Capítulo 31: Adiós Carlisle

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El Londres Lite enunciaba la pérdida de Arthur Woodgate y la aún desaparición de su único hijo, Carlisle Woodgate. Parecía que un paño de desgracias había caído sobre el pueblo londinense. Érica Van De Woodsen, habló sobre que caballerizos que no eran los suyos se encontraban la noche del incendio de la oficina de Arthur Woodgate, quien no había muerto por el incendio ni mucho menos, había sido asesinado con disparo en medio de la frente. No hay sospechosos, porque los caballerizos que estaban de guardia probablemente también fuesen cómplices. Aproximadamente se buscaba a jóvenes de entre 18 y 25 años de edad, que pudiesen haber fingido ser caballerizos esa noche. Desde el Londres Lite los más sentidos pésames para la Sra. Érica viuda de Arthur Woodgate.

Mientras tanto, Carlisle bajaba del tren y se dirigía al hotel más cercano aún en estado de shock. Había mucho que procesar, había matado a su propio padre, quien había matado a su vez a su propia madre. Sintió entonces que solo fue partícipe de una serie de acontecimientos y de un desafortunado destino. Pero de pronto, recordó aquellas palabras que le dijo Victoria antes de que él escapara "Elliot es hijo tuyo" Carlisle tenía un hijo. Victoria y él estarían unidos para siempre, finalmente.

Tomó papel y tinta, y comenzó entonces lo que sería su declaración de los hechos ocurridos la mañana en la que murió Arthur Woodgate. Así como también, de todos sus pecados y como muchas familias habían sido afectadas por Woodgate. Pensó para sus adentros que esto lapidaría el apellido finalmente, y que ningún Woodgate volvería a tener el poder de hacer daño a alguien más. Decidió que es suficiente.

Por otra parte, Howard, Heather y Damien se presentan a la mansión de las Hamiltons.
—Mis hombres ya se marcharon ocultos en carreta —susurró Damien a Howard.
Fueron llevados por la servidumbre al jardín de las Hamiltons, a tomar el té.

Gladys se sorprende al verlos. No podía dar muestras de aquello porque resultaría sospechoso, pero internamente esbozó una gran alegría de saber que Howard estuviese vivo.

—Ya ha terminado todo—explicó Howard.

—Si se refiere al asesinato de Arthur Woodgate y la desaparición de Carlisle, ya lo sabemos por el periódico—espetó Gladys en respuesta.

—El lado bueno es que ambos están bien—dijo con genuina alegría la joven Esme.

—Pero no Arthur Woodgate, ni su hijo —espetó beligerante Gladys.

Howard suspiró. Entendía por donde se dirigían las sospechas de Gladys. Y sabía, que su profundo sentido ético y moral, no le permitiría entender razones. Pero él le amaba.

—No lo hemos matado nosotros—atinó a decir Howard.

Gladys y Esme levantan la cabeza anonadadas. ¿Quien sino, podría matar a Arthur Woodgate?

—Lo ha hecho su mismo hijo, Carlisle. Y después, Howard le pidió que huyera y yo encendí la oficina para que no hubiera rastro de nuestra presencia allí —explicó con confianza Heather mientras miraba fijamente a los ojos a Esme.

—¿Entonces todo realmente acabó? —inquirió Gladys. Howard la abrazo desde atrás.

—Claro que terminó. Nada más nos ata aquí de Londres—comentó Damien.

Esme y Gladys lo miraron al unísono de forma despectiva.

—Mi madre, sabes que no puedo dejarla aquí...

—Cuéntale la verdad. De que tu padre sigue vivo.

—Se pondría muy triste. Él la ha engañado, y se deslindó de la familia por cobardía —espetó Gladys reticente.

Esme y Gladys sintieron que era el momento de irse, de buscar su felicidad que el pueblo londinense nunca le había dado. Lejos de costumbres y prejuicios.
Escaleras arriba, se encontraba endeble Elizabeth, quien los había estado espiando desde las ventanas.

—Ya no somos niñas, madre. No es necesario espiarnos —explicó Gladys.

—¿Ustedes se irán con ellos? —secundó Elizabeth.

Ambas, Gladys y Esme, llevaron los ojos al suelo.

—¿Y eso que significa, un no o un si?

—Que nos iremos, madre—atinó a responder Gladys.

—Así, que de pronto, unos hombres resultan mas importantes que todos aquellos a los que los he presentado de alta alcurnia.

—No bastarían nunca, porque no los amamos—replicó Esme.

—Esme, hija, realmente crees que no me he dado cuenta que estás enamorada de un sirviente.

—Es el sirviente de mi yerno. Yo no le veo tan malo.

—Huh...así que tú Gladys atrajiste al conde. ¿Porqué? ¿Porque un conde y no otro?

—Porque uno es un violador, y a su padre acaban de matarlo. ¿No es suficiente razón para irnos?

—Niñas, su padre las ha educado para que elijan buenos partidos y sean buenas mujeres...

—Somos buenas mujeres, y vamos a casarnos con quien amamos. —concluyó Gladys antes de irse nuevamente con los caballeros.

Esme se quedó mirando a su madre, y la abrazó.

—Ya no somos niñas madre, podemos elegir con quien estar...

—Pero se irán, y me dejarán sola.

—Puedes ir con nosotros si quieres, puedes ver a papá.

—¿A tu padre, dices? Cariño, tu padre está muerto—respondió perpleja Elizabeth.

—Él te engañaba mamá, es por eso que nunca te lo hemos dicho. Ya lo hemos visto, vive en Dunster.

—¿Y cuando estuvieron en Dunster?

—Cuando fuimos secuestradas. Eran Howard y Heather quienes lo hicieron, ellos nos raptaron para que papá se hiciera presente y dijese que estaba vivo, pero finalmente no lo hizo. Lo encontramos nosotros...

—¿Me quieres decir que los secuestradores es el conde Collingwood y su sirviente?

—Arthur Woodgate mató su mujer porque papá y ella eran amantes. Por eso buscaba casarnos a nosotras con su hijo.

—Entonces por eso huyó...

—Si, papá temía que le hiciera lo mismo. Entonces huyó.

—¿Y porque me lo cuentas ahora, Esme? ¿Porque ninguna había contado nada hasta ahora?

—Porque ahora Arthur ya no nos puede hacer daño.

—¿Ustedes tuvieron algo que ver con eso?

—Nosotras no, fue su mismo hijo quien lo mató. Pero no nos corresponde decir nada más al respecto. Solo vete de aquí. En Londres nunca serás feliz.

Dicho esto último, Esme se va de la habitación y va a la suya a preparar el equipaje. Sus hijas, sus pequeñas hijas se irían.

Comenzó a escribir una carta entonces, que con rapidez mandó a uno de sus caballerizos a entregarla personalmente a la Srta. Victoria Browning.

Mientras tanto, en un pueblo cercano a Londres, en un hotel, se había escuchado un disparo. Llamaron a la policía y se encontraron con que Carlisle Woodgate se había quitado la vida, y debajo de su cabeza, una carta. Para el Londres Lite.

LazosWhere stories live. Discover now