Capítulo 8: El Poema

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La misma tarde después de que me agarrara a los golpes con Phil, me fui directo a la Academia. Esperaba una llamada de mi mamá o un mensaje en letras mayúsculas reprendiéndome por lo que pasó hoy, pero nada. Tal vez no la llamaron, probablemente el director se compadeció de mí.

El entrenamiento de hoy fue mortal. Nos hicieron entrenar afuera, cerca de la arboleda que rodeaba la Sede. Teníamos que saltar vallas, trepar árboles y correr mucho. Lucas y Bill se colocaron lo más lejos posible de mí durante el circuito. Terminé muerto y aún no nombraba el hambre que me había dado.

Íbamos saliendo de la Academia con Becca cuando un guardia me detuvo cerca de la puerta.

—¿Jackson Lee Tremblay?—me preguntó el guardia y asentí con la cabeza—Qué bien, la Directora ha pedido que la vaya a ver a su oficina.

El guardia se alejó y Becca me miró preocupada.

—¿Será por la pelea de esta mañana?—me preguntó.

—Y sí ¿por qué más sería?—bufé—¿Me acompañas?

Ella abrió la boca y trató de decir algo, pero terminó negando con la cabeza.

—Estoy un poco apurada por llegar a mi casa—explicó un poco nerviosa—Avísame cuando salgas.

Me quedé observándola hasta que salió por la puerta de la Academia. La única amiga que me quedaba y ahora también empieza a actuar raro. Me subí al ascensor practicando mentalmente mi defensa. Aunque no sé para qué me esforzaba en planear una si cada vez que abro la boca me olvido de todo lo que iba a decir y termino emitiendo algún sonido parecido a una palabra. Al bajar del ascensor, caminé perezosamente hacia la puerta de la oficina y la secretaria se me colgó de los tobillos como un caniche molesto.

—Disculpa ¿tienes cita? Porque si no, no puedes pasar—dijo ella con su falsa sonrisa.

Me quedé observándola incrédulo ¿acaso Natalie no se comunica con su secretaria?

—Te verías más joven sin el rodete—comenté.

La secretaria me miró con los ojos desorbitados y se colocó las manos sobre el cabello. Es que no entendía por qué se peinaba así, no tenía mucho más de veinticinco de años, ni Natalie se arreglaba de esa forma tan anticuada.

—No volveré a advertirte, necesitas cita—recalcó.

La puerta del despacho se abrió bruscamente y la secretaria pegó un brinco. Natalie asomó la cabeza como furia y me clavó la mirada.

—Yo lo llamé—aclaró Natalie—Dorothy, puedes volver a tu trabajo. ¡Y tú ven aquí!—me miró enojada.

Dorothy me miró desafiante mientras volvía a tomar asiento detrás de su escritorio. Debe estar gozando de mi miedo.

Entré a la oficina preparado para recibir golpes. Natalie cerró la puerta detrás de mí y ya me la imaginaba sacándose un zapato para tirármelo por la cabeza. Sin embargo, ella se quedó parada frente a mí con los brazos cruzados. Me senté sobre el sillón y como mi hambre era mayor que mi temor, me atreví a tomar una manzana del jarro.

—¿Desde cuándo me llama el director avisándome que mi ahijado se agarra a los golpes con otro alumno en medio del patio?—preguntó con tono de reprenda.

—Se lo merecía—me expliqué mientras masticaba la manzana.

—Esta es la primera y última vez que te advierto que más te vale que no vuelva a pasar—decía mientras me señalaba con el dedo acusador—Y tienes mucha suerte de que mi número figure como el principal porque si tu madre se llega a enterar de esto te va a dar para que tengas.

JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora