XXXIII

252 89 202
                                    


El fin de semana se ha pasado muy rápido con los entrenamientos, en los cuales no he hecho más que practicar la expulsión de mi poder y de mi escudo. Las pocas horas libres que he tenido las he aprovechado al máximo para estudiar para los exámenes de esta semana.

El último año es realmente estresante.

Ahora me encuentro sumergida en la rutina nuevamente. Estoy en la clase de historia, oyendo lo que la profesora Watson explica frente a la pizarra.

Dylan... Waight.

Un momento, ¿por qué estoy escribiendo su nombre en la hoja? Borro con enojo lo que acabo de escribir y vuelvo a dibujar garabatos con el lápiz.

Oyendo la clase, dice...

—Tú no estás bien —murmura Kyle a mi lado.

Giro la cabeza en su dirección y le enseño el dedo medio en respuesta.

—Que agresiva, por favor —se mofa él.

—Señorita Blair —me llama de pronto la señora Watson—. Veo que usted está muy interesada en la clase, ¿podría decirme en qué año asumió la presidencia William Henry Harrison?

La forma en que dice aquello me da a entender que no está contenta conmigo.

En estos momento soy el centro de atención de la clase. No hay ni un solo estudiante que no me esté viendo. Todos han girado la cabeza hacia mí.

Esto no me agrada para nada. Siento el rostro prendido fuego.

Maldición. Necesito que Dios me ilumine y me de la respuesta.

—Yo no te la diré —susurra Kyle demasiado bajo, solo para que yo sea capaz de oírlo.

No hablaba de ese Dios.

—Muérete —respondo en su mismo tono de voz.

—¿Señorita Blair? —insiste la profesora, cada vez más molesta por la espera.

Entonces, veo que en la pizarra está escrita la fecha. ¿Por qué me pregunta eso si puedo verlo desde aquí?

—En mil ochocientos cuarenta y uno —respondo tal cual está escrito.

Ella entrecierra los ojos al oír la respuesta correcta, pero decide no darse por vencida.

—¿Qué ocurrió con su antiguo compañero de mesa?

Su pregunta me toma desprevenida. Maldición, ¿qué le digo?

—Él... em...

¡Di lo primero que se te venga a la cabeza!

Batido de chocolate.

Mejor no digas nada.

¡No es mi culpa, tengo hambre!

—Está de viaje por asuntos personales —interviene Kyle, con voz grave.

Me ha salvado.

—¿Y usted cómo lo sabe, señor Lowelle? —pregunta la profesora con desconfianza.

—Porque soy su primo —dice con una naturalidad muy bien actuada.

¿Qué? Por favor, Kyle, no creerás que vayan a tragarse esa mentira, ¿o sí?

Todos lo observan con rostros de sorpresa. No se esperaban esa revelación.

No lo puedo creer.

Yo lo creería, genes muy parecidos. Nadie de aquí tiene la complexión de ellos, o siquiera la belleza...

Por suerte ninguno es tan idiota como ellos.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora