Un raro hipoglucémico

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Ese día, Emma no escribió una entrada en su comunidad en línea, sin embargo, pasó un largo rato leyendo las entradas de otras personas; jóvenes de todas partes del mundo

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Ese día, Emma no escribió una entrada en su comunidad en línea, sin embargo, pasó un largo rato leyendo las entradas de otras personas; jóvenes de todas partes del mundo. Le animaba mucho leer que había gente, tan ansiosa como ella, tratando de sobrevivir a su primera experiencia universitaria, le hacía sentir un poco menos rara, sin embargo, sus cuatro amigos la hacían volver a la realidad; era un rara... y ellos también lo eran. Solamente unos raros harían lo que ellos hicieron la noche anterior, todavía no estaba segura de cómo volvió a su dormitorio, tampoco quería preguntárselo a su compañera. Le daba curiosidad saber cuál de los cuatro la cargó, sospechaba que fue Colin, esperaba que haya sido Colin, no le hubiese gustado saber que fue cargada por Jordan, por ejemplo, nunca iba a olvidarse de cómo le vio los senos en ese primer encuentro. Miró hacia abajo para acomodarse el área del busto de su vestido.

—Ahí estás. —Colin apareció con dos vasos, se echó al césped al lado de ella, sin esperar un saludo, le entregó uno de los vasos—. No sabía qué comprarte, ni siquiera sabía si estabas libre; me arriesgué. Es jugo de melocotón —apuntó el vaso—. Y, efectivamente, no sé qué fruta es tu preferida, pero, me dije "¿a quién no le gusta el durazno?". Espero que tú no seas la excepción, aunque sé que tú eres una chica excepción —sonrió. A veces no era consciente de cuán maniático sonaba, ¿tanto por un maldito jugo?

Emma miró el contenido del vaso con una sonrisa, —¿Qué es una chica excepción?

—Una chica excepción es aquella que sobresale, claro.

—Gracias ─levantó la bebida—. Mi fruta preferida es la banana, el durazno también me gusta y la naranja, las fresas bañadas en chocolate —rió—. Creo que cualquier fruta me pone feliz. Con respecto a lo de chica excepción; estoy de acuerdo contigo, sobresalgo porque soy un desastre. Quisiera poder ajustarme al resto, ser normal.

—Nunca vuelvas a decir eso. A mí me pareces fantástica tal como eres.

Emma se sonrojó y aprovechó para beber su jugo. Colin la incomodaba, pero no de una manera desagradable como lo hacía Jordan, por ejemplo, más bien, la incomodaba lindo, si eso tenía sentido. Le hablaba tan dulce que hasta le creía todo lo que pensaba sobre ella, sentía que podía ser la chica más rara frente a él sin recibir ningún juicio. No era en vano lo que la gente decía sobre Colin, que transmitía cierta seguridad y confianza, algunas personas nacen con ese don y él era una de esas.

—¿Tú qué bebes?

—Té helado. No puedo tomar café, me hace mal. En tiempos de exámenes, sí lo bebo, pero me hace sentir como un maldito conejo. —Emma rió al escucharlo y Colin le siguió—. Una vez, estaba estudiando para un examen, todavía en química, bebí café de más y terminé en un hospital porque sentí que iba a morir. Me lo prohibieron de por vida, claro que no les hago caso, aunque trato, por eso el té helado.

—Tan joven.

—Fue lo que me dijo la doctora.

Emma cerró su computadora y se estiró hacia delante para recoger la mochila de la portátil, Colin aprovechó, sin ánimos de verse irrespetuoso, pero no pudo evitar mirarle los senos en ese momento; debían ser operados porque eran perfectamente simétricos y de gran tamaño para un cuerpo tan pequeño. Emma cerró la mochila y lo miró; Colin estaba pálido.

Al Estilo Emma© #1Where stories live. Discover now