Capitulo 4

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El lunes siguiente al simposio llovió como si la rotación de la tierra dependiera de ello y a pesar de vivir a pocas cuadras y salir lista para enfrentar un huracán, que mis pies llegaran mojados y fríos al aula fue inevitable. Las converse no son un calzado apto para lluvia, pero había dejado mis botas en el cuarto de Olivia y parecía estar demasiado bien acompañada como para molestarla por un par de botas, que nunca llegara a la clase me dio la pauta de que había tomado la decisión correcta al no tocar su puerta.

La clase de Lucas estuvo más que interesante como siempre. Se había cortado el pelo y como ahora no podía jugar con su mechón lo hacía con su labio inferior. Un acto innecesario, casi tanto como las ganas que me invadieron de tenerlos sobre los míos. Me sentía una idiota, pero me consolaba saber que no era la única. Su club de fans era vasto y amplio. La presidenta, la chica de rulos, estaba extasiada y no paraba de hablar, al punto de que él tuvo que pedirle que lo dejara terminar la idea porque su ruido lo hacía perderse.

Le escribí un mensaje a Olivia para que me acercara un calzado seco a la universidad, me pidió perdón por no haber atendido la puerta esa mañana y me invitó a tomar un café a modo de disculpa y para contarme con quien se había estado entreteniendo.

Fumé un cigarrillo en la puerta antes de salir con la esperanza de que la lluvia perdiera algo de intensidad en ese lapso de tiempo pero nada sucedió. Cuando estaba dando la última calada antes de tirarlo, un dedo suave y firme se filtró por mis costillas. Mi cuerpo se sacudió de la sorpresa y porque esa era una de mis zonas más propensas a las cosquillas "¿Fuego tienes?" me dijo con ese acento extrañísimo que todavía no terminaba de descifrar. No le dije nada, solo le alcancé mi encendedor, él se metió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un paquete de 20 recientemente estrenado.

- ¿Camel? - Le pregunté con sorpresa.

- Sip - Dijo inhalando.

- Te hacía más de Marlboro.

- Yo no te hacía de orgánicos para niños - Dijo señalando lo que quedaba de mi cigarrillo armado. Si, el papel de uva es hasta tierno con sus dibujos de fruta con cara sonriente. Todo el mundo se queda mirándome cada vez que armo uno, pero me encanta el sabor que me dejan en los labios.

- Me encanta el sabor que me dejan en los labios - Dije mirando inconscientemente a los suyos.

- Son tiernos - Acotó - Me gustaría probarlos en algún momento - Yo sentí que la saliva se espesaba en mi boca.

- Bueno, puedo regalarte algunos si querés.

- Ay Clara... - Dijo suspirando como frustrado asumiendo que yo no había entendido el comentario.

- Si entendí a que apuntabas.

- No lo dudo - Me dijo prendiendo su impermeable caro color beige. Mis pensamientos ya habían implosionado en mi cerebro y me quedé mirándolo con cara de tonta - ¿Para qué lado vas? - Me preguntó exhalando humo por la nariz.

- Tengo que encontrarme con Olivia a unas cuadras.

- ¿Compartimos sombrilla? - Propuso dando un paso al frente. Yo abrí el paraguas y me pegué a su lado. Empezamos a caminar.

El me miró furtivamente mientras salpicabamos agua con los pies. Yo hice de cuenta que miraba una vidriera, la hora y al frente otra vez, él me imitó. Me encanta tenerlo cerca, no me queda ningún pelo en el cuerpo sin erizar y no estoy muy segura de que lo correcto sea culpar al frío o a la lluvia como en esa canción vieja de Luis Miguel. Vamos a la par, casi levitando, nos convertimos en espías del otro detrás de los cuellos levantados de los abrigos pero no decimos nada, somos como dos chicos. Se me escapó una risita, él me devolvió el gesto y lo complementó mirándome profundamente con sus ojos brillantes, como si examinara algún espécimen raro como un billete devaluado de dos pesos.

- Olivia me está esperando adentro - Le dije frenando en la puerta del café.

- Bien, sana y salva - Me respondió alejándose lentamente.

- ¿Querés llevarte el paraguas para el camino? Tengo otro en el bolso - Le ofrecí.

- No te preocupes tengo uno también - Confesó, buscando en su mochila. Cuando levantó la vista me dedicó una sonrisa que amenazaba con convertirse en carcajada - Tengo que aprender a fingir más - Me respondió.

Nos miramos sin decir nada por unos segundos y nos despedimos sin ceremonia, solo me dijo que le gustaba caminar bajo la lluvia con compañía. Al abrir la puerta del café me sentí floja como un sundae de vainilla con salsa de alegría y chips de desesperación. 

#1 ¿Qué quiere un hombre de una mujer que no quiere nada de él?Where stories live. Discover now