Capítulo 9

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La noche del jueves había terminado cabreada con el mundo. Ni el mismísimo satanás hubiese sido capaz de contener la rabia que me creaban todas las decisiones egoístas de mis padres.  Si, es verdad que me llevaba mejor con Lautner. Y Si. Es verdad que me empezaba a interesar de manera positiva. Pero me jodía que todo fuese según sus planes.

En consecuencia la clase del viernes había sido penosamente desastrosa. Alan me miraba preocupado cada vez que entre mis manos terminaba aplastada la masa de arcilla que en realidad debía de tomar forma de taza— ¿Te sientes mal, nena? — me preguntó en un par de ocasiones, intentando averiguar si mis desastres eran solo obra de mi patosa habilidad con las manos o se debía a algo más. Pero siempre recibió la misma respuesta negativa.

El domingo, las dos familias decidieron reunirse. Encontraban adecuado no solo intervenir en el compromiso de sus hijos, si no también elegirles la nueva casa.  Estaba harta de todo. Pero me desperté con las baterías renovadas luego de estar en la cama todo el sábado. Así pues, el timbre comenzó a sonar más o menos a las cuatro. Mamá y la señora Belinda habían ido a ver algunos catálogos inmobiliarios juntas y ahora los traían en las manos, dispuestas a enseñárnoslo al resto.

—¿Estas enfadada?— me preguntó Carl disimuladamente mientras nuestros padres veían las casas en el papel.

—¿Tu que crees? — respondí irritada

—Espero que sepas que yo no tuve nada que ver con esta idea, aunque no niego que me anima un poco— admitió— intenta no ser muy dura conmigo ¿Si?

Exhalé. Había hecho un trato con mis padres y tenia que cumplirlo— Esta bien, pero por lo menos has lo posible para que esos cuatro nos dejen elegir la casa. Ya bastante tengo con que tomen el resto de  las decisiones por mi. 

—Hecho—garantizó y se puso en pie dando palmas para llamar la atención de los mayores— Bueno, bueno familia. Creo que hasta aquí esta bien. Kate y yo vamos a elegir por nosotros mismos nuestro hogar ¿Ok? — dijo en un tono bromista para no ser muy brusco— La verdad es que ella me dijo que tenía muchas ganas de buscar por si misma y no me gustaría no poder complacer a mi prometida— les guiño el ojo. Me reí incrédula de su teatro. Ellos estaban contentos de lo que decía, por lo que terminaron por aceptar la petición— No se preocupen, antes de dos semanas estaremos mudándonos juntos aunque sea a un barco pesquero— aseguró, tranquilizándoles.

Al terminar con su teatrillo me invito a irme con él. También parecía abrumado de estar en aquel comité de padres y se acerco a mi para proponerme la escapada en cuanto me vio volver del baño. Accedí. Era mejor estar con uno que con cinco. Había venido a casa en un deportivo rojo descapotable. Entramos en el vehículo dirección a cualquier lugar lejano al clan—¿Ya estas mejor? — me pregunto sin quitar la vista del frente.

—Supongo— respondí— ¿A donde vamos?

—Mmm, es una sorpresa— Sonrió. No pregunté más. Un par de minutos después entramos al parking de un edificio negro bastante llamativo. Lautner estaciono el coche en una plaza de la segunda planta y me invito a seguirle. Acababa de comprender a donde estábamos, nada más y nada menos que en el bloque de apartamentos en el que vivía— ¿Qué tal Don Armando, como le va? — Saludo a uno de los recepcionistas del edificio.

—Señor Lautner, muy bien. Gracias. ¿Y usted? — Contesto con amabilidad, poniéndose en pie— ¿En que puedo ayudarle?

—Me gustaría que la adjuntases a ella en el registro de mi departamento. Quiero que tenga total acceso a el, incluso aunque yo no este presente— pidió. Puse mi mirada en él. Me guiño el ojo. Una vez terminado todo, me entrego una llave extra, me agarro de la cintura y fuimos al ascensor. Vivía en la planta veintidós, mis ojos grabaron el camino hasta su puerta y en mi memoria se marco el numero en ella: 2208 — Tu tienes la llave. Vamos, abre— me animo a estrenar la copia que me acababa de entregar. Introduje la llave en la cerradura y empuje para abrir. Lo primero que pude notar fue el olor que salía del departamento. Un aroma sumamente varonil que se fundía en mis pulmones. El suelo era en madera lisa de color marrón oscuro y en contraste las paredes blancas cubrían paredes y techos. A pesar de haber entrado primero que él, le indique que caminase adelante para que me guiase. A un par de pasos  se abría una primera puerta que desvelaba el salón, sillones en cuero negro con accesorios blancos. Una lámpara de cristal  sobre la mesa de centro del mismo material, y esta, sobre un tapete de bordados complejos. Al fondo una chimenea, y decorando las paredes  un par de cuadros a juego con el resto de muebles. Todo era bastante sobrio. Rebosaba elegancia y serenidad. Se alejaba totalmente de la imagen del departamento de Alan, que tenia un aspecto mas juvenil—Siéntete como en casa— dijo— Bueno, de hecho esta literalmente también es tu casa. Por lo menos a partir de ahora— sonrió. No podía evitar sentirme nerviosa. Me senté en el sillón principal. Él agarro de la mesa un control y encendió los parlantes alrededor de la habitación— Puedes poner la música que quieras— ofreció.

—En realidad agradecería que eligieses tu— dije.

—Ok— arqueo un poco los hombros. Tomo su teléfono y eligió uno de los play list en el. Reposó el móvil en la mesa y me agarró de la mano, para llevarme hasta la cocina, que estaba en dirección contraria al salón— ¿Qué quieres beber? O ¿Comer? ¿Tienes hambre?

Miré el reloj, faltaban cinco minutos para las ocho— Estaría bien preparar algo para cenar— propuse.

—Genial ¿Qué te apetece comer?

—No hace falta que me preguntes todo a mi. Tu también deberías elegir— sonreí complacida— No soy una maestra de la cocina, pero me defiendo— aclaré y me adelanté a mirar en el refrigerador y luego en la alacena. Tenía un poco de todo.

—Podríamos hacer algo sencillo. Tal vez alguna pasta y una ensalada como acompañante— sugirió. Asentí.

Estuvimos mirando un par de recetas por internet, al final nos decidimos por  aguacates al horno, rellenos de salmón y huevo, y espaguetis con salsa de nueces y espárragos. Tardaríamos cerca de media hora en prepararlo todo, por un lado estaba él haciendo los espaguetis y por el otro yo rellenando los aguacates. De vez en cuando él se abalanzaba sobre mi para juguetear y no pude evitar seguirle el ritmo. Lautner sin duda alguna es del tipo de personas que influencia a los demás con sus acciones. Desde el salón desapareció el jazz  y comenzó a sonar As Long As You Love Me de Backstreet Boys. No pude evitar carcajearme— Vaya, pensé que solo escucharías música clásica y jazz— bromeé, aunque sabia que no era así. Se dibujo un ligero rubor en sus mejillas.

—¿Te estas mofando de mi pequeña?— preguntó con una gran sonrisa picara en la cara. Aprovechó que me acababa de girar en su dirección luego de meter los aguacates en el horno, para abrazarme. Mis brazos estaban encerrados por los suyos, no tenia movimiento alguno. Solo nuestros rostros se encontraban, a pesar de la diferencia de estaturas. Pensé que me iba a besar, pero  justo en ese momento comenzó el estribillo de la canción y él comenzó a cantar— I don't care who you are, where you're from, what you did, as long as you love me— sonreí, no podía creer la situación.

—¡Vamos!— dije en medio de la risa— suéltame Carl. Se van a quemar los aguacates.

—Los acabas de meter en el horno.

—Pues entonces se te van a quemar los espaguetis— puse otra excusa para que me zafase del agarre.

—Ya los baje del agua— sonrió— No hay nada que puedas hacer para librarte I've tried to hide it so that no one knows, but I guess it shows, When you look into my eyes— Continuo cantando sin prestar atención a mis constantes pedidos de que me soltase. Me di por vencida. Comenzó a mecerse conmigo para que siguiésemos el ritmo de la canción. Estábamos bailando sin sentido en medio de un abrazo que lejos de ser forzoso, resulto bastante placentero para mi. Tanto así que termine cantando a coro con él, hasta que antes de terminar la canción se decidió a darme el beso que no me había dado antes. 

El ambiente se había relajado totalmente entre los dos. Sus brazos se aligeraron y me agarró por la cintura. Mis manos subieron hasta su rostro y se posaron sobre sus mejillas. Un beso llevo a otro, y luego a otro más. A pesar de que nuestros labios no se separaban, nuestros pies no podían parar de mecerse  fuera de ritmo con la canción que sonaba. Abrí ligeramente los ojos, para ver su expresión. Una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro, sin frenar el contacto de nuestras bocas. Me sorprendí de estar tan de acuerdo con la situación. Y mi lujuriosa yo interior me impedía separarme de el pelinegro frente a mi. Comenzó a sonar la campana del horno. Me alejé instintivamente— Se va a quemar la casa— dije con torpeza. Carl rió. Sabía que había dicho lo primero que se me había cruzado por la cabeza para evadir lo que acababa de pasar. Me soltó de todo agarre, Pero aún tenía la sensación de su agarre en mi cintura. Sentí un aleteo en el estomago. Me apresuré a sacar los aguacates. Tenía el rostro como los tomates sobre la mesa.

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