DOCE

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Thorn despertó y de inmediato deseo no haberlo hecho; sintió un dolor intenso en las costillas, como si una criatura le estuviera mordiendo la piel. Parpadeo lentamente para aliviar el dolor en sus ojos.

Lo primero que llegó a su campo de visón fueron las figuras borrosas y los colores apagados. Luego las dos manchas anaranjadas se volvieron más nítidas, y poco a poco pudo distinguir un par de velas sobre un mesita pequeña.

La habitación en la que se encontraba estaba tan desordenada como sus pensamientos. Se quitó la camisa abierta y apretó sus costillas vendadas con fuerza. Sus dientes rechinaron cuando dejó que sus piernas se balancearan sobre el contado de la mesa. Solo tardo unos segundo en ponerse de pie para que el dolor se transformara en algo peor.

—Hay algo en las caídas libre que me hace querer saltar de la cama.

Angela se estaba lavando las manos en un fregadero. Estas estaban sucias, arrugadas y polvorientas. Cuando termino sacudió el agua, se puso los guantes de nuevo, y se volvió hacia Thorn con una mirada condenatoria.

—¿Y se supone que esto es una cama? —susurró con voz ronca. —Eh dormido en pajares más cómodos que esta mesa.

Angela se encogió de hombros.

—El doctor Bilis dijo que no te moviéramos de sitio. Incluso le ayude a vender tus heridas para que él y si aprendiz, Eddie, pudieran concentrarse en hacer un nuevo modelo de piernas para Tombo el Tambaleante. —Angela miró hacia los vendajes con un gesto petulante. —Casi perfecto, ¿no? Es la primera vez que lo hago.

—Aún así, pudieron haberme conseguido algo blando en que reposar. —dijo Thorn, sin dejar de pensar que alguien, deseaba por los seis que no hubieran sido Angela o Lily, lo habían desvestido y le habían cambiado de ropa.

—Lady Sombra te trajo una almohada —Angela se aclaró la garganta. —Es lo mejor que pudimos hacer, dado que moverte no era una opción.

Thorn miró hacia abajo. Había una almohada de terciopelo negro donde antes había reposado su cabeza, lo suficientemente afelpada para que haya dormido plácidamente todo el tiempo. No sería lo adecuado para un noble, pero para un campesino que se había despeñado por una caída de sesenta metros, podría considerarse lujoso.

—¿Como te encuentras? —preguntó Angela, y sonrió.

Él la miró, sus ojos verdes irradiaban travesura

—¿Es que acaso estabas preocupada, princesa? —cuando Angela no le respondió, revisó sus costillas con un profundo suspiro. —Bien, supongo. —dijo.

El vendaje se sentía fresco y húmedo alrededor del cuerpo de Thorn, por lo que significa que alguien debía de habérselo cambiado hace poco, y ese alguien había sido Angela Solar.

—Esperaba a Lady Sombra. —dijo. —De entre todos, no imaginé que usted estaría aquí.

—Ella estuvo aquí hace rato. —dijo Angela. —Más que un rato, en realidad. Mary tuvo que sacarla para que durmiera un poco antes de que tuviera que ponerse pinzas en los ojos para mantenerlos abiertos.

Thorn soltó una carcajada.

—Eso me hubiera encantado verlo.

Entonces se estremeció al recordar lo que sucedió momentos antes de quedar inconsciente.

—Usaste magia ¿Cierto?

—En efecto. —Angela miró sus manos enguantadas. —Es un secreto que había mantenido oculto por mucho tiempo. Un secreto que ah pasado de generación en generación entre las mujeres de la Casa Solar. Se suponía que este era mi secreto. —Angela se movió algo incomoda, miró de reojo a Thorn. —Aun así, me alegro de que estés vivo.

Thorn no se tomó a la ligera su comentario. A pesar de toda la desconfianza que sentía hacia los Solar, Angela había arriesgado su vida para salvarlo, y mientras el doctor Bilis jugueteaba con sus cerebros de muertos vivientes, ella fue capaz de atender y vendar sus heridas.

—Escucha—comenzó Thorn con cautela, aclarando su garganta como si fuera una batalla pronunciar esas palabras. —Sé que te he hecho pasar un mal rato, pero eh tenido muy malas experiencia con tu hermano. —él titubeó algo indeciso. —Supongo que ahora estoy en deuda con contigo. Si hay algo que pueda hacer...

—En realidad. —Angela sonrío con timidez. —Si hay algo.

Era de esperarse.

—¿De que se trata?

—Todo a su debido tiempo. —dijo. —mientras tanto. —Angela lo beso. No se parecía en nada al gentil y suave encuentro que había compartido con Lily el otoño anterior dentro de las ruinas del Caserón Lúgubre. Este era salvaje y quemaba. Los labios de Angela se estrellaron ferozmente contra los suyos, calientes y húmedos, y cuando Thorn sintió la lengua de Angela deslizarse entre sus labios él abrió los ojos sorprendido. Los de ella estaban cerrados inclinándose sobre él. Por un breve momento se quedaron así. Angela paso sus manos por su cabello y lo agarro, arrastrándolo más cerca de ella. Thorn sabía que cuando se separaran se arrepentiría de haber dejado que lo besara de esa forma.
Se perdió tanto tiempo en el beso que cuando ella finalmente lo soltó, se sintió un poco mareado.

—Con eso basta por ahora. —Angela tenía el cabello alborotado y la boca roja. Thorn imagino que él estaría igual.

—Hummm... —balbuceó éste.

Angela se volvió hacia la puerta.

—Debería de avisar a Lady Sombra.

Thorn se deslizó de la mesa, sin importarle que el dolor fluyera a través de él, al menos significaría que tendría algo en lo que distraerse. Recobró el equilibrio y se paro derecho.

—No. —le dijo. —No lo hagas.

Angela vacilo junto a la puerta, con sus dedos rozando el pomo.

—¿No quieres que ella venga?

Thorn negó con la cabeza.

—Eso no será necesario. Yo la encontrare.

MAGIA DEL REFLEJOWhere stories live. Discover now