechones de cabello con una dulzura infinita, deseando que todo aquello que lo atormentaba no fuera suficiente para derrumbarlo. Quería que estuviera mejor, que fuera feliz y envió un pedazo de su corazón al cielo, esperando que su deseo se cumpliera.

Estornudó con fuerza. Hacía mucho que la lluvia no era lo único que estaba molestándola, sino también el viento frío que se colaba bajo su ropa y le enviaba olas de escalofríos, pero nada de eso importaba si podía asegurarse de que Adrien estuviera bien.

Se había quedado dormido. Sabía que no tenía frio porque de alguna forma ella le brindaba calor suficiente.

Un lujoso vehículo se detuvo frente al sitio en el que se resguardaban y vio bajar al mismísimo Gabriel Agreste, con una mueca molesta. Ordenó a un enorme hombre levantar a Adrien y subirlo al auto.

-No se que sucedió, pero no necesito hacerlo para ver la tristeza en sus ojos. Sé que es un hombre importante, pero debería ser capaz de notar que su hijo se está cayendo a pedazos ¡Haga algo!

Él ni la miró, subió al auto y vio a su hijo susurrar entre sueños el nombre de la muchachita a la que habían dejado atrás. 

Mes AdrinetteWhere stories live. Discover now