Capítulo XVII

228 27 40
                                    

Sasuke revisó para estar seguro de que el Padre Kabuto todavía estaba pegado a su cama, luego se dirigió a la recamara de Hinata, pensando todo el tiempo acerca de lo que le mostraría esta vez. ¿Los nómadas del desierto, tal vez, con sus camellos? O quizá la sabana de África, llenas de animales que Hinata nunca había visto.

Sí, quizá la sabana. Fue a su cuarto y se subió a la cama, deteniéndose para mirarla mientras dormía.

—Eres tan hermosa —dijo suavemente. No entendía como alguna vez pudo haber pensado que era aburrida. Obviamente no sabía nada de ella.

Las horas entre sus encuentros eran una tortura para él. No había visitado a otras mujeres dormidas, el pensamiento de saborear su placer dormido era repulsivo para él. Solo deseaba a Hinata.

Ella llenaba sus pensamientos. Todas sus energías estaban enfocadas en ella. Cuando no estaba con ella, pensaba en ella, y planeaba sus noches juntos. Recordaba cosas que quería decirle, y preguntas que hacerle. Pensaba en la música que había oído, música que recrearía para ella mientras la llevaba al clímax una y otra vez.

Tan pronto como el alba se acercaba cada mañana, se alejaba de mala gana de Hinata. Cada día que debía abandonarla maldecía a Kiba por romper su pacto, y buscaba infructuosamente un plan que por fin le permitiera sacar a Kiba de su cuerpo. Su tiempo se acababa: no faltaba mucho para que Mei exigiera su presencia y sus alas fuesen cortadas, sus energías forzadas a servir su placer.

Pero él solo quería el placer de Hinata. La quería sólida en sus brazos, quería engendrar un niño con ella. Quería la vida que había visto imaginada en la mente de ella, donde juntos podrían formar una familia, y ver a su carne y sangre crecer y prosperar.

¿Que era una existencia en el harén de Mei, comparado con eso? Sería el infierno.

Pero cada mañana, cuando nuevamente no había logrado encontrar ninguna respuesta a cómo entrar en el Mundo de Vigilia y reclamar a Hinata para sí mismo, sus pensamientos regresaban a ella, perdiéndose en los preparativos de su próxima noche juntos.

Se convirtió en un esclavo de su felicidad, tanto como un perro faldero, como Karin lo era de Naruto. Él veía eso, y no le importaba. No había nada que le importara ahora más que Hinata.

Se inclinó y tocó su frente.

Hinata sintió la llegada de Sasuke en su mente y lo dejo cambiar el escenario alrededor de ella como él deseaba. Los llevó a la cima de una torre alta abierta al cielo. Había una cama en el centro, cubierta de sedas de un color verde pálido. Recorrió el sendero alrededor de la torre y miró el paisaje de abajo. Enormes prados aparecieron mientras observaba y una manada de pequeños caballos pintados con rayas negras y blancas. A lo lejos, enormes bestias grises avanzaban lentamente.

—¿Dónde estamos? —preguntó.

—África, muy, muy al sur de tu patria.

—¿Que son esas criaturas? —señaló hacia los caballos blanco y negro.

Le explicó y continuó contándole más acerca de las criaturas y pueblos en los prados. Ella escuchó con solo una parte de su mente, el resto de ella, oculto para que él no pudiera sentirlo, roto de aflicción por lo que estaba a punto de hacer, y cuestionando por segunda vez la rectitud de sus acciones.

Todavía aparentemente dormida, obtuvo el control físico de su mano y se obligó a levantar un dedo, tamborileando sobre la cubierta de su cama. Tamborileó hasta que sintió a Sakura poner una mano sobre la suya, dejándola saber que la señal había sido recibida.

Ahora Sakura iría a traer al Padre Kabuto y Hinata tendría el control del sueño y de la atención de Sasuke. Lo ataría al verdadero mundo físico, creando para ello la ilusión de que estaban solos en el cuarto excepto por una Sakura dormida. La Sakura verdadera y el Padre Kabuto serían entonces capaces de completar un círculo de velas alrededor de la cama de Hinata y capturar a Sasuke.

Sueña conmigo.Kde žijí příběhy. Začni objevovat