Capítulo 35

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Desde que William se fue todo a mi alrededor se tornó de un tono gris y opaco, nada en el palacio brillaba como antes, al principio creí que se debía al mal clima, pero después descubrí que se debía a su ausencia

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Desde que William se fue todo a mi alrededor se tornó de un tono gris y opaco, nada en el palacio brillaba como antes, al principio creí que se debía al mal clima, pero después descubrí que se debía a su ausencia.

—No ha dejado de llover—expresó la condesa sacándome de mis pensamientos—si el clima continúa de esta forma me temo que tendremos que seguir postergando sus actividades.

—Ha estado lloviendo desde dos semanas, no creo que suspender mis actividades sean tan importantes como para preocuparse—expuse algo intranquila.

—Discúlpeme majestad—se alejó del ventanal y se acercó al sofá vacío frente a mí dónde se podía disfrutar del calor de la chimenea. Los últimos días habíamos venido aquella habitación para encontrar un poco de calor, era la antigua oficina de la duquesa Sofía, no era tan amplia como la de William y no gozaba de una amplia estantería, pero si contaba con una gran chimenea que lograba mantener un calor acogedor y agradable—sé que le preocupan muchas cosas últimamente, el rey, la guerra y la salud de sus súbditos debido al mal clima de la región, debí ser más condescendiente en su presencia.

Súbitamente un golpeteo llamo nuestra atención, al descubrir que aquel ruido provenía de la puerta, la condesa se levantó de su asiento para atender el llamado.

—Una carta—escuché una voz masculina, pero no fui capaz de oír las siguientes palabras que aquel hombre le dirigió a la condesa. Segundos después ella cerro la puerta y camino hacia mi con una bandeja de plata en sus manos.

—Acaban de traer esto, majestad—se apresuró a decir. Caminó presurosa hasta poder extender la bandeja de plata donde se exponía un sobre de tono ambarino. Instintivamente lo tomé y abrí al ver el sello de William sobre su superficie:

Mi amada reina

Por fin encontré el tiempo para poder escribirte estas líneas, hay mucho que escribir y muy poco papel para expresarte todo lo que mis ojos han visto desde mi llegada, no sé de qué manera explicarte las terribles cosas que he visto. Capria, que era una ciudad hermosa y prospera ahora es un cementerio donde mora la desdicha y la muerte, ya no queda nada de lo que alguna vez fue.

A mi paso vi hombres y mujeres buscando entre las ruinas de lo que fueron sus hogares, no hay nada por rescatar, pero supuse que rebuscaban en las cenizas invaluables recuerdos de lo que fue su vida o de un ser querido que tal vez perdieron en el ataque a su ciudad. Cuando me miraron, vi el dolor de sus corazones reflejado en sus rostros, no pronunciaron ni una sola palabra, aunque estaba preparado para recibir insultos y calumnias, solo se quedaron en el camino mirándome fijamente, hasta mi caballo avanzo lo suficiente para perderlos de vista.

Mis palabras, no le hacen justicia al sentimiento que puede percibirse en el ambiente, es una terrible desesperanza ver las consecuencias de la violencia. Solo una monstruo inhumano podría glorificarse y celebrar la desdicha del prójimo, asesinar mujeres y niños sin compasión, y enaltecerse por destruir la paz de los hombres.

Amor De CristalWhere stories live. Discover now