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Erick estaba muy contento después de muchas horas frente a una computadora y una larga charla con el padre de Chris al fin pudo lograr su cometido.

Tenía a su padre en sus manos. Todo había salido como él lo había planeado. Nadie ahora podía decirle que hacer.

Regresó al internado en busca de la persona que más amaba. Al fin podría estar cerca de Joel. Ya nadie lo podía impedir.

Tuvo la corazonada de que estaba en la habitación. Sonrió abriendo la puerta pero no vió a nadie. Entró para ver si el rizado estaba en el baño.

No estaba. El pelinegro tenía el ceño fruncido. No era posible que el rizado no estuviera porque siempre estaba en la habitación leyendo.

Escuchó unos gritos en el pasillo y luego la puerta de su habitación se abrió. Era Chris. Llorando.

- ¿pasa algo?- preguntó preocupado acercándose a él.

- fue una mentira- sollozó el castaño sentándose en la cama. Dobló sus piernas poniendo así su cabeza entre ellas.

- ¿qué es una mentira Chris?- el pelinegro no quería presionarlo pero era obvio que el castaño necesitaba ayuda

- fue una apuesta, Erick- sollozó de nuevo mientras trataba de contener la respiración para no llorar fuerte

- Chris no entiendo nada, ¿qué fue una apuesta?- preguntó confundido.

El castaño negó y levantó la cabeza con lágrimas en los ojos. Las limpió rápidamente para que Erick no viera como estaba de destruido aunque era obvio que el pelinegro ya lo sabía.

- fuimos la carne, ellos nos mientieron, fue una apuesta- aseguró

Erick negó con la cabeza. No era posible. Su cerebro estaba fallando.

- Zabdiel me contó todo, hicieron una apuesta par ver quien nos enamoraba primero y nosotros caímos como estupidos- negó sonriendo- somos tan idiotas

Erick negó con la cabeza y se levantó de la cama. Necesitaba escucharlo de Joel.

No hubo necesidad de salir de la habitación porque el rizado llegó corriendo y agitado.

- Erick...- miró al pelinegro y después a Chris quien lo miró con enojo- Erick... no, no es cierto, te lo puedo explicar.

No necesitaba escuchar más, era cierto. Solo había sido una apuesta.

- ¿explicar qué, Joel? ¿Qué no soy nadie para ti? ¿Qué soy una apuesta con tu mejor amigo? ¡No necesito escuchar nada que venga de ti!

El rizado negó y se intentó acercar pero Erick retrocedió.

- Erick, no eres eso y tú lo sabes- murmuró.

- ¿qué soy? ¿Sexo? ¿Solo soy sexo? Si, claro, ¡solo soy alguien con quien puedes coger!- gritó con las lágrimas cayendo por su mejilla.

Era un tonto. Él si se había enamorado.

- ¡No, yo nunca tuve sexo contigo, cada vez te hice el amor y tú lo sabes! ¡Besé cada parte de ti! ¡Cada una de ella, Erick!- se intentó acercar de nuevo pero el pelinegro volvió a alejarse.

- ¡mientes! ¡Y pensar que hasta compré la empresa de mi padre para que no se metiera más en mi vida y poder ser feliz de una puta vez contigo! ¡Eres una mierda, Joel!

Pasó por el lado del rizado pero este no hizo nada para detenerle. Erick salió de la habitación, salió corriendo hacia el estacionamiento del internado. Quería salir de allí.

No podía creer nada. En serio pensó que lo de él y Joel había sido real, que estupido fue.

Golpeó el volante ferozmente para luego gritar. Estaba lleno de frustración. Sus lágrimas no dejaban de caer. Se sentía poca cosa.

Era poca cosa, por lo menos para Joel.

No supo en qué momento apretó el acelerador y salió a toda velocidad por la calles. Se dirigía a un lugar. Su lugar de descarga.

No tardó mucho en llegar a la pista de carreras. Entró en el vestidor aún con las lágrimas cayendo y se cambió de ropa.

Salió en busca del auto más veloz. Su auto de carreras era el mejor. Aún recordaba la primera vez que lo condujo. Fue increíble.

Encendió el auto y pisó el acelerador hasta el fondo. Las llantas rechinaron sobre la pista dejando una marca negra en el cemento.

Erick sonrió. Tenía la vista nublada pero por lo menos estaba conduciendo en una gran pista. La tristeza podía esperar cuando el aire secaba sus lágrimas a recordar los besos de Joel.

- ¡jodanse todos!- gritó antes de frenar en media pista. El auto se detuvo tan rápido que hizo que se golpeara la nariz en el volante.

-¡mierda! Solo esto me faltaba- el pelinegro se limpió la sangre que estaba saliendo de su nariz- bueno, por lo menos esto duele menos que cuando te rompen el corazón- sonrió- fui un idiota.

Pure Sex [Joerick]Where stories live. Discover now