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Continúa narrando Dylan:

El pasillo se encuentra completamente vacío. Todavía sigue en el suelo los restos de sangre que Caitlin devolvió mientras tenía la espada incrustada en su vientre. Y Sarah tenía razón, el boquete en la pared y la sangre en el suelo no pasan desapercibidos. Demonios. Será mejor que nos demos prisa. Debemos recorrer cuatro pasillos. Y solo ruego porque el turno de mi abuela aun no se haya acabado.

—Vamos —demando, tirando de la mano de Caitlin para iniciar la marcha.

Esto es realmente tenebroso, no entiendo por qué el imbécil de Argus no se actualiza. Debería usar electricidad aquí, las antorchas no iluminan lo suficiente. Incluso, con una buena iluminación y un par de retoques que le quiten esa sensación fría, triste y solitaria, este lugar sería una pasada, hasta podría usarse como centro turístico. En un marco donde los Raezers no existieran, desde luego.

Caminamos unos cuantos metros hasta llegar a la primera intersección y me asomo en la esquina para ver si del otro lado hay alguien. Por suerte, estamos solos.

—Sigamos —digo en un susurro.

Agradezco haberme infiltrado en el castillo hace un tiempo, me ha permitido trazar un pequeño mapa en mi cabeza. Recorrí muchos pasillos sin que nadie lo notara. Bueno, lograron atraparme la última vez, pero conseguí lo que quería. Pude leer las páginas de aquel libro que, desde que Sarah me había comentado sobre eso, estaba muy ansioso por ver. El libro de los Osados, solo Argus lo tiene en su poder. Maldito estúpido, si yo pude verlo cualquiera puede hacerlo.

Mis pies caminan casi por inercia. No voy a mentir y decir que la energía negativa que hay aquí no me afecta, porque lo hace. Mis pies parecen de plomo, aunque todavía me responden.

—¿Cómo estás? —le pregunto a Caitlin, echándole un breve vistazo.

Ella parece estar llevándolo bien dentro de todo, no es esa Caitlin llena de energía que conozco, pero está haciendo su mejor esfuerzo. Y eso que no tuvo el entrenamiento que Kyle, Taylor, Jill y yo tuvimos con Sarah; gracias a ella adquirimos más resistencia ante la energía negativa que desprenden.

—Bien —responde, regalándome una sonrisa de boca cerrada, luego mira nuestras manos y hace una mueca —Me está sudando la mano.

No lo había notado hasta ahora, tal vez sea porque a mí también...

—No pienses en soltarme. Nuestro escudo nos protegerá bien —insisto, hablando en voz baja para evitar ser escuchados.

—Dije que no lo haría —rueda los ojos, ya cansada de oír lo mismo tantas veces.

Se lo recuerdo, por las dudas...

Estamos a punto de llegar a la segunda intersección cuando una puerta se abre a nuestras espaldas, con Caitlin giramos la cabeza como búhos.

—... pues no sé, estoy segura de que alguien las habrá tomado. Ahora Argus nos castigará cuando le pidamos otro par de insignias —murmura una voz femenina, parece preocupada.

Vemos salir del cuarto a una joven, seguida por otra. Ambas llevan sus uniformes, desde luego, pero la que más destaca de las dos es la última que veo salir, que lleva un impresionante cabello de color castaño oscuro, lleno de pequeños rizos por doquier. La que está hablando, por el contrario, tiene el pelo colorado y completamente lacio. A la luz de las antorchas puedo notar los cientos de pecas que cubren su rostro.

Maldición, ¿por qué no se han ido con el resto a esa... caza?

—Sí, puede ser. Tal vez nos haga abandonar nuestros poderes por una semana. Deberíamos preguntarle a Mered... —la chica de cabello rizado guarda silencio al vernos parados como estatuas en medio del pasillo.

CAITLIN | LIBRO I ~ Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora