Capítulo 8

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Iban pasando los días del verano, y tú menos ganas tenías de volver a casa. Sentías que sin tu familia, ya casi nada tenía sentido, y el peligro iba avanzando cada vez más. Y sobre tus padres menos noticias tenías cada día.

Decidiste entrar en la Ordén del Fénix, ya casi estabas por cumplir tu mayoría de edad, y estaba en todo tu derecho decidir con quienes querías pelear. Remus y Arthur te apoyaron en la desición, pero Molly y Fred se opusieron a la desición. Rogaste para que te dejarán entrar. No sabías como lo habías logrado, pero oficialmente eras parte de la pelea que ibas a dar.

Una noche, todo se encontraba en silencio, y saliste de la Madriguera, hacia el patio de afuera, exactamente. Gracias a Merlín pudieron sacar a los gnomos que había por allí. Te sentaste, abrazando tus rodillas y tu mentón sobre ellas, en el suelo a admirar las estrellas, que en tu opinión, brillaban como nunca antes.

- ¿Por qué estás aquí? - preguntó la reconocible voz de Fred. El nombrado se sentó junto a ti.

- Creo que descansando.

- Para descansar deberías estar en la cama. - dijo Fred riendo, pero tu no correspondiste su risa. - Oye, si mis chistes son demasiado malos, deberías decirme...

- Fred, sabes bien que esto no es broma. - dijiste cortante.

- Oye, tranquilizate. Dime que sucede. - tú solo suspiraste y cerraste tus ojos.

- Sabes que esto no es fácil para mi... - dijiste al borde de las lágrimas.

- ¿Entonces por qué quieres luchar? - quedaste atónita frente a su pregunta.

- Fred, se trata de mis padres. Mis padres están desaparecidos desde hace mucho tiempo y ni siquiera sé si están bien. Es mi pelea, también. Es mi forma de estar segura de que peleo por algo que vale la pena, por mis padres. No le deseo esto a nadie, pero... ¿por qué a mi? - dijiste llorando. Fred simplemente se acercó a ti y te abrazó. Tu cabeza se ubicó el tu lugar favorito en los abrazos de Fred: su cuello.

- Eso es lo que quería. - dijo acariciando tu cabello. - Siempre puedes descargarte conmigo, lo sabes, ¿verdad? - asentiste.

En un momento, hiciste que se separasen y lograste mirarlo a los ojos. Sus ojos estaban completamente iluminados y atentos a lo que sea que tu rostro haga. Parecían estar atrapados por tí. Fred limpió tus lágrimas con sus pulgares, pero luego, no la sacó, la dejó en tu mejilla y comenzó a acariciarla. Inevitablemente, fueron acercandose, tal y como la primera vez. Sus respiraciones se sentían demasiado cerca.

- Yo... - comenzó Fred. - quería preguntarte...

- ¿Si? - lo incentivaste a continuar.

- Me preguntaba si... - te acercaste un poco más, y viste como el rostro de Fred se tornaba colorado. Estaba nervioso y lo notaste. - si... ¿te gustaría ser mi novia? - preguntó mirando tus labios. Tú no respondiste, ni asentiste ni negaste. Simplemente te avalanzaste sobre Fred y lo besaste. Te besó. Se besaron. Y esa fue tu respuesta.

- ¿Te queda alguna duda? - preguntaste cerca de su rostro, sintiendo las respiraciones agitadas.

- Para nada. - sonrió y te volvió a besar. Esta vez, más lentamente. Disfrutando de la noche estrellada que tenían encima.

Ángel guardían Donde viven las historias. Descúbrelo ahora