Sueña conmigo.

Capítulo VIII.

Sasuke voló en distraída confusión sobre la versión del Mundo Nocturno de los Alpes Transilvanos y las Montañas de los Cárpatos, viajando desde el Castillo Rosu en el sudoeste al Lago Strigoi en el noreste, el pantanoso lago donde otros íncubos le habían dicho que Karin estaba cumpliendo su sentencia como humana.

A duras penas podía mantener su atención en seguir las direcciones que los otros le habían dado, no podía recordar si se suponía que tenía que girar al este antes o después del desfiladero donde acampaban los gitanos. Sus sueños llenos de música y plata brillaban en la noche, mientras sus más oscuras pesadillas enviaban fantasmas y espíritus malignos a arrastrarse por los bosques de las montañas y a acechar en oscuras cavernas y sombras.

Voló por encima de su campamento, ignorando las tensiones de anhelo sexual provenientes de algunas de las mujeres, y giró hacia el este, a Moldavia. Había jurado que no iría a ella a por ayuda, pero ahora parecía como si Karin y su mago tullido fueran su única esperanza para vencer a Kiba.

Por la buena diosa de la noche, era humillante ir a ellos a pedirles ayuda. ¿No podía él conseguir nada por sí mismo, ni siquiera forzar a un humilde humano a cumplir totalmente con un trato?

Seducir a Hinata para que le dejara atormentarla cada noche con orgías de placer claramente no iba a funcionar. Hinata probablemente tendría ese maldito amuleto ajustado alrededor de su cuello después del miedo que había pasado.

Nada había salido como lo había planeado. Incluso mientras dormía, Hinata no estaba completamente dormida. Una parte de ella permanecía consciente, bastante más consciente que ninguna otra mujer que él hubiera visitado alguna vez. Había sido incapaz de hacerle olvidar más allá de un momento que estaba soñando. Su conciencia hacía más difícil para él leer y controlar sus pensamientos y emociones, y ella instintivamente había empezado a construir barreras contra él en su mente. Incluso había conseguido alterar partes del sueño, cambiar la polla del guerrero por una bestia que gruñía no había sido su idea. Los miedos de ella habían hecho eso.

Si ella hubiera sido una mujer normal, él nunca la habría juzgado tan mal como para asustarla dentro de su sueño con la visión de un pene erecto. Tal y como era, sin embargo, no se sorprendería si incluso sin el amuleto Hinata fuera pronto capaz de resistir cualquier control que él ejerciera en los sueños de ella.

Ella era misteriosa, y era un problema. No estaría menos sorprendido si ella le reconociera en el cuerpo de Kiba y lo exorcizaba. Estaba demasiado asustada para arriesgarse a nada más.

Si, la diosa lo prohibiera, él fallaba en su intento de poseer el cuerpo de Kiba, entonces casarse con Hinata sería suficiente castigo para Kiba. ¡Todas esas preguntas! ¡Todas las negociaciones y compromisos! Ella podría ser una criatura de ensoñaciones y fantasías, pero era una cabezota controla-cosas una vez que les hincaba el diente.

Sasuke había visto a la cabezonería ganar a la inteligencia, la brutalidad, el sentido común, el talento; al final del día, cualquiera que fuera la oposición, los cabezotas eran los que conseguían su meta. O los que se hacían matar. De cualquier modo, Kiba conseguiría más de lo que había negociado con Hinata.

Sí, Sasuke podía verlo. Ella seduciría a Kiba con sus grandes y adoradores ojos y suspiros de temor y placer. Incluso los tiranos podían ser seducidos. Una vez que Kiba estuviera en su poder, ella empezaría con sus ruegos y quejas, hasta que Kiba no supiera qué parte de su propia espada era la necesaria para apuñalarse a sí mismo en la tripa y librarse de su propia miseria.

¡Ja! Lo tendría bien merecido.

Pero Sasuke no quería que Kiba fuera el que tuviera que desafiar a Hinata en carne. Ella era su batalla para pelear y ganar. Y menudo premio que sería, verla abandonar sus armas verbales y abrir sus piernas con confianza. Si fuera coaccionada a dejar entrar al enemigo, entonces ella alegremente se adheriría a él con cada pulgada de su suave carne.