epílogo

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Siete meses después

El ambiente estaba agitado. La gente parloteaba impaciente, esperando a que los focos se encendieran y dieran comienzo al espectáculo.

Tras bambalinas Eunyeon se sacudía nerviosa, en su mente repasando hasta el último de los pasos de la coreografía. Sus brazos se alzaban al aire, mientras sus pies trazaban el camino sin llegar a moverse de su sitio. Respiró hondo recordándose que podía hacerlo, que todo iba a salir bien.

Desde su posición pudo ver las butacas, aunque no pudo distinguir ninguno de los rostros que tanto deseaba ver. Mientras sus ojos viajaban por el espacio buscando la sonrisa de Yoongi, la única capaz de tranquilizarla en un momento como aquel, dio aparar con el rostro de Jimin al otro lado del escenario. Su cuerpo estaba ya preparado en la posición de inicio. Miró a Eunyeon una última vez, sonriente como nunca, y saltó al escenario en cuanto la música le dio paso a ello.

Bien, Eunyeon, lo tienes. Tú puedes. ¡Vuela!

Y como si hubieran sido hechizados, sus pies saltaron, impulsándola hacia el escenario y comenzando la actuación junto con su compañero.

Ambos se deslizaban por las baldosas negras con una energía y un sentimiento que vibraba al ritmo de la pieza que la misma Eunyeon había elegido para la que sería su primera presentación oficial después de tantos años sin bailar profesionalmente. Aquella pieza que había nacido de las misma manos que cada noche la acariciaban hasta que caía dormida, las que acunaban su rostro o se afianzaban alrededor de su cintura en los mejores de los abrazos. Y es que cuando Eunyeon le había pedido a Yoongi que compusiera para ella, al joven le había invadido un orgullo incomparable. Accedió encantado y se puso manos a la obra enseguida, aprovechando los ratos libres después del trabajo, cuando Eunyeon estaba ocupada o incluso permaneciendo despierto hasta altas horas de la madrugada forjando la mejor de las piezas que él había compuesto hasta el momento.

Habían merecido la pena las noches de desvelo. Ver a Eunyeon bailando al son de su música le emocionó tanto que tuvo que reprimir las lágrimas para no ser objeto de burla de Jungkook y su amigo, Taehyung. Se tuvo que limitar a morderse el interior de los carrillos mientras observaba la ligereza y la paz que emanaban ambos cuerpos sobre el escenario.

El gesto de Eunyeon era la clara prueba de que estaba disfrutando de aquello como nadie; transmitía paz, demostraba que estaba en completa armonía con Jimin y con la pieza. Eran un todo y se complementaban tan bien que parecían dos piezas de una misma máquina. La chica rotó sobre su propio eje, cayendo sobre la espalda de Jimin para después rodar sobre esta alzando las piernas. Por unos segundos pareció volar, y así lo sintió ella.

Libertad. Sosiego. Una mezcla de sentimientos que solo era capaz de experimentar cuando la música empezaba y su cerebro se enfocaba en hacer moverse las puntas de sus manos y pies, alzar sus brazos y girar en piruetas que parecían imposibles para los ojos ajenos.

El anfiteatro observó anonadado a la pareja de bailarines gritar con sus cuerpos los sentimientos escondidos entre las notas de la melodía. Se pudieron distinguir alguna que otra expresión de asombro, a otros tantos se le saltaron las lágrimas, pero ninguno se atrevía a apartar la mirada del escenario. Era imposible. La pareja que hacían Jimin y Eunyeon en el escenario se caracterizaba por el magnetismo que desprendían, porque eran capaces de cautivar a todo aquel que pusiera los ojos cobre sus figuras danzantes. Era mágico.

La música se detuvo. Ambos cuerpos cayeron al suelo, entrelazados y sacudiéndose con el remanente de las últimas notas musicales aún colgando en el aire, y las luces se apagaron. Todo el teatro quedó inundado en una ola de aplausos que no se detuvieron hasta pasados, al menos, los cinco minutos.

THE SYBARITE (RK #1) » min yoongi ✔Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon