♋ Elección del autor ♓

353 36 6
                                    

— ¡M-más! — su ansiosa voz apenas daba para decir eso, entre gemidos y su respiración errática, no mucho podía salir de su boca.

La candente atmósfera, los sonidos de su cama siendo golpeada contra la pared, los jadeos de su esposo al atacar la orden que acababa de dar, y su propia voz incontrolable, se estaba volviendo loco.

Aquellos labios nuevamente le exigían besar los suyos, y no dudó en dárselos, estaba tan enfocado en el placer del momento, que no necesitaba anda más en su cabeza, absolutamente nada.

— joder... — escuchó la voz del hombre que le estaba generando tal pasión.

Todo lo bueno debe terminar, ¿No? Y así fue.

Se aferró a las cobijas bajo sus manos, gritando en voz alta el nombre de su amante, mientras se dejaba ir entre su mano, que atendía su propio miembro ansioso. Por otro lado, su esposo le había llenado de su esencia, jadeante, saliendo de él con cuidado, para tirarse en la cama que ambos compartían cuando volvía de sus misiones a tiempo.

Albafica se giró, para ver a su costado a su esposo, que reía en voz baja, quitando de su cara sudor y algunos mechones de cabello.

— ¿Desde cuándo... hacerlo cansa tanto? — preguntó Albafica en broma, todavía buscando aire para sus pulmones.

— Ni idea... yo solo sé que es genial. — sonrió, para voltear a verlo.

Albafica sonrió también, para darle un gentil beso en los labios, observando sus violetas ojos.

— Bienvenido a casa, Manigoldo. — se recostó en el desnudo pecho de Cáncer, para dormir plácidamente, junto al hombre que amaba.

Los pongo al día;

Manigoldo vivió, por desgracia, la destrucción de su aldea, su familia, y todo aquello alguna vez quiso, pero gracias a Sage, el patriarca del Santuario, pudo corregir su pensar, y volverse una persona de bien, que lucharía por la justicia y la paz en nombre de Athena.

Albafica no tenía una vida tan impresionante, pues fue hijo de un fallecido florista, así que él se encargó del lugar desde temprana edad.

Gracias a una misión de reconocimiento en Rodorio, el Santo de Cáncer conoció a Albafica, y terminaron enamorados mutuamente. Sage no se opuso, con la condición de que Manigoldo no descuidase sus deberes como Caballero, cosa que cumplía a la perfección, con tal de tener tiempo libre para ver a su amado florista, y otras personitas más que se habían vuelto su universo.

— ¡Ten cuidado con eso! — gritó Albafica, observando como su imprudente amante casi sostenía las sartenes calientes sin protección alguna.

— Oh, venga, Albafica, soy un Caballero Dorado, esto no es nada comparado a otras cosas. — sonreía orgulloso de sí mismo, haciendo que el peliceleste rodara los ojos con fastidio.

— ¡Nuestro padre vino! — gritó una pequeña vocesilla, haciendo voltear a ambos adultos.

Corriendo a la cocina entraron dos pequeños, un niño de seis años, y una niña de ocho, abrazando con fuerza a Manigoldo, quien se agachó entre risas para poder abrazar también a sus pequeñines.

— Buenos días, Niisa, Alessio. — miró a ambos, los dos niños le daban una gran sonrisa.

Niisa, la única mujer de la familia y la princesa de su padre, sus largos cabellos azules y ojos de un color más oscuro, tenía su piel pálida, cual fina porcelana. Siempre energética, alegre y sociable, como su padre.

Alessio, el menor de la familia, un niño de ojos morados y celestes cabellos, su piel era más acanelada, pero no dejaba en duda que sería alguien muy bien parecido cuando crezca, siguiendo "la maldición" de la familia de Albafica, o eso dice él.

♋ Ocean Love ♓| ManiAlba Shitpost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora