Caprichoso destino

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Alba Reche tiene quince años cuando conoce por primera vez al amor de su vida, aunque todavía tendrá que pasar un tiempo para que ella se dé cuenta de ese pequeño detalle.

Todo lo desencadena una discusión bastante fuerte con su madre.

Es de madrugada cuando Alba llega a casa, cuando se suponía que simplemente iba al cine con unas amigas la noche anterior. Rafi, a pesar de ser una madre con una mentalidad abierta y que siempre había tratado a sus hijas de tú a tú, sin imponer el "porque yo lo digo", había cosas que no pasaba. Una de ellas era el no saber dónde estaba su hija adolescente a las cuatro de la mañana de un sábado. Así que cuando Alba atraviesa la puerta de su casa y se encuentra a su madre sentada frente a la entrada, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos, intercambian de todo menos palabras bonitas.

Cansada de escuchar los gritos de su madre, que seguramente deben haber despertado a Marina y al resto del edificio, Alba cierra la puerta de su habitación de un portazo y se empieza a quitar la ropa con rabia. Se queda en braguitas, coge la primera sudadera que pilla de encima de la silla, y cambia las botas por las zapatillas de estar por casa, con la intención de salir al baño, desmaquillarse lo más rápido posible, y volver a la habitación a meterse en la cama.

Pero justo cuando va a girar el pomo de la puerta, Alba empieza a temblar.

No es la primera vez que tiene un ataque de ansiedad, ni el primero provocado por una discusión, pero nunca había sido tan intenso. Ha empezado a sudar de golpe, las vías respiratorias se le han cerrado completamente, y tiene la sensación de que miles de agujas le están atravesando la cabeza a la vez.

Intenta calmarse, recordar que está en casa, que su madre está a dos puertas de distancia, pero cada vez le falta más el aire y ni siquiera puede pedir ayuda.

De pronto la puerta, que había sido su único sustento hasta el momento, se escapa de entre sus manos. Realmente no sabe qué está pasando, y el vértigo que siente apenas le deja abrir los ojos.

Cuando lo consigue, lo que ve a su alrededor no hace más que empeorar las cosas.

Con la vista nublada apenas puede distinguir su entorno, pero sabe que no está en casa, y que la figura que se acerca hacia ella no es ni la de su madre, ni la de su hermana.

De pronto, aquella figura esbelta la envuelve con brazos firmes y seguros, y el cuerpo de Alba se tensa por completo ante aquella invasión inesperada de su espacio. Hasta que la mujer empieza a hablar con la voz más dulce que ha escuchado jamás.

-Estás a salvo. – Le susurra despacio, – Me llamo Natalia. Necesito que respires conmigo, poco a poco, ¿de acuerdo? – Alba empieza a relajarse un poco escuchando aquella voz y consigue asentir ligeramente – Céntrate en mi voz, en nada más.

Y Alba no puede hacer más que dejarse llevar por aquella cálida voz, que despacio le explica que lo que le está pasando es normal, que se van a ver más veces, y sobre todo, que tiene que hablar con su madre.

Y entonces, Natalia empieza a cantar y todo lo malo desaparece.

Cuando se separan y la chica le dedica una sonrisa, Alba ya está más calmada, y entre las lágrimas que todavía brotan de sus ojos puede observar un poco el entorno a su alrededor.

-Es el backstage del Palau Sant Jordi. – Le dice Natalia, que se ha dado cuenta de cómo Alba fruncía el ceño.

Al escuchar aquello, la adolescente vuelve a mirar a la mujer frente a ella, reparando por fin en su aspecto. Natalia va completamente de negro, vistiendo unos pantalones de cuero ajustados y un top que deja al descubierto unos abdominales que parecen esculpidos con cincel. Su media melena negra cae alborotada hacia un lado, y junto con el maquillaje, oscuro e intenso, acaba de darle un look sexy y misterioso.

Por mucho que pase el tiempoWhere stories live. Discover now