Padre.

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NARRA AMARIS.

No podía dormir. Todas las noches me quedaba despierta mirando el techo mientras escuchaba los gritos de Kol.

Esther se pasaba todo el día en la habitación en la que estaba Kol. Tenía una idea de lo que le hacían.

En la noche, a pesar de que Esther ha no estaba en su habitación, Kol seguía gritando.

Habían pasado cerca de dos semanas y me preguntaba porque los originales aún no daban con la ubicación de Kol o por que aún no lo habían buscado. Tenían brujos muy y fuertes que fácilmente podrían hacer un hechizo de localizacion.

Me levanté de la pequeña cama que tenía la habitación y empecé a andar hasta llegar al cuarto que, en todos estos días no había entrado.

Cuando me asomé por la puerta podía sentir mucha magia en cada rincón de la habitación, más magia que un campo de fuerza necesitaba.

Kol estaba en la silla, en medio de la habitación rodeado de un círculo de sal. Tenía los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, aún estaba gritando. Kol estaba dormido.

Entre en la habitación golpeando la puerta fuertemente para que Kol despierte. Tenía que hablar con el. Kol abrió los ojos de sopetón y dirigió la mirada hacia mi perezosamente, dejó de gritar pero aún tenía una mueca de dolor en todo el rostro.

—Amaris...

Me apoye contra la puerta y crucé los brazos.

—¿Pesadillas? —Kol me miro con tristeza y dolor —Tranquilo. Yo también las tengo. En ocasiones son horribles y lo peor de todo es que no puedes detenerlas.

—¿Como...como es que estas viva?—su voz sonó como si estuviese cansado.

—¿Decepcionado?

—No te encontrábamos, parecias muerta.

Me acerque un poco aún con los brazos cruzados a él.

—No tienes que hablarme de tu sufrimiento, ahorratelo.

Kol sonrió y bajo la mirada. No tenía marcas ni cicatrices, ni siquiera tenía sangre seca. No entendía la razón de sus gritos.

—¿Por que haces esto?

Empecé a caminar lento para acercarme más a el.

—Ustedes me quitaron algo que quiero recuperar.

Crucé el campo de fuerza. Kol me miro con el seño fruncido.

—Amaris...

—¿Sabes?, muchas veces muchas personas me advirtieron acerca de ustedes, me preguntaba como es que alguien podía llamar mountros a las únicas personas que me habían ayudado. Odie a esas personas por ti, por ustedes.

—No somos mountros.

Sonreí cuando ya estaba parada delante de él.

—Has cambiado —Kol volvió a mirarme al rostro cuando me puse en cuclillas —Recuerdo el odio que les tenías, a tus hermanos ¿Que cambio?

No respondió.

—Siento haberte dejado sola Amaris.

La garganta empezó a dolerme, sentía el nudo crecer y dolía. Quería correr a sus brazos y contarlo lo mal que la estaba pasando, que en verdad sentía mucho lo que le hice y que el me diga que todo fue un malentendido. Una lágrima resbaló por mi mejilla.

—El día que Elena te mato... —había tantas cosas que quise decirle, quería decirle que no era un mounstro y que lo llegue a querer demasiado, nunca hubo oportunidad de hablarle, así que iba a su tumba a mirarla y sufrir en silencio, Kol no se merecía mi sufrimiento —...Moriste para mi.

Wake upWhere stories live. Discover now