Capítulo 9: El Hacha

319 26 1
                                    

Mi mamá había conseguido un nuevo trabajo en el hospital como enfermera, le pagaban más, pero tenía que trabajar más horas. Así que ahora pasaba más tiempo solo en la casa que antes. Antes de que ella cayera en el alcohol solía trabajar en el laboratorio de la Sede Central junto a mi padre, pero un día llegó ebria al trabajo y la echaron. Además de bioquímica, mi mamá había estudiado enfermería, así que ahora sólo se dedica a esto último, creo que le gusta más y no quiere saber nada con volver a la Sede.

El miércoles me bajé del tren que me traía de la Academia y emprendí camino hacia mi casa. Eran varias cuadras desde donde me dejaba el tren hasta mi casa, caminaba rápido porque hacía frío.

—Jackson, espérame—escuché detrás de mí. Si no fuese por el cabello rojo, no la hubiera reconocido. Me detuve en el camino y esperé a que Hannah llegara hasta mí—¿De dónde vienes?—preguntó.

—Iba a...estaba en casa de un amigo—mentí, no muy convencido. Ella me miró entrecerrando los ojos y siguió caminando a mi lado.

Su cabello parecía tinta roja que caía sobre su frente. Hannah estaba permanentemente acomodando un mechón rojo que caía sobre sus ojos, creo que no se daba cuenta de eso. Ella se quejaba de su color de cabello constantemente, aunque yo—internamente—creía que su cabello se veía genial cuando todo estaba nevado. También tenía pecas en su nariz y en sus mejillas y sus ojos eran cafés.

—Jackson...eres extraño—musitó, la miré con el ceño fruncido y ella rio nerviosa—No quería ofenderte, lo decía en un buen sentido. Es que cuando te conocí creí que eras del grupo de Phil, ya sabes, todos imbéciles, como si estuvieran hechos con el mismo molde. Pero tú...eres raro. ¿Por qué siempre estás solo? Tampoco tienes redes sociales.

Me detuve y la miré con cara de interrogación. Jamás le diría la verdad por dos razones: uno, no puedo contarle que soy espía o perdería la cabeza y dos, ella no me creería y se alejaría de mí.

—Supongo que me gusta estar solo y la vida es más sana sin redes sociales—respondí dudoso. Había sonado mejor en mi cabeza, ahora ella creerá que soy alguna especie de psicópata.

Ella se quedó pensando y luego se encogió de hombros.

—Concuerdo contigo—respondió con una sonrisa.

La acompañé hasta su casa, era tan bonita como la de mi padre y también se veía grande. Este era un lindo vecindario, uno de los más elegantes. Yo vivía varias calles más abajo, en un barrio mucho más bajo que este.

Hice ademán de dar la media vuelta e irme, hasta que Hannah me tocó el brazo.

—¿Por qué no te quedas a cenar?—preguntó con una nota de timidez.

—No lo creo, no quisiera aparecer así sin más—respondí.

—No hay problema, mis padres estarán encantados de conocerte y me dijiste que estabas solo. ¿Qué dices?—sonrió.

—Está bien.

No quería aceptar, no entiendo por qué lo hice. Las cenas me incomodaban demasiado y más con gente que ni siquiera conocía. Esta gente se veía muy educada, yo no encajaba en este lugar. Ni siquiera me considero simpático, cuando lo único que intento es alejarme de la gente normal. Hannah creía conocerme, creía ver al Jackson que nadie más veía, por eso me invitaba a cenar. Ella sólo ve a una versión de mí y encima sospecha. No podía seguir haciendo esto, es un engaño, sólo quería alejarme de esta chica antes de que me descubriera.

La casa por dentro era hermosa, estaba ordenada y limpia, además había olor a vainilla. Los padres de Hannah eran gente común y se veían un poco serios. Lo peor fue cuando Hannah fue a cambiarse y me dejó solo con sus padres en la mesa. Su madre me hablaba y su padre leía el periódico y levantaba la vista de vez en cuando para mirarme. Me quedé observando el candelabro que colgaba sobre la mesa, deberá tener unos veinte mini focos. Frente a la mesa había una repisa que contenía una vajilla que parecía sacada del palacio de Buckingham.

JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora