Soy Colin Oschner

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Ya no había alguien en la universidad que no supiera que el guapísimo Colin McClain le pertenecía a Emma Miller, ya que Alan se encargó de anunciarlo en Instagram con una foto de los dos en su historia, en la que escribió «son lo que la gente desc...

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Ya no había alguien en la universidad que no supiera que el guapísimo Colin McClain le pertenecía a Emma Miller, ya que Alan se encargó de anunciarlo en Instagram con una foto de los dos en su historia, en la que escribió «son lo que la gente describe como adorables» y esa publicación navegó por el mar abierto de la internet y desembarcó en el muelle de la familia Miller-Hamilton. Ese lunes Emma despertó con más preguntas que respuestas. Marina le preguntó por mensaje: «¿cómo es posible que alguien como tú lo consiguiera tan fácilmente? ¡Estamos hablando del muchacho más hermoso del mundo! Según la revista Dieciséis». Emma tampoco sabía la respuesta, si eso tranquilizaba a su prima de quince años, Marina Hamilton, otra adolescente obsesionada con el hijo mayor del ícono de la moda. Ella se recostó sobre sus codos en la cama, con los ojos entrecerrados, no recibió ni un solo mensaje de su padre, raro.

Comenzó con su rutina diaria sin prestarle atención a quien dormía en la cama de al lado, mientras lo hacía se preguntó si había llegado el tiempo de hablar con su familia sobre lo que le estaba pasando con Colin, no quería hacerlo porque había una cosa que no terminaba de cerrarle; nunca pronunciaron la palabra con «n» y ella le había dicho a su papá específicamente: «el día en que tenga novio, tú serás el primero en enterarse. Lo sabes, ¿cierto?». Novio, novio, novio. Colin no era su novio ¿o sí? Estaba confundida porque todo lo que sabía sobre amor se debía a las películas de Julia Roberts, y, si algo aprendió en la universidad, era que las relaciones en el mundo real pueden sentirse como en una película, pero la manera de afrontarlas no era precisamente como en un largometraje romántico.

Quizá la pregunta de «¿quieres ser mi novia?» ya pasó de moda y ella ni enterada.

¿Cuál era la tendencia?

¿Sólo tenía que esperar a que él se dignara a dar el paso?

¿Ella carecía de boca para preguntárselo?

Esa mañana salió de su cuarto decidida a preguntarle: «¿Qué somos?» porque todo el mundo estaba asumiendo cosas sin que ellos mismos hayan conversado con claridad. Esperó ansiosa hasta la hora del almuerzo, pero la cortina musical alegre que acompañaba su caminar se cortó abruptamente cuando no lo halló al mediodía. Alan se encontraba comiendo albóndigas, de quién sabe dónde, mientras Eugene le explicaba porqué odiaba precisamente la carne procesada en forma de bolas, no había rastros de Colin.

—Hola, señora Oschner. —la saludó Alan.

Eugene miró la cara seria de la recién llegada, —Qué pesado eres, Al.

Emma bajó su bolso donde acostumbraba sentarse él y se sentó sobre una de sus piernas, esa siesta llevaba una calza en color negro y una enorme sudadera turquesa que le cubría perfectamente la retaguardia, el clima estaba bastante fresco en comparación a la semana anterior y el enorme árbol estaba apagado, muchas hojas se desprendían y una cayó específicamente sobre las piernas de ella.

Al Estilo Emma© #1Where stories live. Discover now