XXXVIII

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Desearía estar así por horas y horas, en este estado de plena relajación proporcionado por los dedos que masajean mi cabeza, y peinan mi cabello una y otra vez.

Que susto me has dado —susurra una voz a lo lejos—. No vuelvas a hacerlo, por favor.

Abro los ojos de golpe y me incorporo en la cama, quedándome sentada. Maldita sea, me duelen todos y cada uno de los músculos, se siente como si me hubiese pasado un tren por encima.

Por la claridad que entra desde ventana, me percato que ya es de día. ¿Qué hora es? Miro en todas direcciones y me doy cuenta de que estoy sola. ¿Acaso éste no es...?

El cuarto de Dylan.

Lo termino de comprobar por la pizarra en la que mis ojos se detienen de inmediato. Mi yo del pasado hizo algunos dibujos de ahí. Pero ahora eso es lo de menos, mi pregunta es: ¿qué hago aquí? Me había propuesto no volver a caer ante los encantos de Dylan, y no quiero creer que he roto con mi palabra.

¿Dónde está ahora? Creí que él estaba conmigo.

Tal vez fue solo un sueño.

Me esfuerzo para poder traer los recuerdos de la noche anterior, pero solo consigo pequeños trozos de...

¡Mis amigas! Habíamos salido a... Oh, no. Maldita sea. ¿Qué es lo que hice? Recuerdo sus miradas de desconcierto mientras mi boca escupía todas las cosas que me había esforzado en ocultar durante todo este tiempo.

Me levanto de un salto de la cama y tomo mi cabeza entre las manos al ser bombardeada por los recuerdos de la noche anterior. Mis amigas, Joe, Dylan, Kyle...

Miro mi cuerpo y me doy cuenta que no llevo la ropa con la que había salido a bailar. Ahora tengo puesta una camiseta negra de al menos dos o tres tallas más grandes que la mía.

Vomitaste tu vestido, ¿no lo recuerdas?

Esto tiene que ser una pesadilla.

El problema es ella, ¿qué le dirá? Ya no puede engañarla —la voz de Kyle llega a mis oídos desde la planta inferior.

¿De quién hablan? ¿Yo soy el problema para él?

Caitlin no tendrá opción —oigo decir a Dylan.

Mi corazón se acelera de solo escuchar su voz. Está aquí en la casa, a solo un piso de diferencia, tendré que verlo. O puedo escapar por la ventana antes de hacerlo. Ya pasé demasiada vergüenza delante de ellos.

Camino en punta de pies hasta la puerta del baño de Dylan. Necesito orinar con urgencia, pero no quiero que escuchen mis pisadas.

Hago mis necesidades y luego lavo mis manos unas tres veces. Me siento sucia. Necesito un baño.

Frente al espejo veo que mi rostro se encuentra muy demacrado. Tengo grandes ojeras bajo los ojos y mi piel tiene un tono más apagado que de costumbre. El maquillaje que llevo sobre los ojos ahora se encuentra desparramado en todas direcciones. Es un verdadero desastre. Soy un desastre.

A un lado del lavamanos veo el enjuague bucal de Dylan. Lo tomo y vierto en mi boca un poco. Paso al menos tres minutos completos haciendo gárgaras. Luego lavo mi cara con agua fría y me quito el maquillaje con jabón, procurando no abrir los ojos para evitar maldecir por un buen rato. Y finalmente, me arreglo un poco el cabello en un moño desprolijo. Listo, es lo mejor que puedo hacer.

Salgo del baño en puntas de pie y casi me da un infarto al ver a Dylan junto a la ventana, está mirando hacia el exterior. Su fuerte espalda se marca bajo la camiseta negra que lleva puesta. Me pregunto cuantas camisetas de ese color tendrá, sin contar la que yo traigo encima.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora