11. Wearing kigurumis.

6K 909 126
                                    

—¡Vieja de mierda, te he dicho que no lo haré!

Kirishima caminaba en dirección a su habitación cuando escuchó el fuerte grito de Bakugou resonar por todo el cuarto piso. Sintió pena por el pobre de Shouji, pues él era el encargado de compartir piso con él y con el rubio; y aunque Kirishima podía estar bastante acostumbrado a los gritos exagerados de Bakugou cuando conversaba con Mitsuki, seguro para sus demás compañeros era muy raro tener a un hijo gritándole de esa forma a su madre.

Pero así se llevaban ellos, y Kirishima lo vio de cerca las veces que había visitado la casa de los Bakugou. Incluso, después de recibir disculpas constantes de Masaru con respecto al comportamiento de su hijo y su esposa, el pelirrojo negó con la cabeza y sonrió sinceramente, diciéndole que su familia era extremadamente genial y cálida. Quizás no se demostraban cariño de la mejor forma, pero sabía que los dos padres de su mejor amigo se preocupaban por él y lo entendían mejor que nadie.

—¡Vieja loca, no voy a decirle eso! ¡Quemaré esta jodida mierda apenas corte el teléfono! —Bakugou hizo otro silencio, Kirishima imaginó que oía a su madre del otro lado—, ¡Kirishima jamás en la vida querría usar esta mierda!

Al oír su nombre, un golpe de curiosidad atravesó su ser, acercándose a la puerta para escuchar con más claridad. Sin embargo, Bakugou sólo mandó a la mierda a su madre y le dijo que la mataría si volvía a llamar, para después colgar y lanzar el teléfono a algún lugar, eso según el golpe que oyó Kirishima del otro lado de la puerta.

Iba a tocar, pero sorpresivamente la puerta se abrió y se encontró frente a frente con Bakugou. El rubio, tan sorprendido como él, endureció su mirada al segundo después y Kirishima no pudo hacer más que reír nerviosamente, sonrojándose un poco.

—¿Oías una conversación privada, idiota?

—Técnicamente no es privada si la gritas, Bakugou —El pelirrojo sonrió al escuchar el chasquido del rubio, dejando en claro que no podía refutar algo tan obvio—; pero, oye, oí que le dijiste a tu madre algo sobre mí, ¿me mandó algo?

—¡¿Hah?!

Por el contrario de la reacción esperada, Kirishima no vio a Bakugou lanzarse sobre él y golpearlo, sino que el rubio hizo algo más adorable. Evadió su mirada y pronto sus mejillas se tiñeron de un pequeño color rojizo, dejando en claro su vergüenza ante la idea de responder esa pregunta. Lamentablemente, este gesto sólo generó nuevos deseos en el pelirrojo, el más grande era abrazar al adorable Bakugou que tenía en frente, pero el segundo se trataba de la inmensa curiosidad que le causó lo que sea que el rubio tuviera en su habitación.

—¡Woah! —dijo, emocionado—, ¿qué es? ¿Qué es? ¿Puedo ver?

—¡Claro que no, idiota! ¡Quemaré esa mierda apenas regrese de bañarme!

—Oh, vamos... ¡Bakugou! ¡Quiero ver!

Kirishima estaba dispuesto a usar cualquier método para conseguir convencer al rubio, por lo que, con un poco más de confianza debido a que encapricharse anteriormente le había servido, miró directamente a su amigo e hizo un pequeño puchero, esperando que Bakugou entienda lo desesperado que estaba por saber de qué se trataba.

—Jodida mierda —El rubio se cubrió la cara con su antebrazo, retrocediendo un paso—, ¿qué carajos haces?

—¡Sólo quiero verlo! —Kirishima insistió—, ¿no es lo justo? Al fin y al cabo es un obsequio para mí.

—¡Esa mierda ni te va a gustar!

—Pero quiero verlo, Bakugou.

La insistencia de Kirishima fue tanta que al final la mano de Bakugou se colocó sobre su rostro y lo empujó ligeramente. Sin embargo, ninguna explosión vino a continuación, al contrario, el rubio sólo usó eso como un tiempo extra para entrar a su habitación y llegar primero a la enorme caja sobre su cama. Kirishima entró también, cerrando la puerta detrás de él.

Analizó la situación con lentitud, dándole tiempo al rubio para que saque el obsequio mientras él observaba la enorme caja llena de papeles de protección y con muchas etiquetas. No entendía por qué la señora Bakugou tuvo que enviar por correspondencia algo, cuando el rubio era perfectamente capaz de ir a su casa un día de los fines de semana; sin embargo, no fue sino hasta que Bakugou se hizo a un lado y vio lo que había dentro que comprendió la razón por la cual el paquete fue enviado y recibido en contra de la voluntad de su mejor amigo.

Un par de kigurumis se hallaban dentro. Sí, un kigurumi era rojo y el otro de color naranja. Kirishima, totalmente sorprendido, tomó el rojo entre sus manos y lo levantó, sorprendiéndose al encontrarse con unas orejas largas de conejo en el gorro y dos ojos bizcos que miraban hacía el centro. Escuchó el quejido fastidiado de Bakugou y entendió totalmente la razón detrás de su molestia, pero...

—Ba-Bakugou...

—No digas nada, pelos de mierda. Esa estupidez desaparecerá antes que alguien más lo vea.

—Pero...

—¿Qué?

—¡¡Está genial!!

—¿Qué mierda dijiste?

—¡Me lo pondré!

—¡Idiota! ¡No empieces a desvestirte así como así!


+


Kirishima se observó en el pequeño espejo del baño personal de Bakugou y sonrió emocionado al notar lo bien que le quedaba ese pijama. Jamás en su vida se había animado a comprarse algo parecido pero ahora que tenía el suyo y era un obsequio de la madre del rubio, se sentía tan orgulloso y feliz usándolo que no podía borrar la sonrisa de su rostro.

—¡Bakugou! ¡Debes usar el tuyo!

—¡Claro que no, idiota de mierda!

—¡Bakugoooou! —Como un niño pequeño, Kirishima continuó insistiendo repetidas veces, persiguiendo al rubio hasta que lo alcanzó.

Ambos muchachos cayeron a la cama y Bakugou fue totalmente inmovilizado por el conejo rojo que vendría siendo Kirishima. El pelirrojo, tan feliz, observó al otro con su más enorme y emocionada sonrisa, mientras Bakugou forcejeaba a su manera, sin poner total fuerza en sus acciones. Kirishima lo sabía, Bakugou no tenía ni la más mínima intención de hacerle daño.

—¿Qué debo hacer para que te lo pongas?

—¿Crees que voy a venderme de esa manera, idiota? ¡Jamás usaría esa maldita mierda!

—"Jamás" es cuestionable.

El rubio soltó un quejido de fastidio que fue prontamente ahogado por el pelirrojo, quien capturó la boca de Bakugou en un suave beso, delineando con la punta de su lengua los labios ajenos, pidiendo permiso para entrar en su boca y riendo al oír un gruñido proveniente del rubio.

—Nunca en mi puta vida, Kirishima.

—¿Ni aunque te lo pida yo?

—¡No te creas tan jodidamente importante, idiota!

—¿Y si te lo pongo yo?

—Tú... Maldito infeliz...

—De hecho, tú me haces muy feliz, Bakugou.

Kirishima volvió a besar los labios ajenos y esta vez no recibió ningún tipo de queja, disfrutando de lo dócil que se había vuelto Bakugou para ese punto, pero... ¿no era normal? Estaban cumpliendo su primer mes saliendo y el pelirrojo no podía estar más feliz, su mejor amigo y novio le había comentado a su madre al respecto, y seguro los regalos de pareja fueron enviados debido a la ocasión.

El pelirrojo era la persona más feliz del mundo, pues día a día, a cada nueva experiencia vivida con Bakugou, se volvía a enamorar una y otra, y otra vez de él.

Y claro, seguro su próximo flechazo ocurriría cuando lo vea con su tierno kigurumi puesto.


+


Gracias por leer :D.  

30 things with you. | Kirishima Eijirou x Bakugou KatsukiWhere stories live. Discover now