Un domingo

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Alguien llamó a la puerta

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Alguien llamó a la puerta.

—Entrega para Emma Miller Balmer —habló un desconocido al otro lado.

Emma abrió los ojos y se recostó poco a poco sobre sus codos, movió la cabeza lentamente de un lado a otro en un intento por ubicarse en el espacio, la luz del día, que ingresaba a la recámara, a pesar de las cortinas amarillas, le dañaron la visual sensible que estaba teniendo a consecuencia del dolor de cabeza, la resaca le estaba pegando justo donde debía, pero logró sentarse y visualizó cómo Vivian se encontraba durmiendo boca abajo, desnuda, roncando como un animal feroz, y, otra vez, llamaron a la puerta con insistencia. Emma consiguió levantarse, a pesar de la debilidad física que estaba apoderada de su cuerpo, y se enredó con las prendas de su compañera, que se encontraban tiradas junto a su cama, se agachó para recogerlas y las colocó a los pies de la otra, caminó cojeando y con la vejiga llena de orina.

Abrió la puerta, se trataba del repartidor de una tienda de electrónica, le trajeron el celular que ordenó la noche anterior, apenas lo recordó, que había comprado un teléfono para regalárselo a Colin porque el de él estaba desgastado en la batería. El muchacho de la tienda le hizo firmar en una tableta electrónica con un lápiz especial y se despidió amablemente, a lo que ella cerró la puerta de inmediato y sin despedirse, dejó el teléfono sobre su cama y se metió al baño para vaciar su vejiga, entonces, notó un rastro de vómito junto al retrete. No recordó nada, no cabía en su mente la verdad, lo único que pudo imaginar fue a su compañera provocando al volver de una borrachera, como siempre lo hacía. Un momento. Vivian, borrachera, su sistema totalmente alterado. Lo recordó borrosamente; ella salió con Vivian a un club nocturno, fue obligada a beber alcohol frente a desconocidos y finalmente despertó en su recámara.

¿Cómo?

Se levantó el pantalón después de orinar y con el ceño fruncido trató de reunir y conectar recuerdos, pero todo se resumía en una gigantesca bola de confusión, era tan solo la segunda vez que se emborrachaba y la primera que borraba cinta; una sensación desesperante que esperaba no volver a repetir en su vida. Salió del baño y quedó atónita con lo que encontró en su mesa de noche, que no se percató cuando despertó, había una botella de agua, un emparedado envuelto en papel plateado y una pastilla blanca. La botella tenía un papel blanco que decía «bébeme», el emparedado decía «cómeme» y finalmente había un papel debajo de la pastilla que decía «trágame, soy para el dolor de cabeza. Hay una nota al reverso, léela». Emma cogió la pastilla para tragarla con el agua y se sentó en la cama a sacar la envoltura del emparedado, colocó la nota sobre su pierna para leerla mientras mordía con profundidad el aperitivo.

¡Buenas tardes!, porque asumo completamente que leerás esto en la tarde, en la mañana salí temprano a realizar mis quehaceres dominicales, pero, ahora mismo, sin importar la hora de la tarde en que estés topándote con esto, me encuentro en la cafetería esperándote y permaneceré aquí porque sé que tu celular murió anoche, así que no tenemos cómo comunicarnos, por lo que nos puse un punto de encuentro. ¡Por favor! ¡Come y bebe! Atentamente, el loco que te adora.

Al Estilo Emma© #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora