Capítulo 25: Trato Nuevo

239 26 6
                                    

Abrí los ojos y observé el reloj que estaba en mi mesa de luz. Eran apenas las ocho de la mañana. Me habían despertado los truenos, afuera llovía a cántaros. Por un momento creí que se me hacía tarde para la escuela y luego recordé que era sábado. Mi mamá se había ido a trabajar hacía ya tres horas. Me refregué los ojos y me quedé mirando la lluvia. Despertarse era algo especial, ya que por un momento, aunque sea sólo por dos segundos, no recuerdas quien eres. Luego aparecen de nuevo las preocupaciones y los problemas y entonces prefería volver a dormir.

Bajé las escaleras aún con el pijama puesto, ni me había molestado en ponerme zapatos. Me dirigí a la cocina y encontré una nota sobre el refrigerador "Compra leche" Supongo que mi día en pijama acaba de cancelarse. Desayuné algo rápido y fui a tomar una ducha. Mientras me estaba cambiando, vi la cruz que Natalie me había dado sobre la repisa de mi habitación. Es sólo un trozo de metal, no salvará mi vida. Terminé de atarme los cordones y salí de la casa. Por la vereda de enfrente pasaba una pareja con su perro. Les clavé la mirada, como si estuviera diciéndoles "sé que son espías". Ellos parecieron incomodarse un poco y siguieron de largo. Ya había descubierto a varios espías de la Sede vigilándome, pues se supone que yo no sé que estoy siendo vigilado. Los odiaba y quería dejarles bien en claro que sé que están ahí.

Fui caminando al supermercado, no quedaba muy lejos de casa.

—Si quieres vivir...—dijo un hombre que pasó por mi lado. Juraría que ese hombre mi miró a los ojos cuando lo dijo. Volteé hacia él y vi que seguía caminando. Seguro hablaba por teléfono.

Lo hubiese dejado pasar de no ser porque otro hecho igual sucedió segundos más tarde. Una chica que venía patinando chocó conmigo y cayó al suelo. La tomé de la mano y la ayudé a levantarse.

—¿Te encuentras bien?—pregunté.

—...entonces reza—dijo ella y se fue patinando.

Efectivamente, no eran los espías de Patrick, ellos tienen prohibido cualquier tipo de comunicación o roce conmigo. Entonces sólo quedaba una alternativa, era Erikson comunicándose conmigo.

"Si quieres vivir, entonces reza"

No era una amenaza, ¿para qué me recordaría que quiere asesinarme si eso ya es bastante obvio? Entonces quiere verme. La serpiente había dicho que Erikson tenía un nuevo trato para mí. Entonces reza...yo no rezo. Es un lugar, tal vez el único lugar en el que los espías de la Sede no me buscarían.

Me quedé observando la iglesia desde fuera. Recuerdo cuando venía de niño todos los domingos con mi mamá, mi papá y mi hermana. Habían pasado tantas cosas en estos seis años que había olvidado muchas cosas, como que asistía a misa. Subí los escalones y entré rápido, como temiendo a que alguien me echara. El lugar seguía casi igual a como lo recordaba, habían hecho algunos cuantos arreglos. La recordaba más grande. Busqué entre la gente alguna cara conocida. Además de mí, había tres o cuatro personas dispersadas en los asientos a quienes jamás había visto. Me senté en un asiento vacío y alejado del resto de las personas.

—Te sientes perdido aquí—susurró una voz femenina detrás de mí—No voltees ni hagas nada que llame la atención.

Tardé un momento en reconocer que aquella voz provenía de Janine Watson, la tercera serpiente.

—¿Cómo lo hicieron?—pregunté en un susurro. Nunca descubrí cómo había sido drogado el día en que conocí a Erikson—Me tiraron algo en el pelo, pero quedé inconsciente. ¿Cómo es eso? No sé de ninguna droga que ingrese por el contacto con la piel.

—Es algo nuevo. Cuidado con lo que tocas en una fiesta—canturreó y se negó a dar más explicaciones—Sin embargo tienes razón, no fue esa droga lo que te dejó inconsciente, sino la escopolamina.

JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora