XXIII- parte II

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Me muevo a toda prisa por el bosque, esquivando los árboles que se me interponen en medio. Estos se empecinan en bloquearme el camino a mi objetivo. Y para añadir otro problema, se me dificulta mucho poder verlos con la claridad, la velocidad a la que voy no me permite distinguir más que borrones sin forma. Sin embargo, consigo moverme en dirección al resplandor que me llama en la distancia.

Ya no me preocupa estar sola. Necesito llegar sea como sea hacia aquel destello. Es la primera vez que mis ojos ven algo así.

Finalmente, se abre frente a mí la imagen más fascinante que jamás haya visto. Aquel tenue halo de luz proviene de Dylan. Sí, leyeron bien. Su cuerpo entero está cubierto de un ligero fulgor dorado.

¿Qué es eso?

Acelero aún más, chocando con algunos troncos debiluchos que se rompen ante el mínimo contacto. Mi corazón bombea frenéticamente a medida que me acerco.

Comienzo a preguntarme si son reales todas las historias de los libros. ¿Se imaginan que exista la magia, las sirenas, el viaje en el tiempo, la inmortalidad...? Eso último real. Tan real como yo. Pero ¿qué otra cosa existe además de eso?

Dylan se da cuenta de mi presencia inmediatamente, es entonces cuando sus ojos se conectan con los míos como si fuesen imanes. Y de la nada, los abre grandes, muy grandes. Parece alarmado. ¿Qué está mal?

¡Frena!

Cuando me doy cuenta de eso, ya es demasiado tarde. Dylan extiende sus manos por delante para atajarme, pero la velocidad con que lo embisto es mucho más fuerte que eso. Lo termino arrastrando en una caída de varios metros, donde rodamos por un buen par de segundos. Lo único que logra detenernos es una gran roca que se parte en dos cuando la espalda de Dylan la golpea con contundencia. Incluso escucho algunos huesos de su espalda sonar.

Eso debió doler.

El impacto repercute también en mí, dejándome un poco aturdida al principio. Parpadeo varias veces para poder centrarme. Pero la percepción del tacto responde más rápido que el resto de mi cuerpo. Mis manos presionan ligeramente sobre la tela de una camiseta, permitiéndome sentir la firmeza de los músculos que hay debajo. Y mis oídos... mis oídos pueden oír el bombeo de un enérgico corazón, que late bajo mi mejilla. El poder con el que retumba de alguna manera me trae alivio.

La fragancia que me rodea es exquisita, sublime, digna de los Dioses. La reconozco, por supuesto. El aroma que desprende Dylan es realmente embaucador.

Un momento...

Lentamente me aparto el cabello de los ojos y casi escupo mi corazón al ver dónde he caído. El rostro de Dylan está a un palmo de distancia del mío, a tal punto que puedo distinguir con claridad los diferentes matices grises de sus ojos. La manera en que me mira provoca que los vellos de mi nuca se ericen y mis latidos aumenten su frecuencia. Me encuentro sobre él con las manos sobre su fuerte pecho, mientras que las suyas están firmemente adheridas a mis caderas.

¿Estoy soñando? A lo mejor me golpeé la cabeza y morí. Tal vez, no soy tan inmortal como él creía. Me gustaría creer eso, pero las sensaciones son tan reales...

Una exhalación se escapa de mis labios al sentir como sus dedos se deslizan suavemente hacia arriba y levantan el dobladillo de mi camiseta para acariciar la piel de mi cintura. Madre mía... Todo mi cuerpo reacciona a esa caricia y se estremece como nunca.

Sus ojos descienden hasta mis labios y mis nervios alcanzan la estratosfera cuando la energía que nos atrae se vuelve por demás de insistente. Quiere que nos besemos. De solo pensar en probar sus labios mi rostro es invadido por un intenso calor. Dylan dirige la mirada a mis mejillas y me sonríe con ternura.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora