XIV

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Suelto un largo suspiro mientras dejo que mi mente divague. El día de ayer no fue uno de los mejores. Dylan no se presentó en las clases luego del incidente que tuvimos. No sé que pensar al respecto. Estoy segura en un noventa por ciento que no quiero volver a verlo, pero como es imposible me conformo con mantenerme alejada. El problema aquí es el otro diez porciento que quiere seguir indagando respecto a esos dibujos totalmente fuera de lugar. Durante el día de ayer no pude dejar de pensar en eso. Maldito Dylan, él sí que sabe como dejarme con la incertidumbre latente.

A mi lado papá tararea una canción que se oye en la radio. Repiqueteo los dedos sobre el apoyabrazos del auto a la espera de un milagro. Solo pido que el tiempo se detenga, no es mucho, ¿o sí? Me quedé dormida y las clases debieron haber empezado hace ya unos diez minutos. Para completar mi mal día, Penny se ha enfermado y me avisó que no asistirá al instituto. Por lo tanto, mi padre tiene hoy el honor de alcanzarme hasta allí.

—Que te vaya bien —me saluda papá a través de la ventanilla baja del coche.

—Gracias, a ti igual —digo con una pequeña sonrisa en los labios.

No espero a que se vaya, me doy la vuelta y comienzo a correr hacia el interior del edificio. Los pasillos por suerte se encuentran vacíos, eso me permite moverme con mayor libertad sin chocar con nadie.

Pero de pronto, mis pies frenan en seco cuando mis ojos se topan con el chico que está buscando algo en su casillero en el otro extremo del pasillo. Mis latidos se incrementan al volverlo a ver. ¿Qué hace aquí?

¿Creíste que se iría del país por lo ocurrido?

Pues, es lo que yo haría...

Mi memoria me trae el recuerdo del dibujo que él había hecho de mí y un inoportuno cosquilleo se instala en mi vientre. Es algo que no puedo controlar.

Dylan cierra la puerta metálica del casillero y al girarse sus ojos se cruzan inevitablemente con los míos. No parece sorprendido de mi presencia, o eso creo, me es difícil leer su expresión neutra.

Miro la puerta que se encuentra entre medio de ambos. Tengo que llegar antes que él lo haga.

Agacho la cabeza para evitar el contacto visual y pongo mis pies en marcha. Puedo sentir el poder de su mirada y la energía que empieza a surgir entre ambos. Al final ayer tampoco conseguí respuestas sobre eso.

Apresuro el paso cuando veo la puerta a solo un metro, pero cuando estiro la mano para tomar el pomo alguien más me gana de mano.

Imposible.

Cuando levanto la vista veo a Dylan junto a mí con una sonrisita curvando sus perfectos labios.

Este chico debe de tener el síndrome de personalidad múltiple. No entiendo sus cambios de humor.

De pronto, me quedo algo sorprendida cuando abre la puerta y la mantiene sujeta para que entre primera. ¿Éste chico es el mismo de ayer?

—Gracias —mascullo solo por cortesía.

Entro al salón y él me sigue por detrás. No hace falta levantar la mirada para darme cuenta de que todos nos miran curiosos por haber entrado juntos. Oh, no. No es lo que creen. A decir verdad, a mí también me da curiosidad saber por qué él llegó tarde. ¿Se habrá quedado dormido?

—Las clases han comenzado hace veinte minutos, jovencitos —nos regaña la profesora Watson.

—Lo siento —decimos los dos al mismo tiempo.

Ella suelta un suspiro de rendición y hace una seña para que nos vayamos a sentar. De seguro vio la marca de la almohada en mi rostro y le dio lástima mi situación.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora