Capítulo 32: El gran final

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El Londres Lite había recibido la noticia de que, efectivamente, Carlisle Woodgate se había suicidado con un disparo en la cabeza en un hotel en Brighton. Que las pericias resultaron en un claro suicidio más la evidente nota despidiéndose que pasaremos a recitar ya que el destino de la misma era el Londres Lite;

"He sido culpable de tantos pecados que a veces prefiero no recordar. Y del único que no me arrepiento es del hecho de haber matado a mi padre. Mi padre, Arthur Woodgate, quien falsificó el acta de defunción de mi madre ya que él la había estrangulado, y asesinó a toda la familia de los Collingwood. A quienes les agradezco, y les deseo buena suerte con mi exprometida, Gladys Hamilton. A quien debo pedirle disculpa también, a mi exprometida Esme Hamilton, que fue forzada por mí. Y ojalá pudiera borrar todo el daño que les hemos hecho. Y no podría terminar esta despedida sin pedirle perdón, a mi rosa, a mi bella ninfula, que he amado siempre y amaré para siempre. Sé que lo amas a Allen, pero también sé que te he destruido la vida y quiero que obtengas el puesto que siempre has buscado. Porque lo has obtenido. Plagada de una belleza que ninguna otra mujer podría, yo decidí amarte y es lo único de lo no que me arrepentiré. Pero sí me arrepentiría si no te dejase ser feliz junto a Allen. Allen, amigo mío, que por cierto, te perdono y te agradezco a la vez porque tú si estuviste para ella, te agradezco por Elliot, gracias a los dos, y perdónenme también. Les deseo de todo corazón una larga y prospera vida. He querido, he amado, pero también he pecado. Y la barbarie del que resultaron los actos provenientes de mi familia solo caen y terminan conmigo; el último Woodgate..."

Victoria se encontraba leyendo el titular del Londres Lite, a lágrima viva frente a la ventana. Carlisle se había ido. No volverían a estar más. Ya no lo tendría, y quería hacerlo. Quisiera poder haberse casado con él y vivir juntos. Se amaban. ¿Y porque dos personas que se aman no podían estar juntos? Como lidiar con el dolor de saber que su amado estaba muerto.

—Llora todo lo que quieras mi amor—dijo Allen viendo a su mujer destrozada.

—Yo lo amaba, pero no le podía perdonar lo que le hizo a esa pobre chica. Pero lo amaba...

Se recostó sobre su cama y llevó la carta de suicidio de Carlisle al centro de su pecho.

—¡Porque todo tiene que ser tan injusto en Londres! —refunfuñó Victoria.

—Shhh...despertarás a Elliot.

—Basta ya con esta farsa por favor, Allen, yo amaba a Carlisle, Elliot es su hijo. No puedes seguir fingiendo que no está pasando nada.

Elliot abraza a Victoria desde atrás.

—Ese niño es mío desde que ambos nos casamos y así seguirá siendo. Y debes reponerte, solo tú podrás ser la élite del pueblo londinense en estas circunstancias.

Tocaron la puerta, era una de las damas de llave de Victoria.

—¿Que sucede? —inquirió Victoria expectante.

—Elizabeth Hamilton le ha enviado una carta, dice que es urgente.

Victoria lee la carta y sin emitir ningún comentario más, se desliza hasta la berlina que la dirigirá a la mansión Hamilton.

En la mañana siguiente, los agentes de seguridad llegaron a la mansión Hamilton donde ninguna de ellas se encontraba, excepto una. Elizabeth Hamilton. Muerta, por ahorcamiento. Presunta razón: la escapada de la ciudad de sus dos hijas con el conde Collingwood, su sirviente y Pierce.

El Londres Lite enunció la última pérdida en menos de una semana, la de Elizabeth Hamilton. Sus hijas tienen buena coartada, ya que ambas se encontraban viajando al Castillo de los Collingwood. Otro manto de desgracias había abatido nuevamente a Londres, y ésta vez, a la Sra. Elizabeth Hamilton, viuda y madre. Una gran mujer de grandes valores que perderían Londres sin ella.

LazosWhere stories live. Discover now