Capítulo 1

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❝Indicios❞

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     Un día cualquiera del verano de 1992 Lyra Dursley se levantó con un mal ánimo. Llevaba el cabello mal atado y su ropa del día anterior arrugada, y su rostro expresaba una gran molestia. Su primo Harry Potter la vio llegar a la cocina con el ceño fruncido y un peluche de conejo que colgaba por su brazo desde el puño de la muchacha. Ella se sentó en una de las sillas, y, sin decir nada, Harry Potter le sirvió el desayuno. No había nadie más despierto en el hogar, pues era domingo, y los domingos nunca pasaba nada interesante.

—Supongo que tu clase de ayer fue pesada —dijo el chico, dejando unas tostadas sobre el plato de ella. Lyra asintió con pesadez. —Y hoy no es muy buen día.

Lyra volvió a asentir. —Hoy es su aniversario.

Suspiró. Harry hizo una pequeña mueca de resignación y se sentó en la silla de la cabecera de la mesa, en silencio. La pelirroja ni siquiera había tocado su desayuno cuando escuchó los pasos de unos tacones acercarse. Harry se apresuró en darle su último bocado a su tostada antes de levantar sus platos de la mesa y regresar a la cocina. Petunia se había levantado.

—¿Qué haces vestida así? —preguntó su madre al momento de entrar a la cocina. Lyra se volteó para ver el ceño fruncido de la mujer— Vamos, come y ve a cambiarte, iremos a Londres para comprar tu uniforme.

Lyra hizo una mueca. Su madre le echó una mirada. Lyra se volteó, y comenzó a comer su desayuno, maldiciendo en voz baja. Petunia Dursley se regresó sobre sus pasos y desapareció por el pasillo, quizás para ir a despertar a Dudley.

—¿Sabes? No creo que ir a ese conservatorio sea tan malo —mencionó Harry, volviendo a sentarse a la mesa—. No tendrás que soportar a tu hermano, o al tío Vernon.

Lyra soltó un suspiro, algo resignada. Le gustaba tocar el violín, pero creía que ir a una academia de música sería demasiada disciplina para ella. Entendía que sus padres querían lo mejor para ella, y que la beca era una oportunidad excelente para desarrollar sus habilidades musicales, pero había algo que simplemente no la convencía del todo. No tenía nada que ver con la nostalgia; odiaba Surrey y Privet Drive con toda su alma. Glasgow estaba lo suficientemente lejos como para estar tranquila, no tenía amigos a los que extrañar, y Harry iría a Hogwarts de todos modos. Quizás era tan simple como que Lyra no quería triunfar, realmente; o quizás se trataba de no querer romper su rutina de su vida tan tranquila... Sea como fuere, ni siquiera ella tenía idea de qué hacer.

—Sería mejor si te tuviera a ti conmigo —murmuró Lyra, sin mirar a su primo—. Desde que Alex murió me siento sola aquí.

Bajó la mirada hacia su plato vacío. Harry puso una mano en su hombro, y sonrió.

—Si pudiera llevarte conmigo, lo haría. Créeme.

Lyra sonrió un poco. Iba a decirle algo, pero Petunia irrumpió nuevamente.

—¿Qué es lo que están haciendo aquí aún? ¡Rápido, a vestirse! ¡Ahora!

Los primos obedecieron sin chistar.

Tras quitarse la ropa de entrenamiento y ponerse algo más decente, Lyra tomó su viejo walkman y se lo puso en los oídos. Nada mejor que un poco de música para pasar el viaje más rápido, y distraerse un poco de sus preocupaciones. Bajó las escaleras, donde se encontró con la fastidiada figura de su madre, apresurándola para que suba al auto. Lyra no escuchó lo que decía, pero de seguro no eran palabras lindas.

Dudley estaba sentado en medio de ella y Harry. Genial. El viaje sería estupendo.


—¿No está la falda muy larga? —se quejó Lyra. La vendedora y su madre fruncieron la nariz al mismo tiempo— Solo decía...

—La falda está bien, está hecha a tu medida —dijo su madre—. Pero creo que el blazer es algo corto. ¿Tiene una talla más grande, para probar?

—Por supuesto —dijo la mujer, sonriendo—. Sígame, por favor.

Lyra soltó un suspiro de alivio. Estaba cansada. Se bajó del pedestal y merodeó un poco por la tienda para soltar las piernas, que estaban algo entumecidas. Dudley y Harry esperaban cerca de la puerta, sentados sobre unos sillones —cada uno en uno distinto, y separados del otro, por supuesto—. Dudley jugaba con una consola portátil mientras Harry había obtenido el privilegio de utilizar un poco el walkman de su prima tras una muy justa pelea de piedra, papel o tijeras en contra de Dudley.

Lyra se acercó a Harry, dispuesta a aburrirlo hasta el cansancio de sus conversaciones sobre libros o de las 59 maneras de cocinar un huevo, cuando una figura en la ventana le llamó la atención. Curiosa, se desvió por su camino para observar más de cerca a la pequeña ave que se había posado en uno de los postes de luz de la acera de enfrente. La lechuza parecía estar mirándola directamente a ella.

—Qué hermosa —murmuró, antes de que el ave se fuese volando—. Ah, no duró mucho.

—¡Lyra! —escuchó el llamado de su madre a lo lejos. Lyra suspiró, y fue a probarse el uniforme. —Por Dios, Lyra, ¿no puedes quedarte tranquila por unos momentos? Ven aquí...

Su madre la agarró de la muñeca y tiró de ella para subirla nuevamente al pedestal. El nuevo blazer no era el del conservatorio, pero les servía para ver qué medidas cambiar.

—Su hija ha crecido mucho estas últimas semanas —dijo la costurera—, quizás sea muy alta de mayor.

—Además del violín, hace ballet —dijo su madre, sonriendo con orgullo—. Mi hija es muy talentosa, pero recibió una beca de la academia musical y no pudo resistirse. El ballet puede quedarse como un hobbie.

Lyra rodó los ojos. La mujer sonrió.

—Oh, qué lástima. A puesto a que es una gran bailarina. ¿Sabe? Mi hijo también toca un instrumento, pero mi marido y yo hemos tenido que pagar toda su colegiatura... Usted es muy afortunada por tener una hija así.

—Una hija sobreexplotada —murmuró la pelirroja, pero ambas mujeres la ignoraron, y siguieron hablando mientras la costurera marcaba unos detalles en el blazer.

Lyra giró su vista hacia Harry, que ahora observaba por la ventana. Lyra se preguntó si acaso él también veía lechuzas en el día, hasta que recordó de que sí, él lo hacía. Soltó una pequeña risa.

—Muy bien, tendré el uniforme listo en dos semanas —dijo la costurera, finalmente. Lyra sonrió de alegría, y saltó del pedestal para ir a cambiarse de ropa. 

Cuando salieron de la tienda, a Dudley se le apetecía algo frío. Mientras caminaban por las calles de la ciudad hasta una heladería, Lyra no pudo evitar pensar, por primera vez desde que se había levantado, en Alex. Él solía acompañarla a sus entrenamientos de ballet en la ciudad, y siempre le compraría un helado para compensar un poco esos dolores musculares. A veces se paseaban por fuera de las ventanillas de las tiendas para observar la ropa y preguntarse si, cuando crecieran, ellos vestirían igual. Sonrió al pensar en los buenos momentos que tuvieron juntos. Quizás, sonreír era lo mejor.

Llegaron a la heladería, y su madre pidió tres helados. Uno para Dudley, otro para Lyra y, sorprendentemente, otro para Harry. Luego de eso volvieron al auto a esperar a que Vernon Dursley regresara de comprar unos repuestos. Su salida a Londres no había sido muy larga; pero el helado estaba buenísimo y sus padres parecían más relajados, lo que significaba más tranquilidad, quizás, por una semana más.

Así que cuando llegaron de regreso al número 4 de Privet Drive y se encontraron con un par de lechuzas posadas en el pequeño tejado sobre la puerta principal, Lyra Dursley supo que el resto de su verano iba a ser de todo menos tranquilo.



















Lyra Dursley ↪ HP [LD #1]Where stories live. Discover now