Venir al mundo por error, tener trastorno de pánico y poseer un coeficiente intelectual brillante, eran cosas de Emma Miller. No podemos dejar de mencionar la ansiedad, que la azotaba en los peores momentos, y lo ingenua e inexperta que podía llegar...
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—Te desnudaste frente a él, ¿por qué sientes que no puedes desnudar tu alma también?
Emma estaba frente a la computadora, sentada en la cama con las piernas cruzadas, escuchando la pregunta de su psicóloga, minutos antes de que finalizara la sesión terapéutica. Tocó los botones de su ropa de dormir de seda mientras miraba el teclado en silencio, no sabía qué contestarle, no tenía palabra. Miró al costado de su computadora cómo su celular se alumbró con el fondo de pantalla de un paisaje en Italia, le llegó un mensaje de él cuando los números del reloj pasaron a marcar las diecinueve en punto.
—Me escribió de nuevo —susurró.
—¿Qué dice? —le preguntó Jane.
Cogió su teléfono.
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Oschner: No sabes la cara que puse cuando no te encontré al mediodía con los chicos, te busqué en tu cuarto y te mandé un mensaje que no respondiste. Acabo de salir y sinceramente no sé cómo logré concentrarme con tu desaparición en mi cabeza. Deseo que nos veamos para cenar y no tenemos que hablar sobre lo que pasó anoche, simplemente quiero estar en tu compañía, por favor
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El celular temblequeó en su mano mientras le leía el mensaje a su terapeuta, la voz también le tembló al pronunciar cada palabra. Había pasado exactamente veinticuatro horas desde que se desbordó frente a él, y todavía sentía tanta vergüenza como en ese precioso momento. Anduvo todo el día acostada en su cama, se bañó una vez y comió lo que encargó de un restaurante. Cuando él fue a buscarla, ella se encerró en el baño para no escuchar cómo tocaba la puerta, cómo preguntaba por su nombre inocentemente porque finalmente pensó que el cuarto estaba vacío, le mandó un mensaje que le preguntaba dónde estaba, que le decía que necesitaban hablar, que no quería que huyera, pero ése fue el único mensaje que recibió hasta segundos, en el que demostró que no aguantaba sus ganas de verla.
—Acepta su invitación —habló Jane—. No necesitas hablar sobre eso si no te sientes preparada ahora, ya comentamos sobre eso. Alejarlo y alejarte no es el mejor de los planes, huir no conduce a nada, lo sabes.
—¿L-lo acepto?
—Respóndele y salgan a comer, que estuviste todo el día encerrada. —la animó.
