Capítulo 20

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Aidan no tenía la menoridea del tiempo que iba a quedarse, y no quería siquiera plantearsela pregunta. Lo único que sabía era que no deseaba pasar el restode su permiso en Londres donde la vida sería tan frenética yestaría tan centrada en los asuntos militares como lo era cuandoestaba con su batallón. Lindsey Hall había perdido parte de suatractivo. Sin la mayoría de sus hermanos estaría vacío y triste.Según Wulf, hasta Ralf se había ido a Londres.

Y sin Eve.

Necesitaba descansar. EInglaterra padecía una ola de calor: día tras día, el cielo estabalímpido y el sol calentaba cada vez más, relajando los músculos yprocurando un bálsamo cálido al alma. Su apego por los niñosresultaba difícil de entender. En un primer momento fueron su excusapara quedarse, pero pronto se convirtieron en un motivo importantepara permanecer allí. Quizá porque sabía que eran los únicosniños que él o Eve tendrían jamás. Una vez que se hubiera ido yano podría volver. Eve lo había dejado muy claro el día del río.Si hubiera llevado en el vientre un hijo de ambos, habría dejado quela visitara durante los permisos, pero durante la semana en quehabían dormido juntos no se había quedado encinta.

Así pues, el presente loera todo. Estos pocos días —tantos como su conciencia lepermitiera robar a sus deberes— eran todo lo que tendría jamáscon su mujer y sus hijos. Si, por extraño pudiera parecer, eran sushijos. Hijos de ambos.

Eve decretó un periodode vacaciones escolares. Aidan se llevó consigo a Davy un par deveces y pronto el niño se convirtió en su sombra. Lo seguía adonde fuera, aunque no se tratara más que de una visita a lascuadras o un paseo al pueblo.

Inspeccionaron la tierra,la primera vez con el administrador de Eve, la siguiente solos. Aidanenseñaba a Davy a reconocer los cultivos y lo hacía penetrar enellos y agacharse para ver y tocar las plantas de modo que aprendieraa ver y distinguir al tacto las diferencias entre unas y otras.Vieron pastar a los animales, las vacas en un prado y las ovejas enotro. Se pasearon por los corrales, ayudaron a dar de comer a loscerdos y las gallinas. Entraron en establo, que todavía conservababuena parte del heno de la cosecha pasada, y vieron una vaca y suternero enfermo, que yacía sobre la paja. Les dijeron que el terneroera incapaz de alimentarse sin ayuda, y Aidan aprovechó para enseñara Davy a ordeñar. Los dos probaron un trago de ese líquido dorado ydulce. Vieron trabajar al herrero. Aidan aspiraba los oloresfamiliares de una explotación agrícola y sentía la atraccióncaracterística de la vida rural.

La tercera vez losacompañaron Eve, Becky y el perro que corría a su lado sobre sustres patas, aunque de vez en cuando recurría el sostén de lacuarta. No estuvieron juntos permanentemente. Eve y Becky entraron enalgunas de las casas de campo para visitar a las mujeres de losagricultores, y Aidan vio a Becky jugando al aire libre con otrosniños del lugar. En los establos no le interesaron los animalesgrandes y se quedó sentada entre la hierba y el polvo, jugando conel gato de cuadra más plácido que se hubiera conocido, mientrasMuffin, que al parecer temía a los gatos, se apretujaba contra lafalda de Eve.

Los dos niños se habíanpuesto morenos. Y también Eve, pese a que se protegía a todas horascon un sombrero de paja lacio y deforme. Era el sombrero que teníapuesto el día en que la había conocido, si no se equivocaba, aunqueahora iba adornado con cintas rosas y no grises. Llevaba un vestidode muselina rosa claro, que no era ni nuevo ni estaba a la moda.Encajaba a la perfección en su entorno. La tía Rochester sequedaría horrorizada si la pudiera ver. Era la imagen de lahermosura.

Cuando emprendieron elregreso a casa —habían ido andando en lugar de coger la calesa—,iban todos polvorientos y algo desaliñados, sobre todo los niños.Aquel día el calor era aún más intenso. Becky iba a hombros deAidan, agarrada a su pelo, porque este no llevaba sombrero. Otro díaa punto de acabar, pensó Aidan con tristeza. No podía postergardemasiado su partida.

Ligeramente casadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora