Malfoy y Lestrange

Lo que heredamos

Lo que heredamos

Lyra maldijo internamente. Estaba enojada consigo misma.

Había esperado tanto para poder llevar la clase de Alquimia, y ahora que tenía la oportunidad, su cabeza no parecía tener la decencia de concentrarse.

El profesor ya se había retirado y ella aún seguía escribiendo sus últimos apuntes. No podía pedirle sus notas al otro slytherin de la clase, pues intentaba evitar los encuentros con Jack.

Piensa en el diablo y este se aparece, fue su reflexión, cuando el pelinegro volvió a ingresar en el aula.

—¿Aún sigues aquí, Lestrange?

¿Valió la pena haber librado a Neville de Amycus Carrow? No, en definitiva no.

La muchacha no se había arrepentido de su repentina voluntad de ayudar al gryffindor, hasta que los hermanos Carrow habían comenzado a referirse a ella con el apellido Lestrange y como cualquier otro suceso en Hogwarts, se había corrido la voz.

La joven lo ignoró mientras guardaba su pergamino. Tenía que morderse la lengua, no quería entrar en su juego.

—Pensaba que terminando cada clase ibas corriendo para ver a Nott o al menos que él corría por ti.

—Llegaste temprano para la carrera —dijo fulminándolo con la mirada —Suele ocurrir los martes después de Encantamientos.

—No me lo tomes a mal. Solo me preocupo por ti, por los viejos tiempos.

—No tienes que hacerlo.

—Insisto, quiero ofrecerte mi ayuda. Pienso lo difícil que debe ser para ti, el tener que controlarte todo el tiempo.

—¿Y por qué debería?

—No querrás que todos comiencen a creer que te volviste loca.

Lyra soltó una carcajada divertida —En verdad pensé que saldrías con algo más original. Vamos Jack, sé que eres más creativo que eso, estoy segura de que fuiste el primero en llamar Lunática a Lovegood.

—Solo me preocupo, no intento burlarme, Lestrange. Imagínate lo que pasaría si les muestras quién eres en verdad. Nadie quiere a una posible asesina andando libre por ahí.

—¿Por qué no vas a decirle eso a Snape o a los Carrow? —preguntó con sarcasmo — Por cierto, para ti, soy Malfoy.

—Ya no tienes que mentir, por fin entiendo muchas cosas sobre ti. Mis respetos para todo lo que tiene que soportar Nott, yo ya estuve ahí.

—Y parecías disfrutarlo. Lo único que puedo decir es que tú fuiste mucho más fácil de controlar. Con él no es necesario, en verdad me importa.

—Ten cuidado, Lestrange. Por cómo van las cosas no sería difícil que la gente crea que usas un Imperio sobre él o que lo llenas de amortentia a diario.

—Estás siendo un idiota con la persona equivocada, no es lo más inteligente.

—Eso me suena a amenaza, ¿entiendes mi preocupación?

—Tu llevas adivinación, ¿verdad? Imagina que soy vidente y tómalo como una lectura de tu futuro.

—Sé que hablas más de lo que eres capaz de hacer.

—No me subestimes Jack. Tú lo dijiste, puedo volverme loca en cualquier segundo y sería una pena que seas la primera víctima.

—¿Eso debería asustarme, Lestrange?

En el tono del chico, el apellido sonaba como el insulto más bajo.

Una idea la tentó.

Esa parte del castillo no solía ser la más transitada y como ya iniciaba el almuerzo debía estar desierta.