CINCO

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La superficie del Río Lacrimae burbujeaba y hacía querer a Lily regresar sobre sus pasos, rumbos Castillo Penumbra. Pero debía de permanecer ahí. Según Mary, el príncipe Anfibius entraría a Gehenna por el Puerto de la Aurora, pasaría por Pasil Negro y desenbocaría en el Río Lacrimea.

A pesar de no conocer al príncipe de reino del Coral Lily había leído bastante sobre su Casa. El reino del Coral era el reino más alejado de todos. En sus días de gloria había sido el más potente, llegando a declararle la guerra al Sultanato e incluso logró conquistar medio país, sin embargo el clima árido del desierto los hizo retroceder de vuelta a sus islas. Hoy en día prestaba su apoyo al reino de la Luz, la Casa Solar contra la Casa del Sultanato.

Una Casa de conquistadores sin duda alguna, ¿pero qué clase de Casa no había sido así en su tiempo? Después de todo Emma tenía razón en algo: la Casa Sombra había forjado su reputación sobre la sangre de gente inocente, errores que esperaba que ni ella ni sus sucesores volvieran a cometer.

De las profundidades del río surgió una criatura cubierta de escamas y ojos vidriosos protegidos por unas cortinillas gelatinosas que subían y bajaban a voluntad. Sus manos, acabadas en dedos con garras en forma de garfios, eran palmeadas con membranas entre ellos; sus piernas tenían aletas en los tobillos y su cabeza, con aspecto de lagarto, estaba recubierta por una coraza impermeable de piel viscosa. Del cuello le colgaban algas y pedazos de coral, y de su espalda, junto con unas vértebras que sobresalían como montículos de dragón, se podían apreciar restos de conchas y caracolas marinas con y sin ermitaño.

Lily gimoteó tratando de ignorar el desagradable olor a yodo y azufre.

—Bienvenido a Castillo Penumbra, príncipe Anfibius. Me de gusto saber que cuento con su presencia en esta cumbre.

La voz que vino en respuesta fue fuerte y profunda, como salida del interior de un recipiente lleno de agua.

—El placer es todo mío, Lady Sombr. Me alegra mucho saber que los rumores de su belleza no eran exagerados, tiene usted la forma de la anguila más ágil que haya conocido y sus labios son carnosos como los de un salmón.

—Eh... Gracias. Creo.

Lily no sabía como responder, ¿Tal vez simplemente sonreír o quizas darle la mano?

Pero antes de que ella pudiera estrechar su mano una figura con yelmo y coraza de coral se interpuso en su camino.

—No te atrevas a tocar a mi señor —el ojo dorado que la miraron desde el yelmo parecían desprender fuego. —Pequeña niña insolente. Inténtalo una vez más y te juro por los seis que cortaré ese cabello blanco de anciana.

Lily examinó a su agresor: en su armadura se lograba apreciar el sello de la Casa Coral. —Dos conchas marinas blancas entrelazadas entre sí en un campo de arena. —De su espalda colgaba una enorme mochila de cuero, y una larga hoja en forma de pez espada sobresalía de su cinto. La espada era justo como su dueño: perfecta y tan fina.

—Está bien Ariel. —dijo Anfibius.

El caballero se despojó de su casco y Lily se sorprendió al observar a una chica de tez tan pálida como la de ella. Era un poco más baja que ella, pero tenía un aire intimidante. Sus hombros eran anchos y fuertes, los músculos de sus brazos se tensaban bajo la cota de malla plateada cuando se movía. Sus labios eran finos y su rostro está salpicado por pecas en forma de estrellas, como las constelaciones que ella y su hermano Dante solían nombrar de niños. Llevaba el cabello color negro sujeto hacia un lado dividido en amplios mechones, con hilos trenzados en intrincadas secciones. Grandes pendientes de caracolas colgaban de sus orejas, estirando sus lóbulos y sus ojos dorados brillaban con furia salvaje.

MAGIA DEL REFLEJOWhere stories live. Discover now