Aishiteru: parte 2

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En un jueves por la tarde, entro al salón listo para mis dos horas de japonés y este es el único día que podríamos decir que me siento menos molesto con el universo por hacer que siga con vida, dado que es mi descanso del trabajo y aprovecho para ver algún anime o serie, desde la semana pasada había iniciado "Banana fish" y quería concluirla hoy. Pero mi paz interior se vio fastidiada por nada más ni nadie menos que Kim Doyoung, este se abalanzó a mí encuentro y sin permiso previó me rodeó con sus brazos, lo cual hizo que se ganara un empujón y por poco una patada en su entrepierna.

  —Maldición Kim, te dije que no me gusta que hagas eso.

—Cállate y déjame sufrir tranquilamente— este fingía sollozar pero algo me decía que sí estaba realmente dolido.

—¿Qué rayos te pasa? Se te olvidó apagar la estufa de tu casa...

—¿Eh?— el chico se puso a pensar por un segundo—, ¡no! No es eso.

—¿Entonces?

—Lo intenté y fue un rotundo fracaso, por favor entrégame todas esas ganas de morir que tienes diariamente porque las necesito.

—Te las vendo si quieres— al escucharme decir eso solo frunció el ceño y creo que nadie le ha dicho que cuando pone esa expresión se asemeja demasiado a un conejo, y rayos, me dan ganas de explotar de la risa justo en su cara. Aunque elijo respetar el momento porque está sobreactuando, así que supongo que es algo grave.

—Hablé con Ten y lo invité a salir.

—¿El maestro nuevo?

—Sí...

 —¿Te rechazó?— soné genuinamente curioso y sorprendido, porque sí había mencionado que le gustaba y cada vez que pasaba por nuestro salón, me hacía ademanes para que lo viera pero no creí que fuera a hablarle y mucho menos a invitarlo a salir.  Doyoung negó con la cabeza haciendo muecas como de sufrimiento y si no conocieras bien a este sujeto, jamás te imaginarías que pudiera ser capaz de portarse tan ridículamente.

—Carajo ya cuéntame, que el profesor va a llegar.

—Me acerqué y le vi esos bonitos ojos rasgados y la piel perfecta y brillante como una estrella en el cielo...

—Sin detalles, maldita sea,  no quiero saber esas cosas— lo interrumpí abruptamente.

—Ok, ok... — tomó aire—, le hablé y al principio resultó bien pero no entiende casi nada del coreano y probé con mi inglés aprendido con los miles capítulos de "Game of Thrones" pero no sirve de nada tener un vocabulario casi del medioevo. 

—Hiciste el ridículo— me le adelanté, porque era obvio a dónde quería llegar, luego asintió y de nuevo se echó entre mis brazos, aunque en esta ocasión no lo aparté, solo le di unas palmaditas para reconfortarlo. 

Debo admitir que fue muy valiente, yo prefiero mil veces irme a la tumba antes de declararme a Yuta... Y justo hablando de él, se asoma e ingresa al aula con la sonrisa mas bella que cualquier puesta de sol en una playa desierta. Fue una centésima de segundos pero me pareció que nuestras miradas se cruzaron, pero luego se concentró en Doyoung, que aún seguía colgado de mi. Lo aparté, pero esta vez con delicadeza, para ser discreto. Mi amigo se fue a su lugar y la clase comenzó. 

Por lo general, Yuta acapara toda mi atención pero no puedo evitar pensar en la osadía de mi amigo, en serio tuvo el coraje de enfrentarse a Ten. No sabría explicarlo, pero sentía un poco de envidia, me gustaría tener esa convicción, aunque al recordar que fracasó, solo me hunde mas en los pensamientos de preferir vivir en las sombras y mirar de lejos.

 —Hey, tierra llamando a Tae. La clase ha terminado— Doyoung me dio un pellizco en el brazo, regresándome a mis cinco sentidos. Tenía el rostro bien plantado en mi libreta que se había llenado de notas que no recuerdo para nada haber escrito y para empeorarlo, no recuerdo nada de las lecciones. 

—Al fin reaccionas, creí que habías muerto o te habían poseído— Doyoung me miraba fijamente, extrañado —, bueno, yo me adelanto, tengo un compromiso— con eso desapareció en un dos por tres. 

Ya consciente de mi entorno, me percaté que era el último en el lugar, así que inicié a guardar mis cosas un tanto apenado por deducir que la gente me vio en las nubes y me dejaban atrás. Cuando me levanté de mi asiento, poniendo mi mochila en el hombro derecho, levanté la mirada al frente y con ello, avisté al profesor, este me escudriñaba atentamente y sus ojos parecían traspasar mi piel, todo en mí dio un vuelco y es jodidamente molesto que a pesar de ser adulto, ahora no puedo controlar mis emociones, solo por su presencia. Traté pasar de largo y correr a salvo de deshacerme por su fuerte presencia pero este me detuvo.

—Taeyong, ¿tienes prisa?— me hablaba en japonés pero esas palabras ya las lograba manejar. Le dije que sí con un movimiento de cabeza—, ah que bien, necesitaba hablar contigo—. Casi me mareo, su voz es tan masculina pero por alguna razón la recibo tan dulce y mi mente automáticamente piensa en un helado de vainilla.   

Me acerco a su pupitre, el mas grande del salón por ser el del profesor, aún no me atrevo a siquiera preguntarle qué tal su día, porque estoy demasiado ocupado en lidiar con el seguro corto circuito que promete aparecer y hacerme desfallecer.

—Eres el mejor alumno que tengo, ¿sabes?—. Nakamoto Yuta me acaba de hacer un cumplido y no había sentido tanta alegría desde la última vez que me regalaron un juguete en navidad, allí cuando tenía ocho años de edad. A parte se había acoplado y cambió al coreano, ahora su voz sonaba como chocolate  —. Soy el único profesor de japonés aquí y justo se abrirá un horario para niños, me preguntaba si te gustaría apoyarme con esas clases. Son solo dos horas al día, dos veces a la semana. Podríamos hablar con el director para ver si te da una paga y...

—Lo haré— rompí el momento con mi afirmación que salió más como un grito que otra cosa. Vi sorpresa en los bonitos ojos del japonés pero en seguida se cerraron en una línea curvada semejante a una luna creciente, embelesando su sonrisa.     

 —Te pasaré mi número de teléfono para que te explique bien cómo será la situación, ahora debo irme a mi siguiente curso — escribió una combinación de cifras en un papel y me la pasó, quedé pasmado y lo miraba como si fuera la receta de la vida eterna. 

No sé si se dio cuenta de las patéticas expresiones que tenía ahora mismo por los recientes acontecimientos pero se despidió sin nunca dejar de sonreír. 

Me era imposible creer que en realidad había accedido y no sabía si estar orgulloso o asustado de mí mismo. No podía decidir si era lo mejor que pude haber hecho o el peor error que se me hubiera ocurrido. Maldición, me cohíbe todo esto y estoy casi en pánico pero por favor, que alguien me quite esta tonta sonrisa de mi rostro y las ganas de querer besar a todo el mundo.



En diferentes idiomas// NCT [editando]Where stories live. Discover now