Día 38. Tú no me dejarás

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Día 38. Tú no me dejarás

¡Vaya, Diario!, tengo muchas cosas que contarte, ¡je, je! Recuerdo cuando comencé a escribir en ti, sobre tu bendito cuerpo hecho de páginas blancas; no hacía más que describirte lo que miraba a mis alrededores o lo que comía en ese momento, pues no tenía nada más por decirte o chismearte.

Resulta que por la tarde, mientras miraba al techo, comencé a pensar varias tonterías como que, algún día, me convertiré en mi padre, que seré igual que él, pues está en mi sangre, ¿no? Miré por un rato el altar que le había hecho a Fire. ¡Vaya! Me di cuenta de que sentía cosas muy extrañas dentro de mi estomaguito, Diario, y es que ya no siento lo mismo que hacía unas semanas. En verdad rogaba por estar con Fire, bueno, aún lo quiero y estoy feliz de que me quiera, pero ya no es como antes, quizá porque ahora es mío y antes no lo era, y por eso lo deseaba más. Entonces, después de darle varias vueltas al asunto mientras acariciaba el huevo rosa, escondido debajo de mi cama para que nadie me viera, se me ocurrió la loca idea de ver qué sucedía si le decía a Fire que sería mío por siempre, sólo por capricho y por el simple hecho de que soy príncipe y hago lo que siempre quiero...

Así que me esperé para que fuera medianoche y me encaminé hacia la taberna, pero no con mi capucha como en anteriores ocasiones, sino como lo que soy: hijo primogénito del gran Rey Koopa, príncipe y heredero de la Corona Real.

La verdad no me importó ir con mi brazo enyesado. Lo único que quería era ir a ver a Fire, ver de qué se trataba su empleo. Y después de cruzar varios pasillos y habitaciones, y de bajar varios niveles, por fin recordé dónde quedaba, ¡je, je! Así que me regresé a mi habitación y comencé a caminar desde el principio, yéndome hacia el lado contrario. ¡No te burles de mí, Diario!, es sólo que no memoricé bien el camino.

Bueno, como sea, al entrar a la escondida y maloliente Taberna Subterránea, la música se detuvo y las luces de colores se apagaron para dar paso a las normales de color blanco. Todos me miraban, muy asustados; incluso un boo se tapó la cara, me sacó la lengua y pasó junto de mí para salir de allí rápidamente. Noté rápidamente la tensión que generé cuando llegué, así que grité a viva voz que podían continuar, que no había ningún problema, y después de varios segundos, las luces blancas se apagaron y volvieron las de colores, al igual que la música. (Nada más faltó que sonaran las trompetas con mi llegada, ¡puf!)

Me encaminé hacia la barra para pedir algo, pero lo único que se me venía a la mente era leche con chocolate y la cerveza que había bebido con anterioridad, la primera vez que vine aquí. Pero era obvio que no iba a pedir lechita ni tampoco galletas (aunque debo decir que se me antojaba en ese momento, como de costumbre y a mitad de la noche), así que sólo dije ¡sorpréndeme! al barman que estaba detrás de la barra, y lo hizo de inmediato, pues me di cuenta de que era Fire quien me estaba atendiendo. Vestía un bonito esmoquin negro, con un moño del mismo color, y una camisa blanca, muy pulcra, muy reluciente.

«¡A sus órdenes, Bowsy!», me dijo, sonriéndome de oreja a oreja y con sus ojos cerrados.

«¡Fire! ¡Eres tú!», dije. «Conque estás aquí, sirviendo bebidas, ¿eh?»

«¡Desde luego! Pero si te molesta, lo dejo, hermoso», me dijo, y de nuevo me sonrió.

«No, no. Puedes trabajar aquí todo el tiempo que gustes», le dije, mientras él sacaba algo de un pequeño frigobar.

«¡Servido y hecho sólo para ti, mi amor!» Me señaló, y yo pasé mi mirada desde sus hermosos ojos azules hasta la negra barra hecha de madera, barnizada y pulida, donde posaba un enorme tarro con una bebida obscura. «Leche con chocolate, bien fría y espumosa, y con cubitos de hielo... ¡ah, y sin alcohol!»

«¡Guau! ¿¡Cómo supiste que quería esto!?»

«Bueno, un viejo koopa troopa me lo dijo», me explicó, limpiando la barra con un trapito de seda de color blanco.

«Oh. Conque has hablado con mi niñero personal.»

«Bueno, tengo que informarme de lo que te gusta, para que cuando nos casemos, pueda llevarte a la cama el desayuno y la cena.»

En ese momento, me giré y escupí la leche sobre un lakitu que seguidamente se fue de espaldas, cayéndose de la silla. Pronto recordé a lo que venía, sobre lo que quería decirle, y lo hice:

«Bueno, en eso tienes razón. Por ser el príncipe, está claro que tú no me dejarás nunca, si así lo mando yo», le dije, con una gran sonrisa mientras le daba otro sorbo a mi leche con chocolate, pintándome unos bigotes de espuma.

«De acuerdo», me contestó, sin verme a los ojos, pues él seguía concentrado en limpiar la barra, aquí y allá.

«¿Qué?»

«Que de acuerdo; me quedaré contigo para siempre, si así lo deseas, hermoso», me respondió, terminando de limpiar para verme de frente, sonreírme de nuevo y acercarse para enjugarme los bigotes de leche y espuma, usando una pequeña servilleta café. Pelé mis ojos lo más que pude. Me dejó por completo mudo y ni siquiera podía pasar lo que tenía acumulado en la boca. «Bowsy, me enteré de que te sacaron del equipo; en verdad los siento mucho, bebé.»

«Eso ya no importa», le dije, inflando mis mejillas y mirando hacia otro lado.

«¿Cómo está el pequeño Fiwsy?», me preguntó.

«¿Te refieres al huevo? Pues... bien. Lo estoy incubando.

«¿Y no estás emocionado por el bebé que tendremos?», me preguntó, sonriéndome de nuevo.

«Uh, sí», dije, sin darle mucho interés. En ese momento, el mismo lakitu, al que le escupí la leche, me abrazó y, con un tono pausado y muy ebrio, me dijo:

«¡Oh, gran príncipe Bowser Jr.! ¡En verdad es un honor, para todos aquí, que usted venga a visitarnos y a beber con nosotros!»

«No es nada», respondí. «Aunque debo decir que es muy raro este lugar; hace rato, cuando entré, vi aun goomba cargando un costal de harina», le dije, y el lakitu se rio de mí.

«¡Ejem!», carraspeó Fire. «Creo que no era harina», me dijo en un susurro. Después dirigió su mirada hacia el lakitu y le ordenó que me soltara, pero no hizo falta, pues él mismo se volteó hacia el lado contrario para volver el estómago y hacer un verdadero cochinero junto a mis pies. «Genial, tendré que limpiar eso después», maldijo Fire.

«Creo que... ya es muy tarde. ¿Te veré después?», le pregunté a Fire.

«Desde luego, mi pequeño Bowsy», me dijo y después me besó en la mejilla; y ahora que recuerdo, creo que el lakitu vio cuando me lo dio, y espero no tener problemas por eso...

Terminé mi leche con chocolate, me despedí de Fire y me fui de allí. Todos me abrieron camino para salir de la taberna, y debo decirte, Diario, que eso hizo que me regodeara un poquito.

Creo que ya me siento más tranquilo respecto a Fire, pero la idea de casarnos y de criar a Fiwsy, me sigue dando vueltas en la cabeza, ¡vaya! Estoy recibiendo más de lo que esperaba de él. Me conforta, pero también me da miedo.

¡Buenas noches, Diario! ¡Hasta mañana!

Atte. Bowser Jr.

UNISON (un amor prohibido)Where stories live. Discover now