Volver a casa

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Volver a casa

Desde que tuvo uso de razón había algo en la salida y en la puesta del sol que la cautivaba, algo especial en ese fenómeno diario que la hacía olvidarse de todo lo demás.

Era acompañada por los sonidos de la naturaleza, hasta que unos pasos le advirtieron que su momento de paz estaba por terminar.

—¿Acaso no piensas decir nada?

Lyra observó a la recién llegada. El duro gesto de su rostro contrastaba con el tono de preocupación que había identificado en su voz. Siempre le había sorprendido lo difícil que era que su madre perdiera el control.

—¿Dónde has estado?

—Hice lo que pediste, me fui a casa de Jack.

—No te hagas la lista conmigo. Se suponía que me esperarías allí ¿Cómo crees que me sentí cuando descubrí que conjuraste un traslador bien pisaste esa casa?

—¿No querías que tuviera un día tranquilo? Eso hice, no iba a tenerlo si me quedaba.

La mujer extendió la mano y ordenó —Tu varita, ahora.

—¿Enserio me vas a hacer vivir con mortifagos sin ninguna protección?

—Tienes que esperar a los 17 para poder usar libremente tu magia.

—No somos muggles, mamá. Sé que, si detectan magia, el Ministerio no podría probar que fui yo. Además tienen otros asuntos más importantes que una sangre pura usando magia.

—¡No está a discusión!

La joven sabía que era mejor no contradecir el tono que acababa de usar su madre, y tras un bufido le entregó la varita.

—Te la devolveré, cuando dejes de abusar de tus privilegios.

Lyra levantó su baúl y agregó —Para que lo sepas, pensaba entrar a la casa luego de que terminara el atardecer.

Narcisa notó que el cielo ya se había oscurecido, por lo que encendió su varita y empezó a caminar —No te retrases.

El traslador la había dejado no muy lejos del límite de la Mansión Malfoy, y aun así les quedaba un largo tramo por recorrer.

—¿Desde cuándo te molesta pasar tiempo en casa de los Harper? —cuestionó la mujer sin perder la seriedad.

—Creo que al menos me merecía un día tranquilo, antes de volver.

—Entiendo que estés enfadada, pero no puedes continuar con esa actitud.

—¿Yo enfadada?

—Ese es el comportamiento del que hablo.

—Tal vez merezco estarlo.

—Tu hermano me contó lo que pasó.

—¿También le quitaste su varita o la traición no es motivo de castigo?

—No tergiverses los hechos.

—Fui yo la que despertó en la enfermería.

—Por el bien de todos, espero que lo solucionen lo antes posible.

—Muero por verlo —dijo con falsa emoción al cruzar la puerta principal.

—Te pido que te pongas en su lugar, él estaba aún más preocupado que yo.

Al llegar al vestíbulo y encontrar al platinado a los pies de la escalera, bufó —¿Entonces qué me quitaras mi varita no tiene relación con que él estuviera esperándome?

Malfoy y LestrangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora