capítulo tres

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Yoongi

La noche del sábado parecía ser una calmada, al menos desde nuestra posición. Seokjin había aprovechado el viaje de negocios de su madre junto a su nuevo novio y había organizado una reunión de amigos como hacía tiempo no lo hacía.

Las luces de la piscina nos iluminaban los rostros y eran las únicas luces a nuestro alrededor. Desde la terraza de la familia Kim se observaba toda la ciudad a nuestros pies. Había algo en aquellas vistas que me hinchaba el pecho de orgullo y felicidad. Me sentía como un dios, como el mismísimo Zeus observando al resto de mundanos desde su impenetrable monte Olimpo. Tan solo una baja barandilla de cristal me separaba de la ladera de la colina sobre la que se encontraba la mansión que la señora Kim se había costeado con el dinero ganado tras su divorcio. Estaba localizada a apenas dos calles de su antigua vivienda, por lo que no había supuesto mucha diferencia para la familia. La mansión en la que yo había vivido hasta hacía poco también se encontraba en esta área residencial, apenas un par de manzanas al norte.

Un par de manos suaves se deslizaron por mi espalda, zigzagueando rumbo a mi cuello. Un escalofrío me sacudió cuando sentí el tacto helado de las yemas de los dedos de una de las chicas que Seokjin había invitado a su pequeña fiesta acariciándome la nuca y tirando levemente de mi cabello. Me giré para encararla y ella enseguida sonrió. Ladeó la cabeza de modo que su melena rubia cayó como una cascada y dejó al descubierto la piel de su cuello, donde pude distinguir alguna marca morácea.

La chica tiró del cuello de mi camisa pidiéndome que la acompañara a la zona de tumbonas en la que los demás chicos se encontraban y yo, hipnotizado, tiré el cigarro ya consumido por la barandilla y la seguí. Me dejé caer sobre una de las tumbonas, tirando de su mano hasta que cayó sentada sobre mi regazo. Seokjin nos observó en silencio, apartando por unos segundos la mirada de la chica que lo había estado besando apasionadamente durante los últimos minutos. Levantó una ceja en mi dirección y rio.

—A Jiyeon no le gustará eso.

—No te ofendas, Seokjin, pero me importa muy poco lo que tu hermana piense.

La chica en mi regazo sonrió orgullosa y se sacudió levemente, provocándome. La miré con una sonrisa ladeada y enseguida sus manos regresaron a mi cuello. Sus uñas pintadas de un color burdeos similar al de sus labios dibujaba círculos en mi nuca mientras sus labios se acercaban a los míos, tentándome. Escuchamos un gemido proveniente de la piscina, donde Hoseok estaba entretenido con otra amiga de Jiyeon. Seokjin se puso en pie enseguida, apartando con cuidado a la chica a su lado. Se acercó al borde de la piscina, acuclillándose sobre la pareja y observándolos con la cabeza ladeada.

—Ey, pareja de exhibicionistas. Tengo habitaciones libres. —Todos reímos al ver la mueca fastidiada de Hoseok. Este chasqueó la lengua, alejándose de la chica e impulsándose con sus brazos para salir del agua.

—Te tomo la palabra. La tuya estaba en la segunda planta, al final del pasillo, ¿cierto?

Seokjin los observó con los ojos abiertos como platos mientras la pareja se adentraba en la casa sin detenerse un solo segundo a secarse y dejando un rastro de huellas húmedas allá donde pisaban. Seguro que él creyó que no lo tomarían en serio. Me encogí de hombros cuando mi amigo me miró preguntando qué acababa de suceder.

Ahora que el momento entre la chica de las uñas burdeos y yo se había estropeado, aproveché para entrar en la casa para tomar algo de beber. Crucé el salón, elegante y reluciente, aunque algo desordenado por nuestra previa locura al inicio de la noche. Recogí un paquete que tabaco del suelo y chasqueé la lengua al encontrarlo vacío, volviendo a tirarlo al suelo. Con zancadas amplias continué hacia la cocina y saqué una lata de cerveza de la enorme nevera gris. En cualquier otra situación se la habría pedido a alguien del servicio, pero Seokjin les había dado el fin de semana libre sin el consentimiento de la señora Kim, simple y llanamente porque no quería entrometidos que le contaran a su madre lo que sucedía en su ausencia. Fruncí el ceño asqueado al escuchar los alaridos de Hoseok y su acompañante desde la planta baja. Un grito no muy lejos de donde yo estaba me sobresaltó.

THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔Where stories live. Discover now