Capítulo 3

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El taxista no paraba de mirarme a través del retrovisor, lo notaba claramente aunque disimulara que no lo hacia. Si hubiese estado en otra situación estaría conteniendo la carcajada por la gracia que me causaba la escena, pero no era momento de reírme. Sabia que mis padres no bromeaban y nuevamente me volví a enojar. Busqué entre mi cartera el teléfono y rápidamente entré los contactos, el numero de Alan. Tuve que esperar un par de minutos antes de que tomase mi llamada, supuse que estaba dormido y lo confirmé en cuanto contestó.

—Hola muñeca ¿Qué pasa?— dijo con voz ronca. Sentí encharcar los ojos de la ira— ¿muñeca? — volvió a preguntar alarmado al no escucharme hablar.

—Ayúdame Alan— dije por fin rompiendo en llanto.

—¿Kate, que pasa?— se inquietó todavía más— ¿Estas bien?

—Nooo— respondí como la mimada que solía ser con él— No estoy nada bien.

—Pero ¿Dónde estas Kate? ¿quieres que vaya a buscarte cariño?

—No hace falta, ya voy camino a tu apartamento.

—Perfecto, pero dime ¿por qué estas así?

Me rasqué la cabeza desesperada, no me apetecía nada contarle por el teléfono, además ya suficiente show estaba presenciando el pobre taxista— No quiero hablarlo por teléfono, estoy a cinco minutos de tu casa, te llamo cuando este en el lobby — y en el tiempo dicho estuve nuevamente llamándole para que diese la orden de dejarme pasar. Pedí el ascensor, pareció tardar media vida en bajar y otra más en llevarme hasta la decimosexta planta. Al salir de el me encontré con mi mejor amigo vistiendo su pijama de Care Bears que le había dado por su cumpleaños con sus pantuflas de garrita, regalo de día de la amistad. Contuve la risa nuevamente. Nunca pensé que les daría uso —Se que te quieres reír, Kate. Parece que fue un éxito usarlas para algo positivo— dijo, y esbocé una sonrisa— Pero supongo que no es suficiente para animarte ¿No? — me agarró de los hombros, me acercó a él y me abrazo firmemente en cuanto me vio hecha un mar de lagrimas—Shhh, shhh— repetía intentando calmarme y sin parar de acariciar mi cabeza. El sonido del ascensor anunciando que pararía en ese piso, hizo que me soltara rápidamente del abrazo, agarrase mi mano y me jalase con agilidad hasta su apartamento. Una vez adentro volvió a abrazarme y espero hasta que me vio un poco en calma— Vaya, casi te pillan con los mocos afuera.

—Y a ti con esas pintas.

—Buen punto— dijo y esta vez no pude contener la carcajada. Reímos por un instante. Limpió mis lagrimas y me llevo de la mano hasta el salón, en donde me acomodó en el sillón principal y me dejo para ir camino a la cocina — ¿Qué vas a tomar linda? — preguntó detrás de la isla, echando un ojo al refrigerador— tengo té frio, agua, jugo... ¡Hey! A ti te gusta el agua de aloe vera ¿Verdad? Pues de eso también tengo ¿Te apetece? — Lo negué con la cabeza.

—¿No tendrás algo de vino? —giró rápidamente su rostro en mi dirección, parecía asombrado con mi pregunta. Sabia que lo estaba. Nunca me había gustado el alcohol y no era común que preguntara por el— ¿Algo de whiskey?

—¿Vino? ¿Whiskey? — repitió— ¿No querrás también un aguardiente o un tequila?

—¿Aguardiente? — pregunté confundida

—Olvídalo— cerró la nevera y miró en la estantería en donde guardaba el alcohol— Tengo de los dos que pediste, también hay algo de crema de whiskey, así no te asquearas tan rapido— agarró la botella y volvió al salón, la destapo y sirvió en los vasos de cristal— ¿Qué es eso tan malo que te ha pasado? Aún no he escuchado nada pero el que me hubieses pedido bebidas alcohólicas ya es suficiente para alarmarme al doble después de verte llorar.

Suspiré. No quería decírselo, pero quería hacerlo. Me resultaba realmente difícil tener como mejor amigo a la persona que más amaba en el mundo en esa situación. Sabía que él no correspondía mis sentimientos. Sabia que no tenia chance alguno con él, que era un sol conmigo por su naturaleza amable, pero quería que me mirara como una amante, que pensara en mi todo el día, que me besara cuando quisiera, que me tocara y que me fundiera en él y que me ayudase a olvidar lo que estaba a punto de suceder. Que me dijese que nada iba a pasar y me asegurase que no habría nadie que me separase de él. Volví a suspirar después de estarlo meditando unos ligeros segundos en los que nuevamente me daba cuenta de que nada entre nosotros iba a suceder— Veras, Alan— carraspeé la garganta intentando ganar algo de valor— Me acabo de comprometer con el hijo de los mejores amigos de mis papás— su mirada se clavo en la mía, bajo su vaso y luego de un segundo sonrió.

—Te estoy preguntando en serio Kate— dio un sorbo a su bebida.

—No miento Alan, me gustaría hacerlo pero no lo hago— también bebí del mío huyendo de su nueva mirada incrédula.

—¿Perdona? — dijo en cuanto me vio bajar el brazo— Kate— chasqueó lo dedos para llamar mi atención— Hey, Kate, mírame— levanté el rostro en su dirección— ¿Es broma verdad? ¿De que diablos estas hablando? ¿Compromiso? Po-por que diantres no me lo habías dicho antes— parecía enojado y defraudado.

—¿Crees que lo sabia? ¿Qué piensas? ¿que chillo de ilusión por casarme con alguien que no conozco? — Elevé el tonó, y sentí nuevamente temblar la garganta—maldición— comencé a llorar de nuevo y él volvió a abrazarme. Nos mantuvimos abrazados por unas dos horas en las que las lagrimas no paraban de salir de mis ojos. Tenia la garganta desgastada y el pecho adolorido de tanto sollozar. Las manos de Alan no paraban de acariciarme la cabeza sin soltarme del abrazo. Le estaba dejando la pijama llena de mocos y lagrimas. De nuestras bocas no salió una sola palabra hasta que nuevamente me vi un poco más calmada, estaba agotada y no quería seguir despierta en tremenda pesadilla, por lo que antes de que pudiese decirme algo más le pedí que me dejase dormir en su casa —No hace falta que lo digas nena, puedes dormir aquí cuando quieras— me beso la mano y me llevo camino a la alcoba de invitados— Si necesitas algo, no dudes en deci-

—Alan— le interrumpí—¿puedes quedarte conmigo mientras me duermo? —Me sonrió dulcemente como siempre y se sentó en una silla cercana a la cama—No. Quiero que te recuestes conmigo mientras me duermo, claro, si no te importa— y así hizo. Vino hasta mi, se metió bajo las sabanas y me ofreció su brazo como almohada. No dudé en acurrucarme en su pecho y él en cobijarme con su otro brazo. Mientras estuve despierta, deseé quedarme de esta manera para siempre, solo Alan y yo, también pedí por que todo fuese nada más que una broma y que a la mañana siguiente viniese papá y me dijese que había caído redonda en su juego, solo eso. Pero sabía que nada iba a pasar y que debía enfrentarme a lo que viniese, por lo que simplemente me rendí y aproveche aquella curiosa oportunidad de estar cuerpo a cuerpo con la persona que más amaba aunque solo fuese por consuelo. 

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