Capítulo 3: La Cacería de Camellos

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Llamé a Bill y le dije que había cambiado de opinión sobre esta noche. Obviamente no lo dudaron y dijeron que me pasarían a buscar, así que les pasé la dirección de la calle en la que los esperaría. Caminé varias cuadras y me quedé parado en una esquina. Me toqué el mentón y saqué mi mano llena de sangre. Tomé un pañuelo de mi bolsillo y me lo coloqué sobre la lastimadura hasta que se detuviera un poco la sangre. Al rato se detuvo un auto blanco frente a mí, eran Lucas y Bill. Me ubiqué en la parte de atrás y Bill arrancó el auto.

—¿Qué te pasó en la cara?—preguntó Bill mirándome por el retrovisor.

—Me corté afeitándome—mentí.

Mi teléfono comenzó a vibrar, era mi mamá llamándome. Le corté la llamada al menos cinco veces. Cuando le dije que un día me iría y no volvería, no mentía. Esta vez en serio no tenía ganas de volver y estaba muy enojado con ella. Ni siquiera por mí estaba dispuesta a dejar el alcohol. Ella siempre se ha creído que es la única que sufre. Luego comenzó a llamar Becca, a quien también decidí ignorar. Escuchar a Becca era peor que escuchar a mi mamá. Al primer llamado que no le respondí, ella me envió un texto:

"Tu mamá está muy preocupada por ti. Es la última vez que te tapo, así que más te vale que estés bien"

Sólo le respondí con un "Estoy bien, te debo una"

Era por seguro que Becca no me iba a dirigir la palabra en una semana.

—Hay rumores de que esta noche podrían estar los de Ivar Erikson vendiendo—comentó Bill—Cómo me encantaría atrapar a esas serpientes.

Ivar Erikson era uno de los productores de drogas más famosos por aquí. Nunca nadie lo ha visto y ni siquiera se sabe si es una persona, tal vez sea una sociedad. Sus camellos están por todas partes y son muy buenos escondiéndose, nunca hemos logrado atrapar a ninguno y nadie los ha visto tampoco; se los reconoce con el apodo de "serpientes" porque llevan la cara tapada con barbijos negros con un bordado de serpiente rodeando el área de la boca. Tampoco hemos logrado saber qué hay que hacer para trabajar para Erikson, es como un fantasma.

—Si queríamos atrapar a las serpientes, deberíamos haber traído más gente—dijo Lucas—Nunca están solos.

He atrapado a muchos camellos, la mayoría de ellos habrán rondado los veinte años, y ninguno jamás reconoció haber tenido trato con las serpientes, todos les temen. Escuchar sobre ellos me erizaba la piel y me daban ganas de salir a atrapar a uno, sólo para ver si podía hacerlo. ¿Quiénes son? ¿Cómo son? y ¿Cuántos son? Preguntas que no puedo evitar hacerme cuando pienso en ellos, ya que jamás he visto a uno.

Como me esperaba, Amadeus estaba lleno de gente. Adolescentes de dieciocho años, y más grandes también, habían logrado colarse a la fiesta. Se sentía calor dentro de la discoteca y había olor a tabaco y otras cosas peores también. Ahí dentro sentí la mirada de varias chicas, algunas eran más arriesgadas y se ponían a bailar sobre mí. Había luces negras y las ropas resaltaban, las paredes de espejos a ambos costados daba la impresión de que el lugar nunca terminaba, era como una fiesta infinita. Lucas y Bill no tardaron nada en embriagarse y en conseguirse alguna chica. Ya pronto desaparecerían en algún rincón oscuro. Esa fue una de las razones por las que hace años dejamos de jugar a la cacería de los camellos, no puedes hacerlo si estás ebrio y enganchado con cualquier par de piernas que se te pase por delante sin terminar con un tiro en la cabeza. No suelo embriagarme, al menos nunca como Lucas y Bill lo han estado. Tal vez sea porque hay gente a la cual el alcohol le afecta más, o tal vez sea que me de miedo embriagarme muy seguido, miedo a terminar como mi mamá, razón por la cual sólo bebo si estoy en una fiesta.

No estaba de humor para bailar, ni siquiera soy bueno bailando. Fui a la parte de arriba del lugar, era como un balcón con los pisos de vidrio, había sillones y mesillas donde había gente charlando, besándose, tomando o incluso durmiendo. Me quedé apoyado en el balcón con mi bebida en la mano.

JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora