DIEZ

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Thorn no tenía idea adonde estaba yendo el asesino, pero no podía ser lejos.

Corrió entre murallas derruidas, torres inclinadas, puentes oxidados y techos a medio demoler.

Thorn corrió lo más rápido que pudo, sin mirar ni una sola vez atrás, a la profundidad de los senderos laberínticos de Castillo Penumbra.

No le tomó mucho tiempo vislumbrar su objetivo. Al otro lado del tejado, una oscura figura bípeda desaparecía tras una hilera de torres. El asesino parecía tener la forma de un hombre, un dato que descartaba la posibilidad de ser un duende o troll, pero ya conocía bastante bien la tierra de Gehenna para saber que la definición de «hombre» podía ser un demonio caprichoso, espectro malévolo, un mago desquiciado o incluso un vampiro chupa sangre.

Por favor, todo menos un vampiro chupa sangre, aún me duele el cuello de la última vez.

El asesino se encontró en un camino sin salida. Un muro bloqueaba su camino. La Torre de los Lamentos se elevaba a más de quince metros por encima de ellos, estaba cubierta por una oscura y tiesa enredadera.

En cuanto Thorn llegó a la torre, el asesino ya había subido y se encontraba arriba de esta. Dio una voltereta en el aire, aterrizó sin romperse los tobillos tras el impacto.

—Está bien, wow. Eso fue wow.

Una flecha silbó desde lo alto y cortó los botones del abrigo de Thorn. Un centímetro más cerca y le abría atravesado el pecho.

—¡Eh! —gritó Thorn agitando los brazos. —Yo no me he metido con tu ropa.

El asesino se limitó a mirarlo desde la parte más alta de la Torre de los Lamentos. Gracias a los seis, parecía haberse quedado sin flechas pero, desafortunadamente, todavía tenía la espada. La armadura y la túnica que llevaba era de color negro y una cota de malla que le llegaba de las piernas hasta las pantorrillas. Su yelmo de hierro negro tenía un velo de tela del mismo color que le ocultaba el cuello y la garganta. Sus facciones quedaban ocultas bajo un visor en forma de murciélago gruñendo.

Thorn tomó una enredadera, era débil y quebradiza. Comenzó a escalar tan rápido como pudo, ignorando el constante dolor de las espinas enterrándose en sus manos. Se estiró una última vez colocando su mano sobre las tejas y deslizando su vientre por el techo. Se levantó y se encontró cara a cara con el asesino.

Thorn dio un paso a la izquierda mientras el asesino se le acercaba, con su espada en mano. Era una aproximación lenta, pero cuidadosa, de las que sólo Thorn había visto en los soldados más adiestrados. Los nuevos embestían; los veteranos se tomaban su tiempo.

Finalmente las espadas de ambos chocaron y Thorn trastabilló junto al borde de las tejas. El ruido del metal contra el metal resonó en la cima.

El asesino dio dos pasos rápidos hacia delante y Thorn tuvo tiempo de bloquear la espada justo antes de que esta impactara con su cuello. Saltó hacia atrás, esquivó el segundo ataque y rodó por el suelo para por fin atacar a su contrincante. Thorn Se lanzó hacia delante y con el borde de su espada le dio un fuerte golpe en la cabeza que hizo que su yelmo saliera volando. El asesino gruñó, ahora era él quien tambaleaba sobre el borde de las tejas. Sus ojos verdes lo miraron con odio desde un mar de tela oscura.

Thorn sonrió. Las lecciones con Tyburn habían dando sus frutos.

Bloqueó el siguiente ataque de su oponente. El chillido de los murciélagos resonaba a su alrededor. Thorn ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Cuando el asesino hizo una finta a la derecha, Thorn cayó en la trampa y el asesino le dio una patada en las rodillas. A Thorn se le doblaron las piernas y se desplomó, pero sin soltar la empuñadura de su espada. Sabía que había cometido un error, había subestimado a su adversario y ahora tenía una espada apuntándole al cuello.

La gente del castillo se había reunido alrededor de la Torre de los lamentos. Algunos gesticularon y gritaron en su dirección.

Las puertas del Gran Salón se abrieron de par en par, y mas personas salieron: los ricos nobles y visitantes de las otras grandes Casas. Thorn incluso detectó dos manchas blancas entre la negrura de los habitantes de Gehenna. Esos debían de ser Gabriel y Angela.

Entonces vio a Lily.

Ella corría hacia la entrada de la torre pero en eso Mary la detuvo. Estaba gritando. ¿Que intentaba decirle?

Un desagradable ruido a sus espaldas le hizo darse la vuelta.

Las tejas del techo comenzaban ceder e iban abriendo grietas cada vez más grande. En pocos segundos no habría piso sobre sus pies.

Thorn hizo un movimiento de cabeza a su alrededor indicando el suelo desmoronándose.

Tragó saliva.

—Nos tenemos que mover.

El asesino no respondió. Apartó su espada, retrocediendo hasta el borde del tejado y se tiró.

Thorn alcanzó la cornisa y se asomó. Nada, ni cadáver, ni movimiento y obviamente ni rastro del asesino.

Quizá hubiera escapado por un pasadizo secreto.

El piso bajó sus pies tembló. El corazón de Thorn latía con fuerza. Se concentró en el lugar frente a él. La luz de la luna comenzaba a brillar sobre la superficie negra, a tres metro de él.

Y saltó.

Al caer, su bota izquierda resbaló. Su cabeza golpeó el techo y vio estrellas. Su cuerpo comenzó a deslizarse a través de las tejas, cada vez a más velocidad.

No, no, no...

Enterró los pies tratando de desacelerar, pero iba demasiado rápido y la inclinación era empinada. La gravedad hizo lo suyo.

Sintió un vacío en el estómago cuando sus pies se deslizaron por la orilla, hacia el aire libre.

Y durante ese terrible momento final, lo quiso todo. Cuando empezó a perder la conciencia, los años pasados se desvanecieron y Thorn se volvió cada vez más joven. Toda la barrera defensiva que había utilizado para sobrevivir durante los años se desvaneció y se sintió desamparado, pequeño y, al precipitarse hacia el final, embargado por la indignación de que fuera así.

¿Sentiría algo cuando chocará contra el suelo? Su miedo a morir estaba presente, más sin embargo, se encontraba en segundo término. Lo que verdaderamente temía era que Lily no lo supiera. Que ignorara durante más tiempo que el posible complot que planeaban los. Tenebrae. Que ellos habían sido los responsables de su muerte.

Él solo quería que todo volviera a empezar de cero. Deseaba no haber matado a aquel venado, antes de que su padre se convirtiera en forajido, antes de que se marchara del bosque de Herne para no regresar jamás...

Más que nada quería recuperar ese refugio, el primero y el mejor de un niño, la última trinchera del corazón: el cálido abrazo de su madre que le decía que todo estaría bien y los profundos ojos verdes de su padre que lo miraba protectoramente.

Pero su pensamiento final desesperado fue que no sería así; los ojos de Thorn se cerraron y se sumió en la helada negrura de la noche, solo, en la oscuridad.

MAGIA DEL REFLEJOWhere stories live. Discover now