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Mientras los piratas respondían al fuego de mosquetes de los españoles, el Águila Real avanzó hacia el este, apartándose del maltrecho León. Tan pronto ganaron distancia, Laventry ordenó virar en redondo, y aprovechó la maniobra para hacer que sus artilleros descargaran los cañones de babor contra la proa del guerrero español. El Águila Real tomó rumbo oeste, cubriéndose detrás del Soberano para sobrepasar al León. Y al mismo tiempo, una parte de los piratas que quedaban a bordo del barco de Wan Claup saltaron al agua, alcanzando los cabos que les arrojaban desde el Águila Real para izarse a bordo. Los demás bajaron a los heridos a los botes y remaron en la estela del barco de Laventry hasta que pudieron alcanzarlo.

Mientras tanto, el segundo guerrero, aun desarbolado, había averiado seriamente a dos de los barcos pequeños, que se hundían sin remedio.

El Esparta de Harry sobrepasó el cabo septentrional de Tortuga con media docena más de embarcaciones de menor porte, que se adelantaron para socorrer a los que sobrevivieran a la batalla al sud. Pero la fragata ya había asomado en el horizonte y estaría a tiro en menos de una hora.

Harry dejó que los demás se adelantaran e hizo que el Esparta se acercara al Águila Real, lo indispensable para que Morris saltara a bordo. El joven puso pie en el Águila Real mirando alrededor como un enloquecido.

—¡Perla! ¿Dónde está la perla? —gritó.

Nadie se molestó en responderle, demasiado ocupados en poner su barco camino a casa.

—¡Morris! —lo llamó Laventry desde el puente.

Él corrió a su encuentro. —¿Qué ocurrió? ¿Dónde está Marina?

—Abajo, imagino. Wan Claup fue herido, muchacho. —La expresión de Morris reflejó horror. Laventry meneó la cabeza con una mueca—. Ve con él, yo te seguiré tan pronto como pueda.

Hacia el sud, Harry se las ingeniaba para cubrir a los navíos más pequeños del fuego del León, cuyos tripulantes aún daban pelea y los cañoneaban con la batería de estribor. Harry aguardó a que rescataran a los sobrevivientes de la batalla con el segundo guerrero y ordenó que todos los barcos retrocedieran hacia el noroeste. Tras ellos, la fragata estaba a sólo cinco kilómetros, y los piratas ignoraban si el resto de la Armada de Barlovento la seguía.

 Tras ellos, la fragata estaba a sólo cinco kilómetros, y los piratas ignoraban si el resto de la Armada de Barlovento la seguía

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Bajo cubierta del Águila Real, Marina se procuró un cubo de agua y se limpió cuanto pudo antes de presentarse ante Wan Claup. Rasgó los ruedos de su camisa, y ataba la tira de tela sobre el corte en su brazo cuando vio pasar a Maxó con Charlie Bones, el cirujano del Soberano, que lo seguía chorreando agua pero con su maletín de cuero en la mano. Los siguió de regreso sobre cubierta y hasta la cabina.

Maxó la vio allí y se sobrepuso a su sorpresa para detenerla.

—Deja que Bones lo vea primero, perla —le dijo, haciendo entrar al cirujano y cerrando la puerta tras él—. ¿Se puede saber qué demonios haces aquí? —le preguntó bajando la voz. Entonces vio el vendaje improvisado en su brazo y la enfrentó con los ojos muy abiertos—. ¡Estás herida! —susurró, un eco de temor en su voz ruda.

La Herencia I - Leones del MarWhere stories live. Discover now