capítulo diecisiete

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Yoongi

Dejé caer las cajas de cartón repletas de papeles en el asiento trasero de mi coche antes de girarme hacia Eunyeon. Definitivamente era la última persona con la que esperaba cruzarme aquella noche, mucho menos esperaba verla llevando el vestido más horrendo y pomposo que había visto en mi vida. Ella tampoco parecía demasiado complacida con la elección de ropa.

—No quiero oír ni un solo chiste, Min. Ya he tenido suficiente con mi hermano —masculló al ver como mis ojos se detenían más de lo necesario en aquel lío de tul rosa y lentejuelas.

Asentí mordiéndome el labio para que no se escapara una carcajada ruidosa. Eunyeon me dio un puñetazo en el brazo y abrió la puerta del copiloto antes de meterse en mi coche si siquiera preguntar. Eché un último vistazo a las cajas repletas de ficheros y papeles que mi padre quería que revisara antes de su próxima junta con los inversores y suspiré, cerrando de un portazo. En un minuto estaba tras el volante, observando fijamente a Eunyeon.

—¿Te llevo a casa? —Ella negó sin mirarme.

—No estoy preparada para volver.

No pregunté. Estaba claro que estaba siendo una mala noche para ella, y lo último que quería era meter más el dedo en la llaga. Asentí y puse el coche en marcha, no sin antes encender la radio.

—Gracias —susurró Eunyeon dejando caer la cabeza contra el asiento y cerrando los ojos—. ¿Adónde vamos?

—A mi casa.

Esperé a que protestara, a que se negara a volver allí después de cómo la traté la última vez que estuvo, pero supongo que la alternativa no era mucho mejor porque no pronunció palabra. Simplemente murmuró una especia de "mhm" y continuó tarareando la canción de la radio con los ojos cerrados. Menos de media hora después aparqué el coche en el garaje de mi bloque de pisos. La miré al tiempo que apagaba el motor. Su rostro estaba completamente relajado, sus párpados cerrados y los labios ligeramente separados. Esta Eunyeon lucía tan diferente de la que yo conocía. La Eunyeon vestida de rosa a mi lado parecía frágil, delicada como un jarrón de porcelana china. Y no pude evitar que una parte de mí se emocionara al imaginar que, muy probablemente, yo era la única persona que había tenido la suerte de ver este lado de ella.

—Me vas a desgastar la cara, Min.

—Perdón. Es que me resulta muy extraño.

—Pues ya somos dos. Vamos, tengo hambre y me debes una cena.

El trayecto en ascensor fue silencioso como la primera vez, y mis ojos no se separaron de ella en todo el trayecto. Eunyeon me miró de reojo un par de veces, su ceño frunciéndose pero siempre acompañado de una sonrisa. Una sonrisa a la que comenzaba a cogerla demasiada estima.

—En serio, me vas a pagar tú la operación de reconstrucción de cara. —Entonces reímos juntos.

Cuando entramos en mi apartamento, Eunyeon caminó directamente hacia el sofá del salón, dejando caer los tacones al suelo a su lado. Solo entonces me di cuenta de que había ido descalza durante todo este tiempo. Probablemente tuviera los pies adoloridos por el frío y la aspereza del asfalto. Dejé caer un par de pantuflas a sus pies y ella me dio las gracias con una sonrisa.

—Espera aquí. Voy por unas mantas.

—Pide comida, por favor —gritó antes de que desapareciera por las escaleras hacia la planta superior, hacia mi cuarto.

Las primeras notas del clásico "Estrellita, ¿dónde estás?" comenzaron a sonar en el salón y, cargando con el edredón de mi cama a falta de mantas de sobra, corrí escaleras abajo. Extendí el edredón por encima de sus hombros, haciendo de Eunyeon un burrito viviente. Giró su cabeza en mi dirección y sonrió de una manera diferente. Me había sonreído varias veces aquella noche, pero no de ese modo. Mi pecho se sacudió violentamente y el pulso se me aceleró.

THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔Where stories live. Discover now