Destello

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Se había corrido en la famosa barba de Tony Stark.

Steve deseó con todas sus fuerzas que la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragara.

Tony había trastabillado por el empujón y las últimas gotas mancharon su carísimo pantalón de Armani.

Steve lo miró desde allí, soportando el orgasmo aferrado aún al escritorio, apoyándose también en el hombro izquierdo del millonario, luchando visiblemente por conservar la estabilidad.

―Dios, Tony... ―clamó Steve, subiéndose el chándal lo más rápido que le permitió el sopor―. Lo siento, yo...

Tony saboreó el amargor del semen que le golpeó la garganta y se relamió los labios, familiarizándose con la sensación. Era la primera vez que probaba el sabor de otro hombre. Steve sabía a sexo, a algo salado mezclado con el toque amargo de un buen café. Su polla iba a estallar por el descubrimiento.

―No pasa nada, Cap ―se apresuró a decir, levantándose al darse cuenta de que Steve estaba al borde de un ataque de pánico, enrojecido más allá de las orejas―. Está bien, se trataba precisamente de eso.

Tony se limpió la barba con el antebrazo y dejó caer sus arruinados pantalones. Su rígida erección estiraba exageradamente la tela del bóxer.

Steve estaba intentando asimilar que el gran Tony Stark le había hecho una mamada; que él había terminado en aquella insolente boca y sobre esa distintiva barba que tanto le encantaba.

―No fue mi intención ―murmuró abochornado, huyendo de los encendidos ojos canela que parecían devorarle.

Lo siguiente que procesó su entumecido cerebro fue que Stark le agarró la mano y jaló de él, guiándole por los oscuros pasillos de la torre hasta el dormitorio principal.

Medio minuto después y a un suspiro de una embolia cerebral, estaba mirando el perfecto y redondo culo de Tony, quien se había desnudado para meterse en la ducha. El traqueteo del agua sonó lejano en sus oídos, el vapor comenzó a engullir rápidamente el cuarto de baño y, de nuevo, la mano de su compañero tiró de él; vestido y todo.

Los brazos cincelados de Tony le atraparon bajo el torrente de agua caliente y se quedó ciego. Incapaz de abrir los ojos le empapó lluvia. El flequillo se le pegó a la frente y la ropa a la piel, entorpeciéndole. Un zarandeo y él levantó los brazos, Tony le quitó la camiseta. Retrocedió y se restregó la cara para poder despegar los párpados. Si Stark iba a desnudarle, quería verlo. Quería verlo a él, su desnudez abrazada por el liviano vapor, su cuerpo acariciado por las gotas; el hombre sin armadura.

Rápidamente ayudó a Tony en su urgencia por despojarle del pantalón y los calzoncillos. Sus prendas volaron empapadas sobre el cristal de la ducha.

Steve se echó el cabello chorreando hacia atrás e intentó volver al calor del abrazo, pero Tony le empujó tan despiadadamente que su espalda crujió contra los azulejos.

Estaban desnudos. Tony le miraba tan intensamente que Steve estuvo seguro de que si aquello se extendía mucho él empezaría a evaporarse y se uniría al resto del vaho que inundaba la ducha.

Él, por su parte, tuvo la oportunidad de contemplar la erguida polla de Tony. La manera en la que los mechones castaños se volvían negros se le adherían al rostro, la barba anegada. Era ardiente. Todo Tony Stark lo era. Tony debería ser ilegal. Debería, al menos, ir con un cartel de advertencia.

«Cuidado, material inflamable.» pensó Steve.

Entonces, a un escaso segundo de que desclavase la espalda de la pared cerámica y despegara los labios para implorarle a Stark cualquier cosa que le teletransportara al siguiente paso y le librara de aquel sofocante e insuficiente contacto visual, sólo entonces, Tony se acercó a él con su propia polla bien asida en la derecha y empezó a masturbarse.

Descontrol. (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora