Capítulo 22

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"Siempre gano."

Era lo que le habíadicho a Eve después del partido, pero se refería al juego. Además,no estaba seguro de que fuera cierto. ¿Ganaba siempre? Probablementesiempre había ganado en el campo de batalla de una manera honrosa. Alos dieciocho años cuando creía que le dejarían administrarLindsey Hall en nombre de Bewcastle, comprendió enseguida su error yse sintió avergonzado por su conducta y por el consiguientetrastorno para Wulf, que acababa de asumir su posición y sin dudasabía menos de la hacienda que él. Podría haberse opuesto aaceptar el grado que había adquirido Wulf en su nombre: su hermanono podía forzarlo a seguir la carrera militar, entre otras cosasporque él gozaba de independencia económica y no debía ampararseen su hermano mayor. Pero optó por conducirse con dignidad y abrazóla carrera militar cuya sola mención le horrorizaba.

Desde entonces el honorhabía sido su norte y su guía, en un proceso que había culminadoese verano con su matrimonio con Eve.

Sí, siempre habíasalido vencedor y con honor de todos los conflictos. Pero ¿loconvertía eso en un ganador? ¿Victorioso y feliz?

¿Existía acaso lafelicidad?

Se quedaron hasta elfinal de la fiesta, mezclándose con los invitados y sin volver areunirse después del breve encuentro en el banco cercano al estanquede peces. Eve sonreía, muy animada y súbitamente se convirtió enel foco de atención y admiración, como había ocurrido en Londres.Quizá lo estuviera pasando bien, pensó Aidan. Quizá estuvieraexultante porque él se iba día siguiente, para no volver.

Recordó entonces losojos llenos de lágrimas con los que lo había mirado antes dealejarse precipitadamente para extraer las flores del jarrón máscercano.

Las lágrimas.

Mañana ganaría unanueva batalla haciendo lo que su honor la dictaba y dejándola.

Pero ¿qué ganaría conello?

Honor, por supuesto.

¿Y la felicidad?

¿Y la felicidad de Eve?¿Estaba tan obsesionado con el que iba a fingir ignorar lo quesaltaba a la vista? Pero ¿y si se equivocaba? ¿Qué significabanaquellas lágrimas?

Regresaron a casa ensilencio, contemplando el paisaje cada uno por su ventana. Al díasiguiente iba a irse. ¿No tenía Eve nada más que decirle? ¿Notenía él nada más que decirle?

"¿Qué significabantus lágrimas?"

Por un momento creyóhaber dicho las palabras en voz alta. Pero sus labios seguíancerrados y ella no le había respondido.

Aidan se sintiótremendamente aliviado cuando el carruaje franqueó el portalón deRingwood y tomó el camino pavimentado. Al día siguiente tambiénsentiría alivio cuando se fuera al fin y todo hubiera concluido.

¿Se atrevería a poneren entredicho su honor? ¿Se atrevería a aspirar a la felicidad?

Cuando, después decenar, Eve subió al cuarto de los niños, Aidan la acompañó. Sesentó con Becky en el regazo y escuchó los cuentos para dormir yluego les dijo a los niños que la mañana siguiente se marcharía.Les prometió que les escribiría y les enviaría regalos de todoslos lugares que visitara. Tenían que cuidar de la tía Eve, serbuenos alumnos y crecer, para convertirse en una dama y un caballeroirreprochables. Les dio un beso.

Becky se le agarró alcuello y lloró un poco. Davy estuvo más tranquilo y reservado, comosiempre lo había sido, pero dejó que Aidan lo arropara y leacariciara dulcemente el pelo.

—Aunque no me veas, note olvidaré, chico. Siempre te.... querré.

—Nadie se queda nunca—dijo el niño en voz baja e inexpresiva.

Ligeramente casadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora