XVIII. Deditio

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Ya no era Mason Pines.



Sólo era un joven hereje... un hechicero. 


Eso lo supe al instante en que me ataron y me aventaron a la carreta como si de un costal me tratase.


Nadie me dirigió palabra, ni a mi tío le prestaban atención.


Su ceño fruncido demostraba que no sólo yo tendría consecuencias, si no también todas las generaciones presentes y futuras de la familia Pines.

La deshonra caerá en la familia a causa de la brujería que un joven, el cual aspiraban a que sería el mejor de los Pines, llevó a cabo.


Sin embargo, sólo han visto los instrumentos y libros. Quizá pueda zafarme de esta diciendo que yo no tenía idea, y atribuirle la culpa a una de las sirvientas.


En todo el camino, mi mente ideó un plan que me pareció perfecto. Sólo tenía que hacerme el inocente y tomar la misma expresión que a mis tíos les encantaba que hiciera: una de seguridad.


Con que no diga nada sobre Bill estaré bien. Pero no creo ser tan imbécil como para mencionarlo. Así que ya todo estará resuelto. 


Debo de tener más cuidado con esto. Quizá me hagan quemar todos los libros e instrumentos... y eso me dolerá tanto.

Ese es todo el trabajo que Bill y yo hemos hecho: el demonio en enseñarme y yo en aprender.  Y todo se irá al carajo por ser tan descuidado. Bill me regañará por esto, eso seguro.


Si es que regresa...


De nueva cuenta, la depresión en la que estaba sumido y de la que me había desecho por un rato regresó. La euforia que había adoptado por esta situación desapareció y ahora ya no pensaba en mi plan, si no en el demonio que me dejó y del cual no sé nada.


Puede que este sea mi primer error.


Cubrieron mi rostro con un saco negro antes de entrar al pueblo. Pero no importaba, puesto que yo sabía el camino a las mazmorras. Podía huir si quería...



Sé que entramos en la Iglesia y sentí el cambio de temperatura cuando íbamos bajando por la escalera de caracol para dirigirnos a las mazmorras. Escuché los lamentos de los que estaban en las celdas y en la sala de tortura... sabía que estaba cerca de la sala de juicios.


Cuando me obligaron a sentarme en una silla de madera astillada, supe que era hora de poner en marcha mi plan.



Se tardaron más de lo que acostumbran. Escuchaba y sentía el movimiento en la estancia, algo que no pasa nunca: siempre van directo al grano, buscando que una ejecución sea pronto.


Estaba inquieto, no podía negarlo.


~~ Cacería de Brujas  ~~ [Billdip AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora